martes, 11 de enero de 2011

Corruptissima republica


No, amigo lector, el título no tiene tres errores ortográficos —una doble “s” y dos acentos faltantes—, lo que pasa es que no está escrito en español sino en latín (ya más de uno estará farfullando: “Otra vez Pittaluga con sus latinajos”). Es el comienzo de algo que escribió Terencio siglo y medio antes de que naciera Cristo: “Corruptissima republica, plurimae leges”. Con esa frase quería significar que pareciera que es en los Estados más corruptos donde proliferan más leyes. Que como que es el caso de Venezuela, un país donde se pudren miles de toneladas de comida y sólo hay tres detenidos —que ya saldrán como inocentes, porque parece que ya el TSJ recibió órdenes y dio los primeros pasos en ese sentido— pero donde la anterior Asamblea se prodigó en la aprobación como leyes de cuanto texto le mandara Elke Tekonté, sin importar si violaba la Constitución, si era en verdad necesaria para el bien general o, siquiera, si estaba bien redactada. Tanto es así, que en 21 días aprobó 22 leyes. Ninguna de las cuales tendía a solucionar los problemas que acogotan a los venezolanos —como seguridad, empleo y salud— sino a complicarles más la existencia. La única característica era el concederle más poder, en un país de excesivo presidencialismo, a Boves II.

Tanto fue la obsecuencia y vasallaje de esa gente, en buena hora despedida por la votación popular, que no vacilaron en incurrir exceso de poder y hasta en ultra petita al otorgar al Ejecutivo capacidades legislativas que no tenían facultad de delegar. Porque el viejo axioma filosófico explica que “nadie puede dar lo que no tiene”. Si ellos cesaban en sus posibilidades de hacer leyes el cuatro de enero, no podían ceder esa potestad. Porque sencillamente no la tenían. Es igualito que cuando se muere una persona: cualquier poder que esta hubiese otorgado en vida cesa al momento de la defunción. Para alegría general de la nación, y para el bien de la república, esa asamblea sumisa, monocolor, áulica, estiró la pata y cedió el paso a un nuevo grupo de diputados que sí tendrá que debatir los grandes problemas del país. Que no son precisamente el pensamiento político único ni el endiosamiento presidencial que tanto desea Esteban Dolero.

A pesar de las vivezas pendejas de las que hablaba en mi último escrito del año pasado, de las marramucias para impedir las denuncias de los nuevos diputados desde el Palacio Federal, estos darán la pelea para lograr algo de sensatez legislativa y de moralidad en los nombramientos para los altos cargos nacionales. Todos debemos ayudarlos a ese logro. Todos.

Otrosí largo
Acabo de terminar de leer un libro que me regaló mi hija Martha por Navidad: “Jews, God and History”, de Max I. Dimont. De todos los libros que he leído sobre el judaísmo, este me parece el más interesante porque no enfoca la sobrevivencia del pueblo hebreo en términos de reyes, guerras y persecuciones sino en el de las ideas que generaba ese pueblo en respuesta a los retos lanzados a él por la siempre acelerante fuerza de la historia. Lo recomiendo ampliamente. Del libro extraje y les traduje algunas frases que narran hechos de un pasado bochornoso porque pueden servir para compararlas con el estado de cosas actual en Venezuela:

“La pregunta que causa perplejidad es, ¿cómo pudo sucederse la infamia nazi en Alemania, una creadora de cultura en la civilización occidental? La respuesta es que Alemania es la fusión de dos tendencias contradictorias de pensamiento y sentimiento. Una es la Alemania de Beethoven, y Brahms, de Goethe y Schiller, la Alemania del elevado idealismo, del universo abierto, de las ilimitadas posibilidades de la realización humana (…) Pero hay la otra Alemania de los militaristas y los filósofos autoritarios, del universo cerrado y los masse-mensch (hombres-masa). Fue esta Alemania la que subvirtió las venas idealistas y liberales de la otra”

Más adelante, explica que al final de la Primera Guerra Mundial “a pedido del presidente Wilson, certificados de democracia fueron extendidos a gente que no tenía un concepto de lo que era democracia, y a gobernantes que no tenían la intención de cumplir y hacer cumplir esos principios. (…) Fue en esos países de ‘democracia instantánea’  (…) donde los trabajadores lanzaron miradas coquetas al comunismo como solución a sus problemas. En vez de contrarrestar esas amenazas con inyecciones de democracia verdadera, los mandatarios de esos países del este de Europa recurrieron al fascismo. (…) La carrera de Hitler, el Führer, había comenzado. Sin la ayuda de los Junker, los empresarios y los militaristas que cometieron el error de él era su instrumento, eso hubiera sido imposible. (…) Una vez que Hitler tuvo el poder no hubo quien lo refrenara. El Estado fue reorganizado para la brutalidad”…
Para pensarlo, ¿no?