1. Bien decía Alfonzo el Sabio que “Así como el cántaro quebrado se conoce por su sonido, así el seso del hombre es conocido por sus palabras”. Pero eso no lo sabía ni le preocupaba al tipo que se suponía que debía manejar metrobuses en Caracas, pero que se lo pasaba “echando el carro” con la excusa de que era sindicalista. Ahora —cuando sin haber aprendido nada usa trajes costosos, viaja en aviones privados, cobra viáticos abundantes en dólares y se tutea con cancilleres de otros países (estos, sí de verdad-verdad) — tampoco lo sabe y mucho menos le perturba. Y, como consecuencia, cuando abre la boca, lo que hace es embarrarla. Él juraba que con esa denostación suya contra los huelguistas que se pusieron puntos en la boca —diciendo, palabras más, palabras menos, que se cosieran lo que les diera la gana— lograba ponerse más ‘en la buena’ con su amado jefe. Y el gozo se le fue al pozo: al ratico, Boves II, por boca de la ministra del ramo, tuvo que ceder ante las exigencias, por demás justas, de los universitarios.
2. Esteban Dolero está muy apurado por terminar de constituir un ejército personal que deje de lado lo que pauta la Constitución y sólo le obedezca a él. Por si tiene que imitar a su hermano Gadafi en lo de mandar a matar al pueblo con mercenarios extranjeros. De allí que no haya tenido empacho en desviar los fines de la habilitación que sus focas asambleístas le concedieron —que era sólo para contrarrestar los efectos devastadores de las lluvias del año pasado— y reformó, por cuarta vez, la Ley Orgánica de la Fuerza Armada. La pregunta que se hace todo el mundo es: ¿Qué tiene que ver la forma de organización militar con la fabricación de viviendas y la reparación de carreteras? Los áulicos del régimen no encuentran respuesta sensata, porque no la hay, y se hacen los locos. Saben que lo que intentaba era darle más preeminencia aún a ese grupo paramilitar que llaman “la milicia”, igualito que en la Cuba de sus amores. Por ese apuro, no revisa lo que escriben sus cagatintas y uno se encuentra en el texto errores que una maestra de sexto grado no dejaría pasar. Un solo ejemplo, quizás el que más me chocó: en el Art. 28 se tipifica que: “El personal militar en todos sus grados, jerarquías y antigüedad estarán subordinados al Oficial que ostente el mando”. ¡Dos metidas de pata en dieciocho palabras! Por un lado, el sujeto es “el personal militar”; por tanto, el verbo debería estar en singular: “estará”. Por el otro, ¿quién le dijo al rábula que escribió el párrafo que el mando se “ostenta”? ¿Es que no sabe qué significa “ostentar”? Algo tan importante como el mando no es para hacer ostentación. El mando “se tiene”, “se está al”, “se ejerce”, y otras frases parecidas, ¿pero “se ostenta”? ¡Ni de vainas! A menos, que sea ejercido por alguno de esos generales de ahora —sin currículum pero con prontuario—, quienes por no tener mucha ilustración no saben cómo desempeñarlo (mucho menos, cultivarlo) y sólo se limitan a pavonearse y alardear de él; algo que no se ganaron sino que se los regaló el tipo aquel.
3. Las palabras se usan para denotar, y por eso debieran ser inalterables en sus acepciones. Pero hoy es más lo que connotan, porque responden a conceptos distintos según quién y cómo las utilice. En eso es especialista el régimen. Pareciera que se estudiaron bien el metalenguaje en el cual hablaba “Big Brother” en la novela “1984”. De ahí que los venezolanos, cuando escuchamos al Primer Locutor decir “democracia”, lo que hacemos es desconfiar. Algo parecido a lo que sentimos cuando escuchamos al flamante presidente de la Asamblea hablar de “libertad”, o a la presidenta del Tribunal de la Suprema Injusticia cuando menciona la palabra “ética”.
Ahora, por ejemplo, lo que está de moda en boca de los rojos es infamar a los insurgentes libios. Para aquellos, estos no son sino "unos terroristas al servicio del imperio”. Mientras que, obedientes a lo que diga Tiburón Uno, Gadafi es “otro Bolívar”. Uno y otros olvidan (con intención, supongo) que el estrafalario coronel fue quien, entre otras salvajadas, mandó a volar un avión de Pan Am cuando pasaba sobre las costas escocesas. Así están las cosas: los del bando contrario son “terroristas”, sin importar lo justo de su insurgencia; los cómplices de Boves II son “combatientes por la libertad”, “revolucionarios” ¡y hasta “solda-dos”!, así sean los de las FARC que pusieron bombas en las iglesias del Chocó, los seguidores de Hesbolah que lanzan cohetes contra los poblados israelíes, o los mercenarios subsaharianos que masacran a los civiles en Libia a las órdenes del otro loco. La violencia es la misma, la sangre derramada también…