martes, 6 de diciembre de 2011

La cumbre de la megalomanía

Un dato que se les escapa a la mayoría de los opinadores que ha comentado la reciente reunión en Caracas es que la fecha original de la convocatoria era para el julio pasado. Y que la programación hubo de ser pospuesta porque Esteban estaba malito en la Cuba de sus amores. Ya nada más que este indicio señalaba cuál es la verdadera razón del llamamiento: el afán de protagonismo del narcisista convocante, quien necesita ser el foco de la atención en todo momento. Toda la altisonante fronda verbal emitida durante la preparación y desarrollo del fasto no era sino el mascarón de proa. En verdad, otro tema se percibía como justificación: la tirria contra el imperio meeejmo que muestra. Pero solo de bemba para afuera. ¡Ni de vainas que va a antagonizar de veras al único cliente que le paga el petróleo en moneda dura!
La aproximación indirecta marcó el paso en esta ocasión. No se atacó directamente a la OEA —excepto por algo que dijo el modosito del Chaderton, tan obsecuente siempre— pero se dio los pasos para reemplazarla. Porque "ni los Estados Unidos ni Canadá son como nosotros; no hablan nuestra lengua". De seguro que los surinameses y los barbadenses sí son igualitos y sí manejan el español. Es verdad que la OEA no es un dechado de eficiencia —sobre todo desde que Insulsa está al frente— pero buscar reemplazarla por algo que ni siquiera tiene reglas para la toma de decisiones es como mucho. ¡Pero hay que acabarla! Porque tiene unas instituciones que le estorban a esos arquetipos de demócratas que se han hecho con el poder en algunos países. Es que tanto a Elke Tekonté como a Ortega, Correa y Evo —para mencionar a unos pocos— la existencia de una Comisión de Derechos Humanos y de un tribunal internacional que atienda esa materia son un obstáculo para sus anhelos de acabar con la libertad de prensa, sus pretensiones de no responder por los desmanes que cometen contra sus conciudadanos y sus apetencias de poder omnímodo.
Esos y los demás presidentes que vinieron al festín. ¡Claro, ni bolsas que fueran! Unos vinieron con facturas por delante, o a defender los intereses de sus empresarios (México, Brasil, Uruguay, Colombia, Chile, Argentina); la mayoría, como chulos de Venezuela que son, con las manos extendidas de siempre. Tanto los "tírame-algo" de siempre (Cuba, Bolivia, Nicaragua) como los eventuales de las mininaciones del Caribe angloparlante consiguieron sus migajas. Que era lo que les interesaba. Todos se fueron con plata nuestra en sus maletines, porque saben que dentro de poco se les acaba la manguangua. Sea que el enfermito pele gajo, sea que alguien más capaz, más patriota y más honrado lo reemplace en Miraflores. Vilma y Cristina fueron tan descaradas que apenas logrado su cometido agarraron sus aviones y se fueron. No esperaron la foto final.
Mientras los cubiches y los nicas se iban buchones y con compromisos de hacerles refinerías ¡otras más para sobrepasar las veintena de las que ha ofrecido el Fementido!, las nuestras están trabajando a media máquina, o paradas, por esa mezcla insalubre de incapacidad de los "técnicos" y la desviación hacia bolsillos boliburgueses de dineros requeridos para el mantenimiento. Mientras colombianos y mexicanos celebran que sus mandatarios consiguieron que se les pagara parte de lo que alegremente incautó o compró Esteban, los venezolanos que han sufrido inicuas confiscaciones disfrazadas de "nacionalizaciones" y los empresarios nativos que dan viajes y más viajes a las oficinas gubernamentales para tratar de cobrar las deudas de años lo que consiguen son humillaciones.
Caracas está empapelada con avisos donde Risarrita quiere hacernos creer que "Caracas siente la solidaridad" y que "Caracas celebra la paz". Pero, es que el verbo "sentir" no implica solamente: "percibir sensaciones", también tiene una acepción de: "padecer un dolor", "sufrir un daño". Sinceramente, creo que el caraqueño (y todos los venezolanos) entendemos esos carteles como que esa solidaridad, cuando nos la imponen a juro, cuando significa luz para la calle y oscuridad en la casa, ya no es tan virtud y amargamente se intuye más como resentimiento, como agravio. Y lo de celebrar… ¿A qué paz se refiere? Porque el montón de muertos todos los días, la gente tomándose la justicia por propia mano, el desgobierno imperando no son signos de paz propiamente. A menos que, como es frecuente en las comunicaciones y propagandas del régimen, hayan escrito mal. Que lo que intentaron fue explicar que "Caracas celebra a La Paz". Era un tributo a Evo por su discurso acusando a los Estados Unidos por la contaminación; sin decir ni una palabra de la que generan los chinos. Pero es que a éstos, ni con el pétalo de una rosa. Por órdenes de Suco Mandante…

