sábado, 12 de mayo de 2012

Scripta manent


Los altos mandos del régimen tienen muy lejos el humanismo. Por tanto no deben estar familiarizados con el latinajo que pongo como título, pero de que lo entienden, lo entienden. El aforismo completo dice: “Verba volant, scripta manent”. Y explica que las palabras vuelan mientras que lo escrito permanece. Eso lo saben los que mangonean en el Ejecutivo. Por eso, no contentos con ejercer el casi monopolio de los medios radioeléctricos, se la tiene dedicada a los medios impresos. Ya es notoria la discriminación que hacen al repartir la pauta publicitaria: no publican avisos en los diarios más serios —y por eso son los más vendidos— sino en los pasquines que más abyectamente se prosternan ante las mieles del poder. Los dueños de periódicos pasan las de Caín para obtener las bobinas de papel que son el medio de tiraje; todos los inconvenientes les son puestos cuando intentan obtener los permisos de importación. La receta no es nueva, pero en estos tiempos pareciera que ha arreciado el esfuerzo por impedir que quienes informan con independencia digan sus verdades.



Si por acá llueve, por allá no escampa. Los chulos de la Alba imitan lo que les marca Miraflores, y si la Kristina la tiene cogida con “Clarín” y “La Nación”, Correa quiere quebrar a “El Universo”. Ni qué decir de los personajillos más despreciables de la pandilla de vividores, Ortega y Evo. Todos ellos, los de por allá y los de estos lados —pero principalmente los que aquí desgobiernan— no cejan en sus esfuerzos para lograr lo que ya Cuba sufre: la falta importante de medios que publiquen las cosas que están mal, las que la comunidad requiere saber, las que muestran cómo en otras partes del mundo se avanza y se mejora. Es que la nomenklatura, para poder seguir pegada a la ubre oficial, tiene que tratar de taparle los ojos y los oídos a la población. Es verdad que todo el tiraje de “Granma” y “Juventud Rebelde” se vende todos los días. Pero los cubanos los compran, no para leerlos sino porque en ese país escasea el papel higiénico.



Aquí, ya no les basta con poner trabas burocráticas a los periódicos. Ahora se valen del abuso de poder con el cual se imponen en el Legislativo y el Judicial —ayudados por el Ministerio Impúdico y la Defensora del Puesto— para ponérselas difíciles a los diarios. Ahora, un gaznápiro propone, desde el Consejo Legislativo de Carabobo, que se pida a la Fiscalía que se investigue a “Notitarde”. Y el resto de la manada levanta las garras siniestras —es que el sectarismo los lleva a privilegiar la zurda, la mano que los musulmanes suponen despreciable— para secundar la propuesta. Es que ne-ce-si-tan doblegar a este diario porque es el segundo en tiraje de toda Venezuela, porque dice las verdades bien dichas, porque sus titulares les escuecen. Y que no se diga que es un medio sectario; en sus páginas tienen cabida personas de todos los pensamientos, incluyendo a varios de clara tendencia roja-rojita. Es más: hasta dirigentes del partido de gobierno hay entre sus opinadores.



La imputación no puede ser más traída de las greñas: que el diario le publicaba avisos a los Makled. Lo que no afirman, pero que dejan flotando en el aire, es que “Notitarde”, debe estar metida en narcotráfico. Es aquello tan fascista de enfangar, sin el más mínimo escrúpulo, a cualquiera que se les atraviese en el camino hacia el socialismo de pacotilla que preconizan. Ya el diario dejó muy claro que, cuando esos tristemente famosos personajes anunciaron en sus páginas, todavía no había causas criminales contra ellos. Es más: uno de ellos era candidato a la Alcaldía de Valencia con apoyo rojo y el otro era el principal favorecido por la “prodigalidad” oficial al ser el mayor distribuidor de área de la Petroquímica y el concesionario de la mayor superficie de patios de almacenamiento en el área portuaria de Puerto Cabello. Reitero lo que ya todo el mundo sabe: los Makled pagaron avisos en octubre del 2007, y su implicación por drogas es de noviembre del 2008, cuando comienzan Alcalá Cordones y Acosta Carlez a disputarse la primacía en los negocios aquellos…



Los paniaguados del Consejo Legislativo no pasan de ser sicarios comisionados para asesinar la buena reputación que Notitarde ha ido ganándose día a día por el trabajo esforzado y conjunto de directivos, reporteros, empleados y obreros. Lo que quieren es acabar con la buena acogida que el diario tiene entre la población por la variedad de la información que presenta; porque de un diario vespertino de circulación local, ha llegado a ser un matutino de amplia cobertura en el territorio nacional. Por tanto, tienen que tratar de ponerle la mano, o por lo menos, tratar de silenciarlo. Pues, empleando una frase de esas que tanto abusan ellos: ¡No pasarán!

