martes, 26 de abril de 2011

Las cosas que uno lee…

Mejor sería titular “Las cosas con las que uno se topa en los medios”. Pero resultaría muy largo para un título periodístico, restringido como estoy a dos columnas de ancho. Pero ya tienen la idea del tema de hoy: cosas que golpean los ojos del lector o los oídos de quien está frente a un receptor de radio o de televisión.

Con motivo de las lluvias caídas recientemente y que han dificultado el tránsito de los vacacionistas, varios funcionarios han explicado que la culpa la tiene la “climatología que ha azotado la geografía nacional”. ¡Falso dos veces! Primero, porque si el régimen se hubiese preocupado más en mantener las vías, puentes y cauces de ríos, hubiese habido menos víctimas, los trancones hubiesen sido menos molestos y los accidentes menos gravosos. Un amigo —que no tiene nada de imprevisor, por lo que preparó muy bien su viaje— se tuvo que calar 23 horas para viajar desde su casa en Caracas hasta su apartamento en Margarita. La circulación entre la capital y Puerto La Cruz implica riesgos ineluctables. Rodar por Barlovento es como ir  vadeando por el lecho de una quebrada: piedras, zanjones donde uno puede dejar una punta de eje. Y al manejar por Anzoátegui, sin importar lo que diga el poetastro de la robolución, se corre peligro de vida.

Pero estoy en una digresión. Mejor retomo el tema de la falsía de parte de los declarantes y ataco la segunda razón: lo que empeoró el tránsito fue el “clima”, no la “climatología” —que no pasa de ser “el estudio de los climas”. Pero claro, ¿por qué emplear una palabra de dos sílabas si se puede inflar el lenguaje con una de cinco? Algo parecido sucede cuando lo que se quiere decir es “territorio” y se utiliza “geografía” —que no es sino la “ciencia que trata de la descripción de la Tierra”. La metonimia es una cosa que hay que usar con cuidado.  Es el jetabulario funcionarial, la vanilocuencia burocrática,  en todo su esplendor. Para meter la pata las más de las veces…

Una cosa me llamó la atención hace días en la primera página del diario Notitarde. Tengo profundo respeto por quienes dirigen éste diario; me consta de sus esfuerzos por presentar día a día un producto de calidad, por hacerlo cada vez más un gran diario —cosa que han logrado y que ha hecho que este diario sea el segundo en ejemplares vendidos en todo el territorio nacional—, pero comento lo que sigue por aquello de “Amicus Plato, sed magis amica veritas”. El titular anunciaba que “Denunciarán irregularidades en AN” Lo cual me parece muy correcto desde el punto de vista de la gramática y muy conveniente desde el del civismo democrático, porque hay que impedir que este parlamento siga el mal ejemplo del anterior —el compuesto casi totalmente por focas aplaudidoras.

 Lo que golpeaba los ojos estaba en el antetítulo: “Diputados de la MUD vociferan su lucha en la Unión Interparlamentaria”. Porque me consta que tanto el diputado Marquina como los demás diputados que iban en ese viaje son personas muy comedidas, de muy buena educación para estar manifestando “ligera y jactanciosamente algo”, dando “grandes voces” (que es como lo explica el mataburros). Quizás, lo que intentó quien escribió la reseña en la corresponsalía de Caracas —dirigida por una magnífica formadora de opinión— fue explicar que la delegación iba a “vocear” lo que está pasando en nuestro sufrido país. Porque la cuarta acepción de ese verbo es: “Manifestar o dar a entender algo con claridad”.

Pero en todas partes se cuecen habas, inclusive en la Madre Patria. Ana Pastor, la aguda periodista que conduce “Los desayunos” por la televisión española y que tiene uno de los pares de ojos más hermosos que yo haya visto —en mi pueblo la piropearían diciendo que “tiene más ojos que una piña mal pelada”—, recientemente comentó acerca de la “conducta venial” de algún funcionario ibérico. Lo que quería reprochar, pienso yo, era la “conducta venal” de ese individuo. El primero de los dos adjetivos proviene del latín “venia- veniae”: “perdón”, “olvido”. Por eso, los pecados “veniales” son aquellos que la Iglesia considera no atroces, excusables, fácilmente perdonables. Por tanto, no debiera ser confundido con “venal”  que viene de “venum-veno” y que significa que “está para la venta” y, por tanto, "susceptible de ser comprado”; “abierto a la corrupción". Cosa que, en un funcionario, nada tiene de venial. Tan grave es eso de ser un burócrata venal, que la Ley establece penas rigurosísimas para quienes incurren en ese delito. Lamentablemente, con el dominio que tiene el Ejecutivo sobre los demás poderes, dicha norma no es sino un instrumento de persecución política más. En estos doce años de involución robolucionaria, ningún rojo ha sido sentenciado como culpable. ¡Y mire que han robado!