martes, 29 de noviembre de 2011

La fábrica de pobres

Como si no fuera ya bastante el chorro de reales que se reparte pródigamente en misiones que no ayudan a sacar el país del atolladero sino que han creado una clase parásita que no produce sino que medra del erario, Su Adiposa Inmensidad —desesperadito porque ve cómo se le escapan los votos de cara al 2012— acaba de ofrecer una nueva que no pasa de ser un descarado intento de soborno a las madres más ingenuas (que son las únicas que se comen las mentiras de Mentira Fresca). Ya las largas e inclementes colas en las afueras del Banco Industrial se verán engrosadas por señoras con tremendas barrigas que sostienen a un bebé con un brazo mientras retienen con la otra mano al otro tripón para que no se les escape y corra el riesgo de ser pisado por un carro. ¡Menesterosos del mundo, uníos! ¡Vengan a mí, que tengo flor!

Mientras ese derroche sigue, el país se nos muere de mengua. Es la realidad, aunque el régimen trate de ocultar el hecho de que no ha impulsado el progreso nacional sino que nos lleva en retroceso hacia lo más oscuro y primitivo del final del siglo XIX. Esos dineros malbaratados en misiones alcahuetas de la flojera, en subsidiar la gasolina de alto octanaje que no es precisamente la que emplean las clases populares, en seguir comprando amigos fuera de las fronteras, en tratar —cual hormiga que se empeña en picar a un rinoceronte— de acabar con “el imperio meeesmo” pudieran haber sido mejor empleados en aumentar, mantener y modernizar las redes viales, las escuelas, los hospitales y las instituciones que deben prestar seguridad pública. ¿Cuánto no se hubiese dinamizado la economía venezolana (y cuántos muertos menos tuviésemos) si se hubiese invertido en las carreteras lo que se gastó en regalar asfalto a Jamaica y Bolivia? ¿Cuántas familias hubieran salido de la dependencia “misionera” si se hubiera construido de verdad-verdad casas, escuelas y hospitales en la provincia venezolana y no regalados a Cuba, Benín, Uruguay y pare de contar? ¿Cuánto mejor estuviese funcionando la infraestructura empresarial si se hubiese instalado generadores eléctricos aquí en vez de regalarlos a Nicaragua? La escena mundial pensaba que nosotros íbamos a ser el primer país suramericano que iba a salir del Tercer Mundo. Y apareció el moderno Atila con sus hunos y su inmenso odio.

Cada día será mayor la cantidad de pobres, sin importar cuánto mienta Elías Eljuri por órdenes superiores. Todo, de acuerdo a la filosofía imperante de que hay que nivelar por lo bajo; que “ser rico es malo”. Y es que, recordando algo que me explicó hace mucho tiempo un expresidente colombiano, “las izquierdas harán cualquier cosa por los pobres, menos acabar con la pobreza”. Es que ese tipo de regímenes necesita que la gente vaya hacia ellos con las palmas de las manos extendidas y vueltas hacia arriba, en actitud suplicante. Porque es la única manera que conocen de mantenerse en el poder. Los italianos, desde los años sesenta, lo explican con las palabras con las que don Camilo —el cura que pintó Guareschi— enrostraba a Peppone, el alcalde del pueblo: "I comunisti amano così tanto i poveri che vogliono creare altri".

Manuel Barreto recordaba hace días que el líder de la “Revolución de los Claveles”, Otelo Carvalho, cuando visitó al Primer Ministro sueco le dijo que necesitaba ayuda para acabar con los ricos, y Palme, sin hacerse el sueco, le respondió, “Tenemos un pequeño problema, yo lo que quiero es acabar con los pobres”. Lo que me trajo a la mente algo sucedido en el año 63, apenas comenzando las guerrillas en la sierra de Falcón: los bandoleros llegaron a un caserío, reunieron a los lugareños en el centro del lugar y uno empezó a informarles que el objetivo del movimiento guerrillero era acabar con los ricos para que todo el mundo fuese como ellos, pobres. Un anciano ripostó algo parecido a como dijo Palme, que él no quería que los ricos fuesen pobres sino al revés. Lo fusilaron al instante…

Gente que piensa así todavía es quienes, para pérdida de la nación, dragonean, desmandan y mangonean desde los más altos estratos. Empezando por el presidente del parlamento —empeñado en una vindicta absurda por algo que no ocurrió—, siguiendo por el comandante Fausto, los asaltabancos Inmaduro, Cilicia y Bednal; pero que no se quedan es ellos solos. Hay quienes —aunque todavía no hay confesión de parte, pero ya llegará el descaro a ese colmo—ingresaron en la Academia Militar por instrucciones del comunismo internacional para minar las instituciones. ¡Y mire que lo han hecho bien! Lo único. También hay émulos. Como la inefable MinPoPoEduSup, quien quiere imponer eso de que los bachilleres piensen de una única manera, olvidándose que ella es producto de una universidad donde se estudiaba y discutía diversos modelos socio-económicos e ideologías.

