martes, 5 de abril de 2011

Niño, no juegues a la guerra…

…que la guerra es mala. Así decía una cantinela de los años sesenta y setenta en los jardines de infancia y escuelas de todos los países de habla hispana. Era —y es todavía— una recomendación sensata. En esos días, la opinión pública estaba escamada de tantos horrores y crueldades como los que se sucedían por esos años. Frescos en la mente de todos estaban las muertes, los inválidos, las hambrunas, la propiedad destruida y demás atrocidades que eran el resultado de las acciones bélicas de esos días. No sólo era que nos consternábamos por lo que veíamos en los televisores que sucedía en el Sureste asiático, era que lo sentíamos en carne propia como resultado de las guerrillas auspiciadas, provistas, armadas y reforzadas desde Cuba en varios países de Hispanoamérica y África. Eran tiempos en que el dictador cubano se sentía en el derecho y hasta la obligación de entrometerse en los asuntos internos de otros países. ¡Qué distinto al de hoy! Al que, echándoselas de padre bueno, pontifica sobre las bondades de la paz, siendo que es el responsable directo de decenas de miles de muertes, desde México hasta Angola y desde su isla-prisión hasta Chile. Y de casi haber desencadenado una tercera guerra mundial.

Su discípulo predilecto —por mantener siempre un tiempo de retardo con lo actual— no ha escuchado ni leído lo que su cagalitroso preceptor escribe hogaño y se mantiene en lo que este predicaba antaño, en los tiempos de la Guerra Fría. Por eso su empeño en reemplazar a la Fuerza Armada con una milicia que es el fiel retrato de las cubanas. Él necesita de un ejército personal que esté para sólo acatar las órdenes que le dé, no para lo que tipifica la Constitución. De allí su empeño en desprofesionalizar a la FAN, porque sabe que esta mantiene todavía, a pesar de los muchos esfuerzos adoctrinadores y de unos altos mandos felones y corruptos, unas reservas de moral y de civismo considerables. Por razones parecidas es que necesita tener una infancia obnubilada. Como su intención es eternizarse en el poder —siguiendo los pasos de su mentor y sus amigotes Gadafi, Hussein, Mugabe y Lukashenko—, necesita, de cara al futuro, tener una generación sin capacidad de razonar, sólo de obedecer. Por eso le ordenó a su MinPoPoDefensa que emitiera el adefesio de resolución que apareció en la Gaceta Oficial del 24 de marzo y que busca militarizar a la población estudiantil.  

Al contrario de lo que preconiza la letra de la canción infantil que sirve de título hoy, Boves II lo que quiere es revivir los famosos Figli della Lupa, Balilla y Avanguardisti con los que el fascismo de Mussolini desfiguró a millones de impúberes italianos. Al igual que este, lo que quiere es  consolidar su sistema político en las mentes más fácilmente maleables. De lograr su propósito, ya veremos que al igual que en Italia se requerirá el registro del niño en una de esas organizaciones para poder tener derecho a comidas escolares gratuitas. Así, torciéndole el brazo a los padres, irán llevando a los chiquillos hasta la adolescencia, cuando los inscribirán, chantaje mediante también , en la versión vernácula de los Fasci Giovanili di Combattimento, destinados a seguir la labor de la Balilla entre los más grandes.

Desafortunadamente, cuando mi generación estaba en la escuela lo que observaba en la escena mundial era guerra y combates por todas partes. Aún así, y aunque naves nuestras habían sufrido los ataques de submarinos alemanes en el Golfo de Maracaibo, nunca nuestros maestros —mucho menos el Estado— propulsó entre nosotros pensamientos belicistas. Se rompió relaciones con las potencias del Eje y, al final, se les declaró la guerra, pero nunca se trató de envenenar nuestras mentes infantiles con consignas guerreristas. Mis hijos y los de su generación crecieron, afortunadamente, con el canturreo ya referido al comienzo. Y quieren a su Patria como el que más. No les hizo falta que unos milicianos ignaros e iletrados  trataran de lavarle el cerebro. Sólo tuvieron buenos maestros que les profundizaron el civismo que se les enseñaba en casa. No quiero que mis nietos —ni los nietos de nadie— sean enseñados para la guerra, sino para el progreso en todos los órdenes. El de ellos y el de Venezuela.

Por todo lo anterior es que invito a todos mis lectores a aglutinarnos en contra de esos afanes de convertir a la juventud venezolana en unos zombis bajo el yugo del neofascismo de este régimen. Todos debemos unirnos. Logramos, todos de consuno, que el tipo reculara en lo de la “Ley Sapo” que exigía que fuésemos delatores de nuestros vecinos; de común acuerdo logramos que volviera grupas con su inicua Ley de Universidades. También podremos impedir este intento de corrupción masiva de las mentes infantiles. Pero estando unidos…