De “gracias a la enfermedad” y otros oxímoros


Me sucede con frecuencia: alguien me intercepta y me reclama que no escribo tanto como antes acerca de las cosas del lenguaje. Son personas que reconocen mi debilidad por todo lo relacionado con la corrección en el lenguaje escrito, con el empleo esmerado del idioma. Mi contestación es siempre la misma: esa manía todavía la tengo, pero ahora no estoy escribiendo mucho acerca de gramática porque la mayoría de mis lectores espera de mí, siempre, fogosos escritos de denuncia en contra de los rojos que están acabando con el país, sus riquezas, sus buenas costumbres y la poca moralidad pública que todavía quedaba. En verdad, disfruto más escribiendo y publicando los primeros porque siento que estoy ayudando en una batalla por el español, que es un bien perceptible que debe estar destinado a perdurar por muchos siglos. Pero no me da pena alguna admitir que cuando escribo de los segundos, al final me siento más liviano, descargado de tensiones. Es mejor, y más barato, que ir a un psiquiatra. Hoy, ensayaré una mezcla de las dos modalidades.



Con frecuencia, uno escucha por radio, o lee en los periódicos, frases como: “éxito terrible”, “sufrir mejoras”, “plagado de virtudes”, etc. Esos casos siempre los califiqué de oxímoros involuntarios debidos a la superficial instrucción de quienes los emiten. Que son usualmente locutores o reporteros de esos que informan acerca de “dos damas se causaron heridas en un prostíbulo al pelear por un cliente”. Aclaremos una vaina: las damas no van a lupanares. Una dama, todos lo sabemos, es una “mujer noble y distinguida”. ¿No era más correcto decir que “dos mujeres salieron cortadas en el rifirrafe que se originó en un mabil por los favores de un parroquiano?



Dejo de lado la digresión y retomo el razonamiento. ¿Cómo puede ser terrible un éxito, que es definido por como: “resultado feliz”? O, ¿cómo se puede sufrir una mejora si ese verbo implica “sentir un daño o dolor” y el sustantivo que le sigue sugiere el goce de un alivio, una recuperación? O, ¿cómo las virtudes, que son “acciones conformes a la ley moral”, pueden estar “plagadas”, o sea: “llenas de cosas nocivas o no convenientes”?



Ahora, la certidumbre que tenía ha comenzado a resquebrajarse. Es que después de ver cuántas cosas pasan en esta sufrida tierra por las acciones y omisiones de tantos imbéciles que actúan de funcionarios —y que disfrutan de “beneficios colaterales no oficiales”, por ponerlo en lenguaje “políticamente correcto” — ya no estoy tan seguro.



Actualmente, se puede decir si incurrir en error que el régimen, al expropiar Agroisleña, se anotó un “éxito terrible”. Se dio el gustazo de aplastar a unos “sucios capitalistas” (a quienes no les ha pagado, como cosa rara) al quitarles el fruto de su trabajo, pero a un costo atroz: rebajaron de un solo caraxazo la superficie sembrada. ¡Terrible el éxito! Sobre todo para los más pobres, que ven cómo escasean los alimentos frescos.



Cuando alguien viaja hacia Caracas por una autopista que acaban de asfaltar y ya está plena de cráteres, o abre el grifo en una casa valenciana y lo que sale es algo ocre y maloliente, o se cala las colas caraqueñas porque el populismo ramplón impidió que funcionase el “pico y placa” que habían implantado los alcaldes mirandinos, puede comprobar que eso de “sufrir mejoras” ya no es más un oxímoron. ¡Es una realidad originada en la desidia, ineptitud  y corrupción de los burócratas del régimen!



Ya no es un error decir: “conseguir malos resultados”. Antes sí. Porque “conseguir” es “alcanzar, lograr lo deseado”. Y normalmente uno no desea tener malos desenlaces. Pero es que no estamos en tiempos normales. Y este régimen es la negación del sentido común. Cuando hostigan a los productores, cuando se apropian de empresas, terrenos, edificaciones y fábricas, es lo que desean obtener: que tales acciones ayuden en la depauperación del país. Porque ellos necesitan que todos seamos pobres. Así habrá más personas que vayan hacia ellos con las manos extendidas, suplicantes.





Antes no se podía decir “gracias a…” y continuar la frase con algo malo o dañino. Porque esa locución preposicional implicaba que algo o alguien producía un bien o evitaba un mal. Ahora no. Ahora, los reparadores de electrodomésticos pueden decir que se están llenando “gracias a los apagones que causa la ineptitud e impericia de Corpoelec”. Los choros dicen lo mismo. Y los pavos que quieren jamonear a la jeva, también…



También, se puede expresar que “gracias a la enfermedad” ha sucedido un montón de cosas: la familia real barinesa goza de hoteles, paseos, compras y comidas que jamás soñaron —o sea, para seguir en la vena oximorónica, que ha “disfrutado del tratamiento médico”—, los valetudinarios hermanitos Castro siguen llenándose, y el futuro de Venezuela se ve más despejado…