martes, 22 de noviembre de 2011

Pa’ preocupase

El Orate Sabanetense sigue prometiendo irresponsablemente. Menos mal que es más mentiroso que un brassiere con relleno. Y por eso, no se cumple las tres cuartas partes de las cosas que jura que va a dar. Aún así, las barrabasadas demagógicas que trata de implementar implican un endeudamiento importante para los venezolanos. Con el fin de mantenerse en el poder, gasta insensatamente y compromete el futuro del país y sus futuros ciudadanos. La deuda contraída con medio mundo que tendrán que pagar mis bisnietos —que los he de tener algún día— será enorme.

Se maneja sin control alguno los recursos públicos. El gasto se realiza en base a conveniencias políticas bastardas, bajo designios megalomaníacos y con la complicidad de otros poderes. Y sigilosamente, porque en secreto es que funcionan las tiranías. No se ve resultados, sino inflación, inseguridad, escasez y cuentas por pagar. Así, el país nunca llegará a un estadio de civilidad y prosperidad.

Digo esto como una reafirmación de lo que aseveraba hace poco acerca de que los precandidatos no han presentado programas de gobierno, sino promesas. Lo cual es comprensible, tienen que tratar de neutralizar a Esteban Dolero. Pero que no basta. Puede que estas le basten a la porción menos analítica del electorado. Pero hay quienes necesitamos más proposiciones programáticas que meras promisiones.

Lo que el régimen ha creado en estos largos trece años es un monstruo. Aprovechando que estamos en año de censo, hagan la prueba que yo hice: dividan la deuda pública de 2001 entre los 23 millones de venezolanos que éramos ese año; luego, hagan lo mismo con los guarismos del año que corre. Es para pararle los pelos a cualquiera. Cada venezolano debe hoy casi cinco mil billetes verdes. Y, claro, eso son minucias para los bolipotentados que hoy mangonean en todos los poderes, inclusive los dizque independientes. Pero para Cabez’e Ñame Pérez es muy duro. Fue quien me dijo lo que tomé para título de hoy: “Es pa’ preocupase, mayol”.

Porque hasta ese humilde hombre sabe que hay más de un prestamista —sea república seria, banco inclemente o revolucionario avivato y agiotista— que está cantando la canción que le susurraba la mesonera al cliente pasado de copas: “Es una deuda que tienes que pagar…” A nosotros no nos quedará el recurso del borracho que le contestaba: “Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando…” Las deudas contraídas por la república deben ser honradas por el gobierno que reemplace al régimen. Sin importar cómo y quiénes dilapidaron esos dineros. Porque estará conformado por gente seria que entiende que habrá que tragar grueso y comportarse correctamente; no como los actuales mandatarios.

Nada más que por eso, debiera haber un segundo “debate” entre los precandidatos. Porque implica hablar de finanzas, relaciones exteriores, dinamización del aparato productivo y responsabilidades administrativas. Estoy claro en que la economía y las finanzas no son fáciles de explicar para el común de las gentes. Pero comparando con casos del día a día se puede llegar al grueso del electorado. Porque para ellos esa materia es tremendamente importante —así no lo perciban hasta que uno se los haga entender.   

Hay que desmontar el discurso oficial de que la deuda que ellos insolventemente contraen es una palanca para progresar. No lo es, ni lo será, mientras esos manilargos sean los que se despachen y se den el vuelto. Todos esos miles de millones que han “administrado” se vuelven puras prebendas destinadas a comprar el voto de los simples de mente. Y la complicidad de otros mandatarios en otros países. En verdad, el endeudamiento puede ser beneficioso, como en el caso de un agricultor que saque fiado un tractor, o un industrial que compre una nueva máquina. Pero estamos ante el caso de un tipo que, sin importar el hambre que pasan sus hijos, pide prestado para malgastar en caña, regalarles plata a los vecinos y comprar una pistola chíiisima.