lunes, 25 de abril de 2011

Comienza Pesach

Cuando fui escogido para hacer un postgrado en Chicago, no encontré alojamiento cerca de la universidad y tuve que buscar casa en suburbios diferentes a aquel donde estaba el campus. Por lo que podía pagar, sólo conseguí un sótano en Skokie, una localidad que representaba el súmmum de la judería asquenazí en el Midwest americano. Tan hebraica era la circunstancia que en diciembre, en los espacios públicos, uno no veía adornos de Santas —nacimientos, mucho menos— y lo que abundaban eran los chanukkiot, los candelabros de nueve luces. En el piso arriba del mío vivía un oftalmólogo que estaba haciendo un doctorado en la misma universidad. No tomamos mucha camaradería porque ambos estábamos mucho tiempo en clases o la biblioteca. Pero ambas esposas y nuestros hijos sí entrabaron amistad.

Un día, escuché cómo las vecinitas invitaron a mis hijos a buscar chametz en la casa de ellas. Primera vez que escuchaba esa palabra. Como no la conseguí en el diccionario, le pregunté a la vecina. Me explicó que significa “levadura”, y que como al día siguiente comenzaba Pesach, la Pascua judía, por instrucción talmúdica había que limpiar y lavar el apartamento hasta dejarlo sin rastro de cosas que pudiesen fermentar, desde migas de pan, pasando por granos y llegando hasta vinagre y café. Y me invitó a que los acompañara en el seder, la cena ritual de esa festividad. Eddy se negó a acompañarme porque no iba a participar en un rito no católico. Traté de convencerla que un seder era lo que habían conmemorado Jesús y sus apóstoles, judíos practicantes, durante la Última Cena. ¡Nada! Me tocó ir sólo, Pero antes fui a la biblioteca y me apuñalee sobre qué hacer y qué no.

No intento narrar cómo es un seder, pero algo diré para que entendamos una pizca de esa ceremonia llena de simbolismos. Para empezar, se realiza en la noche de la primera luna llena después del equinoccio de primavera; vale decir, que de ahí en adelante los días serán más cálidos, todo será menos arduo. El chal que usa el dueño de la casa no es el que tiene rayas celestes y que se usa para orar en los Shabat; el de esta ocasión es totalmente blanco. Fue el que vistió en el día de su boda y —aparte de las cenas pascuales— no lo llevará sino en el ataúd. Es para significar que este día es especial: conmemora la salida del pueblo judío de Egipto guiado por Moisés. Los alimentos que están en la mesa también tienen un significado. Hay, pero no para comer, un codillo de cordero y un huevo chamuscados; el cordero recuerda al que sacrificaron en Egipto para con su sangre marcar las puertas de sus casas a fin de  que el ángel que exterminó a los primogénitos egipcios no los tocara a ellos; el huevo, las ofrendas que se hacía en el templo. Se come “hierbas amargas” —usualmente tiritas de rábano picante— que de cuando en cuando son untadas con una pasta de manzanas, nueces, dátiles, miel y vino. Lo fuertemente acerbo del rábano hace que a uno se le salten las lágrimas: busca que se recuerde cuán triste y amarga es la esclavitud. Lo dulce es para advertirnos que la certidumbre del alojamiento y la comida que están asegurados con la servidumbre —así como la tranquilidad de no tener que tomar decisiones— pueden ser confundidos por algunos como una evidencia de que la esclavitud es algo que vale la pena. Que no la vale. Y se toma cuatro copas de vino que representan las cuatro promesas que le hizo Dios a los hebreos: aliviarlos de las pesadas tareas de Egipto, liberarlos de la esclavitud, redimirlos y tomarlos como su pueblo escogido.

Después de muchísimas oraciones es cuando ¡por fin! viene cena no ritual. Debo confesar que los platos no son muy atractivos a la vista. Pero los sabores son excelentes. Soy adicto a la sopa de matzo y al gefilte fish, un pastel de pescado, huevo sancochado, cebolla y mucha pimienta. Al finalizar, se vuelve a rezar y cada quien para su casa.

Los lectores que llegaron hasta aquí dirán: “Hoy es 19 de abril y no habló de la efeméride; estamos en Semana Santa y no razonó sobre nuestros ritos católicos”. Es verdad, pero preferí aprovechar la celebración judía para hacer una comparación con lo que está pasando actualmente en Venezuela. La Pascua recuerda que hay momentos en los que se debe dejar de lado la tranquilidad que generan las dádivas tipo “misiones” —pero que implican la sujeción a la voluntad de otro— y decidirse a emprender un viaje, con sacrificios y dificultades, lejos del despotismo y los abusos, hacia la libertad, hacia la toma de las responsabilidades cívicas. Los exhorto a que nos imbuyamos de eso durante esta semana que invita a la reflexión…