El drama de pagar



Como el alcalde de donde vivo —que no es el de Valencia; de él me encargaré más adelante— lo está haciendo mucho mejor de cómo mucha gente esperaba, decidí que había que ayudarlo en su gestión. Para eso, me fui a pagar los impuestos de circulación vehicular y de lo que impropiamente los venezolanos llamamos “el derecho de frente”. El edificio limpio, nada de mugre, manchas o grafiti, con buenos carteles indicadores, y los funcionarios contestaron cortésmente nuestras preguntas. ¡Pero las colas! ¡Inmensas! Tanto, que a pesar de haber salido de casa revestido de buena ciudadanía, me dije: “Alejandro puede esperar un poco más por mis contribuciones al fisco; buscaré una mejor hora para la diligencia”.

Es el drama de toda Venezuela. País rentista como ha sido por casi un siglo, dejó atrofiar —o no desarrolló— las destrezas en la cobranza. Los vigilantes de tránsito son como son, en mucho, porque ya no se les provee de boleteras para imponer citaciones por infracciones; lo que influye de dos maneras, ambas negativas: los conductores irrespetamos mucho más el reglamento, y queda sin entrar dinero al erario pues es desviado a los bolsillos “fiscales”. Cuando uno tiene necesidad de obtener un mapa en la Cartografía, no puede comprarlo porque esta no es perceptora de fondos nacionales; por tanto, regalan los mapas, con pérdida para la nación. La absurda eliminación por el régimen de los cobros de peajes en las autopistas resultó en una infraestructura vial que se desmorona; porque ahora dependen de un burócrata caraqueño que no sabe nada de nada pero que mantiene suavemente tensadas las partes pudendas del jefe. Hasta hace poco, cuando las vías eran responsabilidad regional y se cobraba por su tránsito, no solamente la capa asfáltica estaba en buen estado sino que las adyacencias se veían impolutas, los viajeros estaban cubiertos por seguros de vida y gozaban del auxilio vial si se accidentaban. Como estos, mil ejemplos más.

Siempre, y en todas las latitudes, lo difícil es cobrar. Y es hasta lógico: el ente, el comerciante, o quien sea, si hace esfuerzos por cobrar y procrastina al pagar, mantiene un flujo de caja positivo. Con lo que asegura su éxito. Aquí, no. Aquí son difíciles ambas cosas. Los que tienen que cobrarle al Estado las pasan moradas por la burocracia y, sobre todo, por la “viveza” de unos pagadores que, paradójicamente, cobran.

Pero no es solo el estamento oficial el que dificulta los pagos. Los comercios privados también tienen sus peculiaridades. Por ejemplo, una híper-ferretería a la que el régimen le tiene la vista puesta puso una máquinas para la autoliquidación de las compras; pero en ellas siempre tiene que actuar un empleado porque, con cada intento de pago, este tiene que digitar una contraseña, después tiene que verificar que la tarjeta usada corresponda con la cédula del comprador, y luego tiene que tomar de este una de las copias del comprobante de pago.  Cuando los pitiyanquis compramos en un “Home Depot”, nada de estas cosas interfieren en el chinchineo del dinero entrante. El comprador se defiende solo, y si no sabe, que haga la cola para que lo atienda un dependiente. La tienda no tiene por qué dudar de que el tarjetahabiente sea su legítimo propietario; si sabe el código es porque, muy probablemente, lo sea. Y si no lo es, una grabación de las cámaras de seguridad está a la disposición de las autoridades para facilitar la detención del roba-tarjetas. ¡Y ya!


Tortura especial es la que impone el en mala hora alcalde de Valencia cuando sus policías municipales remolcan vehículos —sin importar si estos están bien o mal estacionados. El propietario debe ir a un estacionamiento que queda en el Tuyuyo Grande. Allí, para ser atendido, hay que esperar más de una hora afuera del recinto, —en descampado, sin donde guarecerse de los elementos y en las cercanías de una ranchería de donde puede brotar unos malandros para robarlo a uno. Después de haber pasado por las horcas caudinas de un funcionario que jura que sabe más de derecho que nadie y haber pagado el costo del remolque y el estacionamiento, hay que ir a las taquillas de la Alcaldía, a unos 5-6 kilómetros de distancia, para coger un número y pagar la multa. Después, con el recibo de la multa, hay que ir a otra dependencia, como a otros 5 kilómetros para que la Policía Municipal borre del sistema la placa del vehículo, no sea que se lo vuelvan a llevar. Solo después de cerrar el circuito, rodando varios kilómetros más hacia el estacionamiento, es que se puede recuperar el vehículo. Eso, en una alcaldía en la que su titular, por la infinita sabiduría de Boves II, asiste a las reuniones de gabinete ministerial. Debe ser que el alca-Parra estaba dormido cuando aquel daba la orden de simplificar los procedimientos administrativos