Otrosí.
Hablando de preocupaciones, hay una que me surgió luego de leer una noticia por Internet: un estudio realizado en el Stanford Cancer Center de Palo Alto, California y publicado en “Archives of Neurology” llega a la conclusión de que muchos enfermos de cáncer, si sobreviven, pierden agudeza mental y “muestran cambios en aspectos claves de la función cerebral que pueden ser trasladados a dificultades en el mundo real”. Y cuando digo “muchos” es porque la vocera de esa institución, la doctora Shelli R. Kesler habla de que en “hasta el 75%” se presenta eso que ya los oncólogos de todo el mundo denominan "chemo fog". La niebla que pareciera posarse sobre la mente de los escapados de ese mal. Mi preocupación surge porque si Elke Tekonté no era muy brillante mentalmente que digamos, si es que se salva, tendrá menos sinapsis detrás de la verruga…

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Villanos sobre el escenario

En la ópera, la voz de barítono casi siempre está reservada para personajes solemnes, como el gran sacerdote en “Madama Butterfly”, Wotan en “El anillo d los nibelungos” y el faraón, en “Aída”, o personajes trágicos, como Rigoletto y Macbeth, en la ópera que llevan esos mismos nombres. De cuando en cuando, aparecen figuras cómicas, como Fígaro y Bartolo en “El Barbero de Sevilla”. Los rusos escogieron tonos de barítono, no de tenor, que es lo usual, para algunos de sus personajes principales, como Eugenio Onegin, Boris Godunov y el Príncipe Igor, en las óperas de iguales títulos. Pero lo que quiero destacar hoy es a ciertos villanos que cantan en esa tonalidad. Porque, la ópera y de la vida real son similares en que en ellas actúan muérganos que disfrutan amargándole la vida tanto a quienes tienen roles en la escena como quienes ven desde la platea. Vale decir, de los que formamos el grueso de la población

Claro que también hay bribones desvergonzados que cantan en la gama de tenor. Recordemos al Pinkerton de “Madama Butterfly”, un irresponsable que seduce a una joven inocente, la preña, la abandona y, después del parto, le manda a quitar el muchachito con la esposa legítima. ¡Con razón, a Cio Cio San no le queda más remedio que hacerse el harakiri! Por otra parte, el aria probablemente más popular en todo el mundo la canta el Duque de Mantua, en “Rigoletto”; un gran carajo, un abusador que busca tener sexo hasta con las esposas de los miembros de su corte. La gente tatarea “La donna è mobile” por su música pegajosa sin saber, quizá, que es toda una afrenta contra las mujeres, quienes según el bribón están en el mundo para ser engañadas por él. El duque, si viviera en el siglo XXI y no existiera Esteban Dolero sería la viva imagen del abuso de poder.

En “Otelo” nos encontramos a Yago. Su manipulación de personas desprevenidas, que tienden a pensar bien, hace que el moro asesine a su casta esposa y, luego —al ver la monstruosidad que ha cometido por el engaño que ha sufrido— se suicide. ¿Qué mueve a Yago? El despecho de ver que el ascenso que, según él le tocaba, se lo dieron a otro. Me imagino que el Dux, cuando lo manda a arrestar, estaba pensando en hacerle cargos por difamación, calumnia, intento de asesinato y hurto. Lástima que los jerarcas rojos de por aquí no sufrirán pena parecida. Por una doble razón. Primero, Elke Tekonté ha creado tantos ministerios y tantas canonjías que a cada uno le tocará la suya y no habrá pelea. Y, segundo, en el caso de que alguno sea llevado a tribunales, por ser de alto rango, serán presentados en el Tribunal de la Suprema Injusticia; allí, de manera guillada le mostrarán sus sendos carnés a la Stella de Yaracuy, y ¡presto! Declarados inocentes…

Otro maluco de antología es el Don Giovanni de la ópera del mismo nombre escrita por Mozart. El tipo es un cortesano tan bragueta brava que se jacta de las mujeres que ha engatusado para obtener sus favores. Tantas, que Leporello, su sirviente, explica que sus conquistas son: 640 en Italia, 231 en Alemania, 100 en Francia, 91 en Turquía, “ma in Spagna, mile tre”. El personaje, basado en la obra de Tirso de Molina, es tan inicuo que no solo mata al Comendador padre de una joven a la que trata de seducir, sino que se mofa de la estatua que le levantan a este y la invita a cenar. No contaba con que el Comendador se le iba a presentar en el banquete y se lo iba a llevar para el infierno… Cosa que uno quisiera también para quienes llevaron a la muerte a Franklin Brito y tantos otros; y a quienes mantienen en prisiones injustas, arbitrarias, a tanto prisionero político como hay.

