jueves, 10 de marzo de 2011

¡Te conozco, mascarita!

Algunos dirán que se me cayó la cédula, por la afirmación que emplee como título. Ya no se la usa, pero era la frase con la cual uno contestaba cuando alguien enmascarado y ataviado de un atuendo chocarrero le espetaba con voz de falsete: “¡A qué no me conoces!” De hecho, ya nadie usa disfraces en carnaval, excepto los pequeñines. En cambio, algunos adultos de la picaresca  política nacional se la pasan todo el año entre disimulos, artificios y tapujos. Sus acciones vienen subrepticias tras máscaras de patriotas que ocultan lo avieso de sus intenciones. Parecieran ser de esas costosas máscaras de porcelana que son símbolos de Venecia. Pero lo que tapan son horribles máculas, verrugas y lacras. Debieran usar, más bien, pasamontañas o medias de nylon, que son los adminículos de los atracadores. Porque lo de ellos es la expoliación del tesoro, sin importarles cuántas personas, por su acción desdorosa, se quedan sin comer, se matan en las carreteras, o se mueren a mengua en los hospitales.

Peor es la faena del jefe de los fachosos, que necesariamente tiene que estar consciente de los latrocinios que sus áulicos cometen —¿no dizque lo sabe todo?—, y que los deja hacer para asegurarse la sumisión de esos señores de horca y cuchillo. Pongo un solo ejemplo: Asciende al máximo grado militar a alguien cuyo mérito mayor ha sido amenazar con dar un golpe de Estado si la oposición gana las próximas elecciones. ¡Tronco de mérito el de ese señor; mayor que si hubiese estado en combate, pues! Y, ya consumado el absurdo desatino, ordena que ese individuo —de quien dicen, nacionales y extranjeros, que está metido hasta el cogote en asuntos de drogas, y que era enlace entre el régimen y las FARC— sea quien pronuncie el discurso de orden en el acto celebratorio del Congreso de Angostura.

Palabras que no pasaron de ser una mención de la soga en la casa del ahorcado. Porque lo que se recuerda de esa “pieza oratoria” es lo que no dijo: aquella parte del Discurso de Angostura en la cual el Libertador alertaba que “nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el Poder” porque “el pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía”. ¡Ni de vainas que iba a recordar esa frase! Sucede lo mismo que con una frase parecida de Martí que no puede ser pronunciada en Cuba porque va en contra de lo que es el pan de cada día en esa atormentada isla. Es la que explica que para la libertad es esencial que todo hombre tenga derecho a pensar y a hablar sin hipocresía. Y ya que del muerto en Dos Ríos hablamos, no estaría de más recordar otra cosa que dijo, pero que sólo se musita en Cuba y Venezuela, por temor a las consecuencias: “Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia nada construyen, porque sus simientes son de odio”.

Me imagino que la “perorata” la redactó un cagatintas de la sala situacional, porque ¡qué mal leída estuvo!  Lo que demuestra que quien tomó la palabra no fue quien la escribió. Y leyó con la boina puesta, aunque estaba bajo techo, contrariando las buenas costumbres ciudadanas y lo que es costumbre de centenas de años en los ambientes militares. Poner a ese réprobo a hablar en Ciudad Bolívar es una falta de respeto tanto a la nación como a la memoria del Libertador. Que un gorila fuera el designado por Elke Tekonté pone de manifiesto que su bolivarianismo es de labios para afuera ¿o debería decir “de bemba pa’juera?

Con todo y que estaban en guerra mientras formaban la república, los diputados al Congreso de Angostura tuvieron más valor cívico que las focas actuales: Bolívar propuso la formación de un Poder Moral, y aquellos la rechazaron. Y el proponente acató lo dispuesto. Eso era civismo en acción. No lo que derrocha Esteban Dolero y sus sigüíes. Quienes vienen desde hace algún tiempo con una campañita de que la oposición busca " desacreditar " a la Fuerza Armada. Es que necesitan antagonizarla del resto de la nación por si tienen que apelar a lo que ya fue amenazado por el cómplice de Makled.

Contra esas máscaras tenebrosas que se disfrazan de revolucionarios, yo les contrasto la actitud de Lina Ron, que Nuestro Señor sabrá dónde ponerla. Esa sí era genuina. Aparte de la cabellera oxigenada, claro. Que representaba a la barbarie, sí. Pero ella creía que ese era su rol en la revolución. Que era más peligrosa que piropearle la mamá a un sicario, también. Pero no lo ocultaba. Por eso, la prefiero a tantos ministros, generales y diputados con prontuario como parecen abundar…