martes, 22 de febrero de 2011

¡Muerte a los libros! ¡Abajo la cultura!

Adopto para mi artículo el mismo título que utilizara recientemente para el suyo ese fenomenal chileno devenido en buen venezolano que es Antonio Sánchez García. Me lo envió, con una nota de cubierta, una querida amiga desde Caracas. Tengo que estar de acuerdo con las cosas expresadas por Sánchez García pero no, con algo dicho en la nota. Veamos primero las cosas afirmadas por el de la barba pelirroja.

Primero, recuerda que es lógico que “la palabra cultura y el deseo de acabar de un pistoletazo con artistas e intelectuales se hayan asociado para siempre con dictadores, caudillos y autócratas”. Más adelante dice que: “todos aquellos regímenes totalitarios montados sobre gigantescos castillos de falacias, fraudes, engaños y medias verdades no pueden menos que tener una profunda desconfianza por quienes piensan y crean con pensamiento y voz propios”. Añado yo: Porque es que desde lo más remoto de la antigüedad los tiranos necesitan que no haya una libre circulación de las ideas. Por eso, por ejemplo, es que en Venezuela no se puede conseguir “De la dictadura a la democracia” de Gene Sharp. Para nada, porque uno la encuentra en la Internet en el inglés original como en español.

Retomo al chileno cuando se queja de que lleva meses buscando libros que ha visto “reseñados en las secciones de libros de El País, de España, de Excelsior, de México, de Clarín y la Nación, de Buenos Aires, de La Tercera, de Santiago de Chile” pero que, a pesar de recorrer “sistemáticamente las librerías de Caracas” no consigue novedades, “y las pocas que logran sortear el campo minado de CADIVI, del SENIAT, del Banco Central cuestan fortunas inalcanzables para un estudiante universitario o un modesto profesional. Los precios son estremecedores”. Comparto totalmente el criterio. Es inconcebible que, cuando salió “El regreso del idiota” uno podía comprarlo vía Internet dos meses antes de que llegara, al doble de precio, a las librerías venezolanas.

Después, el esposo de Soledad narra que “En estos días se me vino el alma al suelo al encontrar cerrada la librería que llevaba visitando semana a semana desde hace más de treinta años (…) El culpable del cierre de la librería “Lectura” no es otro que el teniente coronel que nos desgobierna. Y los fantoches que fungen de ministros de la cultura y a quienes un libro, cualquier libro que no haya sido escrito por Marx, Engels o el Che Guevara y no contenga una égloga a las glorias del ágrafo cuartelero que nos sume en el oscuro corazón de nuestras tinieblas no vale la pena de ser producido o importado”. Añado yo: es que el régimen, en su endiosamiento de Boves II, necesita que sea así. Necesita de la estupidización masiva del venezolano para poder seguir mangoneando. Por eso, en esas dizque universidades que sacan “médicos” en tres años, le dedican más horas de clases al adoctrinamiento que a Anatomía. “Nadie más reacio al engaño y el sometimiento que una persona culta y educada”.

Cierra Sánchez García explicando que “El cierre de Lectura nos conmueve a todos. Anticipa “la catástrofe que se cierne sobre la industria editorial y el comercio del libro”. Con lo cual también tiene uno que estar de acuerdo. Pero todos también tendremos que admitir que en Venezuela no hay mucha tradición librera. Lo que me lleva al desacuerdo con algo de lo que dijo la autora de la nota que antecedía al artículo comentado. Ella afirmaba que “en Venezuela quedan librerías importantes y de gran capital extranjero, como la española Tecni-Ciencia Libros, pero no tienen el perfil que Lectura tuvo”. Concuerdo con las palabras que van detrás del “pero”, mas no con las que las anteceden. En Venezuela ya no quedan “librerías” en el sentido estricto de la palabra. Hay “ventas de libros”, que es otra cosa, y no muchas.

Acudo con cierta frecuencia —quizás por masoquismo— al local de la franquicia mencionada en la nota que queda cercano a mi apartamento. Y comienzan mis rabias. A diferencia de Madrid, Bogotá, Buenos Aires y otras ciudades civilizadas, donde uno puede ojear los libros, aquí uno debe comprar con sólo ver las carátulas pues estos están envueltos en plástico hermético. Bajo el letrero “Literatura”, uno consigue “best-sellers”, que son lo contrario de lo enunciado. ¿Por qué no pondrán “Ficción”, que es lo que son? Juro que lo que sigue es verdad. Bajo “Literatura Hispanoamericana” encontré las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. Con ese “estilo” de clasificar, ¿dónde creen que está “Cien años de Soledad”? Adivinaron: bajo “Literatura Española”…

Con todo y eso, sigo amando los libros porque recuerdo aquello de Lope de Vega que me enseñaron en segundo año, cuando estudiábamos los clásicos españoles: “Es  cualquier libro discreto, / que si cansa, de hablar deja, / un amigo que aconseja / y que reprende en secreto”.