Y está el Scarpia de “Tosca”, un personaje tan abyecto que al mismo momento que manda a sus sicarios a buscar a sus opositores políticos para ahorcarlos reza un Te Deum. Para mí, este personaje y el Mefistófeles de “Fausto” son los más malucos de toda la lírica. Pero Mefistófeles tiene que ser así porque es el diablo, el propio Don Sata. Pero que un ser humano se ensañe —encaramado en el poder— contra alguien por pasiones bajas es el colmo. Tortura a quienes considera sus enemigos, los manda a “ajusticiar”, extorsiona a quien le apetece sexualmente. Para que vean lo muérgano que es: le promete a Tosca que el fusilamiento de Mario solo será una patraña para dejarlo escapar después, cuando lo que le dice al esbirro es todo lo contrario, que lo maten. Recibe su merecido de manos de Tosca, pero por la consecuencia de sus acciones, queda un reguero de cadáveres. Igualito que por aquí, pues…




martes, 8 de noviembre de 2011

Ampolleteros glorificados


Domingo Choquehuanca era un inca ilustrado que gozaba de la amistad de Bolívar. Son famosas sus palabras pronosticadoras de que su gloria crecería con el tiempo “como las sombras cuando el sol declina”. En 1845, publicó un análisis denominado: “Complemento al Régimen Representativo” para criticar la sumisión del parlamento peruano al Ejecutivo, dadas las “gratificaciones” que repartía este. Ahí explicaba que la libertad individual peligraba porque en “las Cámaras legislativas: (…) no obrarán con libertad” debido a que para la conservación del carácter republicano se requiere, además de luces, una cierta independencia tanto de criterios como económica. De ese mal sufrimos todavía por esta tierra que fue de gracia. La mayoría en la Asamblea —conformada por áulicos que tiene menos votos que la oposición pero son más— emite cheques en blanco al régimen sin importar cuántos desprecios tenga que hacer a la sensatez y a la norma escrita. Por eso acaban de pasar una ley que en la práctica equipara a los fulanos “médicos integrales” a 007. O sea, les da licencia para matar.

También, de un solo plumazo, desvirtúan el fin buscado —que era que practicaran medicina simplificada, preventiva, en las comunidades— cuando los avala para que ejerzan en los hospitales y hasta los autoriza para que realicen especialidades. ¿Cómo, si no vieron siquiera Anatomía, si nunca le pasaron un escalpelo a un cadáver? Fue un desprecio a las escuelas de medicina más serias y a los académicos de la materia, quienes habían alertado acerca de lo peligroso para la salud de esa trapisonda del régimen.

Advirtieron que “más del 80% de los estudiantes de la carrera Medicina Integral Comunitaria asignados a instituciones docentes asistenciales” han tenido un “desempeño poco satisfactorio”;  que, por falta de “personal docente capacitado y entrenado en la facilitación y coordinación de programas de enseñanza (…) la formación masiva (…) pone en duda el logro de los objetivos diseñados”; que, aunque la Constitución dispone  que “se coordinará con las universidades las políticas de formación de recurso humano en Salud”, se ha excluido a las que tienen “mayor experiencia en la formación de profesionales de la salud y (…) se ha preferido a universidades que en algunos casos no tenían facultad o escuelas de medicina”; que, asimismo, la “Ley del ejercicio de la Medicina (…) establece (…) que para el ejercicio legal de la Medicina es necesaria la obtención del título de Médico Cirujano”.

Uno tras otro, tres ministros y el rector de la UNEFA (título exagerado, porque esa vaina debiera tener un director) salieron a declarar sobre la materia recientemente, como perritos de la RCA Victor (fieles a la voz del amo), ¡ni bolsas que fueran!, trataron de refutar a los que saben de eso.

Una afirmó que los tales médicos integrantes "tienen hasta más experiencia y conocimientos que los profesionales que estudiaron siete años” y que “el Consejo Nacional de Universidades avaló la carrera”. Falso lo primero porque desde primer grado sabemos que tres es menos de la mitad de siete; ergo, no puedes meter en tres años las enseñanzas y las prácticas de siete; cierto lo segundo, pero es que ya sabemos que en ese consejo hay más rectores de universidades “experimentales”, nombrados a dedo por el régimen, que anulan las argumentaciones de los rectores universidades autónomas, elegidos en comicios, por sus méritos, sin importar cuán sensatas sean estas. Ni que las autónomas tienen escuelas de medicina, cosa de las que carecen la mayoría de las “experimentales”.

La minpoposalud fue más lejos. Y hasta un tiro en el pie se dio: afirmó que “estos jóvenes se meten en los barrios y conocen las realidades del pueblo”. Okey, ministra, haga buena su afirmación: ordene que ninguno de ellos esté en los hospitales; déjele eso a médicos mejor formados. Mándelos a todos a reabrir los módulos de Barrio Adentro que los cubanos que huyeron hacia el imperio dejaron solos.

¡Y el rector se la comió!  Señaló que ese “programa de estudio es serio porque los estudiantes de Medicina Integral tienen que cubrir 14 mil horas de estudio”.

Saquemos la cuenta. Si fueran cuatro años de estudios —que no lo son porque uno se pierde en escuchar intentos de lavado de cerebro y en ir obligados a las manifestaciones “espontáneas” organizadas en apoyo a Elke Tekonté— serían 3500 horas por año. Casi diez horas TODOS los días del año; cosa que no es real. Porque en Venezuela el año lectivo no llega ni a los 180 días que ordena la Ley. O sea, el rector asevera que los pichones de matasanos pasan ¡19 horas y media diarias estudiando! Sí, Luis…

Los venezolanos deberemos hacer todo lo que sea necesario para que la jugarreta de poner nuestra salud y la de los nuestros en manos de ampolleteros glorificados no progrese. ¡Ni que fuésemos bolsas! O masoquistas…

martes, 1 de noviembre de 2011

Ganar el futuro del país

Manuel Barreto, en su más reciente escrito, citó a Churchill: "Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones". Esa gran verdad me ha estado preocupando desde hace bastante tiempo; porque los precandidatos lo que han hecho hasta ahora es imitar a Elke Tekonté en eso de ofrecer el cielo en la tierra, sin pararse a meditar qué es lo que conviene al país. Puesto en dos platos, al igual que el  tipo aquel, se preocupan más en ganar elecciones que en ganar el futuro de la nación. Los precandidatos —a quienes reconozco patriotismo, capacidades y buena voluntad— tienen que contemplar que la ruina que ha originado esta dizque revolución es de tal tamaño que pone en grave riesgo el desarrollo del país y el futuro de las próximas generaciones. Y partir de allí.

Por la mezquina visión del detentador (uso bien el sustantivo) del gobierno, por privilegiar su interés personal, por su desmedido afán de poder, es que los venezolanos —inclusive los que no han nacido todavía— les debemos a cada santo una vela. Al régimen actual y a su hegemón no les interesa lo que quedará de país cuando ¡al fin! salgamos de ellos. Lo de ellos es medrar y sobrevivir lo más que sea posible. Es tratar de seguir subiendo por el mástil del barco que se hunde, mientras que halan la caja fuerte que sacaron del camarote del capitán. Lo que intentan es ver si logran mantenerse por encima del agua, y con plata, de la manera que sea, la mayor parte del tiempo. Un barco al que ellos mismos le abrieron los boquetes por debajo de la línea de flotación.

La muestra más reciente de ese horadar el casco de la nave está en la medida tomada este domingo de expropiar —previo los desplantes y las descalificaciones usuales— a lo que se conoce desde hace más de un siglo como “La Compañía Inglesa”. No les ha importado el desastroso estado en el que hoy se encuentran los hatos que ya esa empresa les había entregado previa torcida de brazo, como es costumbre de la robolución. Y que recibieron en plena producción, con ganado, con instalaciones eficientes. Hoy son eriales en los que unos cuantos avivatos rojos, después de desaparecer las cabezas de ganado (unas en gandolas, otras en parrilladas), se echan palos con las queridas en las piscinas de los fundos. Ya veremos; las más de 130 mil reses que hoy confiscan se esfumarán. Los padrotes irán a las “tierritas en el interior” que tienen algunos personeros rojos, los vientres serán convertidos en carnes en vara para los muertos-de-hambre que aprovechan esos desórdenes, y solo uno que otro maute irá a colgar de un gancho en un local insalubre de Pudreval.

Una de las tareas que debe enfrentar el precandidato que triunfe en las primarias —y que, lo doy por descontado, será el presidente de un período de transición— es el desmontaje de este aparataje oficial absurdo. Pareciera que el régimen entendió mal la seña. Lo que la receta recomienda es: “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Porque es que mientras mayor sea la presencia del todopoderoso Estado, menor será el disfrute de los derechos que tendremos los individuos para el ejercicio de la vida. La receta, ellos la han transformado en “tantas dependencias e instancias estatales y paraestatales como sea posible, solo tanto mercado como no hayamos podido cogernos después de las confiscaciones”. Es ridículo, por decir lo menos, que en Venezuela haya más ministros que en —para mencionar dos gobiernos exitosos— Colombia y Chile. También es una vergüenza que el Tribunal de la Suprema Injusticia de por aquí tenga más miembros (no quiero llamarlos “magistrados”) que la sumatoria de los de Brasil y México; países que sumados, nos decuplican en población. Pero enmendar eso no será tarea presidencial sino legislativa. O constituyente, si a ver vamos.

De promesas ya tenemos trece años. Lo que debe ofrecerse es un proyecto político que, además de posible, revierta la perversidad esa de que los ciudadanos estamos para servir al gobierno. ¡Por Dios, es al revés! Fuimos las personas quienes creamos al Estado, y solo para que este fuese nuestro vehículo de solución de problemas. Pero aquí se ufana en ser el creador de ellos…

Otrosí
Estamos claros en que a Esteban la cultura no le sobra; pero eso de que no sepa conjugar un verbo es el colmo. Sobre todo uno que ha estado escuchando desde que ingresó en la academia para minar la institucionalidad: “alinear”. En su más reciente intento de lavarle el cerebro a los cadetes los dijo: “Alíniense” ¡Horrible! Pudo, ya que le gusta tanto dar voces de mando, ordenar: “¡Aline… AR! Si no, debió haber usado el imperativo “alinéense”

sábado, 29 de octubre de 2011

Lo hacen perder tiempo a uno…


Uno ya tenía la idea de atacar problemas actuales en el escrito y hete aquí que aparece un trasnochado cantando loas a su adorado y mofletudo comanpresi y criticando que uno haya opinado la semana pasada que Genghis Khan lo hubiera hecho mejor que aquel. Quería uno hacer comentarios acerca de cosas importantes y actuales: de las declaraciones del trío de médicos desde el Hospital Militar; de los más de $ 1,8 millardos que le han dado, de nuestros reales, a los cubiches en escasos tres años; de los intentos de callar a Globovisión; del trágico fin del hegemón libio; de lo que pudiésemos aprender de las recientes elecciones argentinas, etc. O sea, cosas que ayuden a pensar acerca de cómo mejorar la democracia en Venezuela. Y sale un paniaguado a decirme que su jefecito lindo tiene una media docena de doctorados concedidos por sus méritos y, por tanto, no puede ser comparado con un salvaje que no sabía escribir. ¡Por amor de Dios! Solo dos, —los venezolanos y los extranjeros— saben cuáles universidades se los concedieron, en razón de qué, cuánto hubo pa’ eso, cuán caros nos salen a los venezolanos esos pergaminos, y que el tipo no tiene pasta de doctor. Por lo menos para mí, que alguien salga raspado en el examen teórico de Táctica General en el curso para teniente coronel —y que después, cuando intentó aplicar sus defectuosos conocimientos durante la asonada del 4-F, haya salido raspado otra vez en el examen práctico— no tiene atributos, mucho menos aptitud, para un doctorado.

De las declaraciones del grupo de médicos que no tienen pacientes sino negocios en el Hospital Militar ya se ha dicho mucho. No vale la pena llover sobre mojado. Porque eso de afirmar que Navarrete no puede opinar sobre la salud de El Poseso porque no fue su médico, lo que hace es anular cualquier criterio que el trío exponga sobre lo mismo porque ellos tampoco lo han siquiera auscultado. Lo que quería comentar es algo que dijo alguno de ellos: que el tipo nunca había sido sometido a tratamientos psiquiátricos. Dos acotaciones: primero, eso es falso porque Edmundo Chirinos era su loquero de cabecera — posiblemente por eso es que actúa con tanta vesania y depravación—, y segundo, quizás por eso es que estamos como estamos: porque no lo ha revisado un alienista serio y responsable.

De la muerte del libio, lo que quería decir es que eso de, en un momento, creerse “rey de reyes” y, al ratico, su cadáver ser mostrado ¡sobre un refrigerador de supermercado!, es una medida de lo poco que el poder, los millones y unos pocos seguidores enceguecidos valen ante un pueblo determinado a quitarse de encima un yugo. A Mussolini le correspondió un final igual de abyecto. De Hussein, ni se diga. Lo que le toca a Libia ahora es arrancar de cero. Porque eso de pasar años y años bajo la mera voluntad de un mandatario que no reconoce texto constitucional tiene que socavar las bases de un país. Sin importar si es uno tribal, nómada y recién inventado o es uno con más de 200 años de tradición republicana y, mal que bien, estado de derecho. 

De la reelección de KK, los venezolanos debemos entender que la oposición no puede ir desunida en países donde impera el populismo más orondo y el ventajismo oficial más descarado. A uno le tiene que llamar la atención que Argentina —un país ilustrado, donde abundan las librerías bien abastecidas y gente bien instruida— tenga una clase política tan siglo XIX, con gobernadores que no son sino gamonales, gavilleros a la orden y con sueldo del gobierno. Y con dirigentes que no entienden que en la unidad está la salida de los gobiernos ladrones e ineficientes.

De esas y otras cosas es que quería escribir. Pero tengo que replicarle al gaznápiro rojo. ¡Mire, señor! Genghis no sabía escribir, pero se rodeó de los ministros más eficientes (cosa que el de aquí no hace). Por eso, el imperio mongol permitía y propiciaba la libertad de comercio. Para eso, garantizaba la seguridad de los viajeros a lo largo de todo el imperio; se apoyaba en papel moneda que era sólido y reconocido desde Rusia hasta India y desde Persia hasta China; las tarjetas de crédito —sí, las tarjetas de crédito fueron otro invento mongol— permitían adquirir bienes bien lejos de la casa de uno. O sea, permitieron la expansión del intercambio comercial. Todo lo contrario de lo que hacían los supuestamente cultos señores europeos, que aislaban su feudo del vecino y no dejaban que las mercaderías circulasen libremente. ¿Podría su amado Elke Tekonté y su caterva de ineptos lograr algo parecido en seguridad de circulación, respeto al signo monetario y libertad de comercio? Ni de vainas…

El gocho descentralizador

Primero que nada, déjenme decirles que lo adeco lo tengo bien lejos. Quizás es que perviven en mí los recuerdos de la prepotencia, el sectarismo y la rapacidad que los caracterizaba luego de tomar el poder en 1945. No dejo de reconocer que los adeístas intentaron modernizar el país en ese primer trienio, procuraron dotar a la nación de una Constitución moderna, aumentaron las posibilidades de estudio en el país —aunque a los que estudiábamos en colegios privados nos fregaron con el 321—, la mujer pudo acceder a derechos que les estaban negados, etc. También reconozco que entre 1959 y 1969 trataron de hacerlo bien en circunstancias terriblemente difíciles. Y lo lograron. Y que cuando perdieron por una ñinguitica de votos, entregaron el poder a su antagonista y le dieron el apoyo que necesitaba, cuando lo necesitaba.

Hoy, sigo mirando con ojo zahorí al partido blanco. Tengo muchos amigos en él. Un par de veces —-no lo niego— he usado su tarjeta para votar porque era la organización que me garantizaba mejor la defensa de mi sufragio. Reconozco que en la circunstancia actual, AD es una necesidad en la república. Pero la ideología adeca sigue lejos de mi manera de pensar. Tiendo a razonar más con la doctrina social de la Iglesia (aunque lo copeyano también lo tengo lejos).

Pero nada de lo anterior me impide reconocer que entre sus filas hubo, y hay, personas de mucha valía, por su intelecto, por su amor a la patria, por su capacidad gerencial. Lo que abundaba, sin embargo, era el “adeco pequeño”. Y digo “abundaba” porque ahora la mayoría de ellos se cambió para el PUS. Son huelefritos por naturaleza —ambilados es otro venezolanismo que les cabe— y van donde les repartan migajas. Reconozco, entonces, como uno de esos prohombres del acciondemocratismo a Carlos Andrés Pérez. De quien se ha escrito mucho últimamente, reconociéndole virtudes y valores que tenía pero que la pugnacidad política impedía ver. Yo quiero, en lo que queda de columna, asomar una faceta suya que toca de cerca a la gente de provincia. Su afán descentralizador.

Me consta de primerísima mano que todo lo que avanzó Carabobo a partir de 1990 se debe a una conjunción de voluntades. La de Henrique Salas por hacer de su tierra natal un arquetipo de avance, respeto al ciudadano, honradez y modernidad. Y la del presidente Pérez, empeñado —en contra de lo que deseaba su partido— en darle a las regiones una oportunidad. Reconozco como el que más la capacidad de trabajo y de convocatoria del gobernador Salas. Pero también habrá que aceptar —el doctor Salas, el primero— que si desde Caracas no se hubiese promulgado lo que el gracejo popular denominó “la Ley DDT” (Delimitación; Descentralización y Transferencia de Competencias) y la Presidencia no hubiese traspasado las capacidades que estaban en manos del Poder Central, no hubiera sido mucho lo que Carabobo hubiese avanzado. A pesar de su pujanza, de su alta concentración de graduados universitarios y de su numerosa mano de obra muy calificada. Creo que la mayoría de los estados del país puede aseverar cosas parecidas.

El puerto de Puerto Cabello dio un salto cualitativo y cuantitativo hacia adelante. No sólo llegaban más buques, se rompía records de toneladas cargadas y descargadas, y se disminuía el tiempo en que los buques tenían que estar fondeados esperando muelle, o estar atracados en uno de ellos; sino que la recaudación se centuplicó, manejada por gente mucho más honorable que la anterior. Lo que redundó en muchas más obras para Carabobo, y más ingresos para la ciudad portuaria, que nunca antes se había beneficiado de tener el primer puerto del país; y, por el contrario, debía sufrir todo lo malo que eso significa. Ahora, con el afán centralizador de la robolución, todo ha vuelto al statu quo ante. Pero peor, las autoridades actuales trajeron, entre otras lacras, a Makled. Hoy algunas de ellas son sus cómplices impunes. Lo mismo puede decirse de las vías terrestres. Más de un carabobeño escuchó de boca de algún pariente o amigo que lo visitaba la frase: “Es que cuando se sale del túnel de La Cabrera, pareciera que se llega a otro país”. Así de bien tenidos estaban la autopista y sus alrededores. Ahora, son una mezcla de pocilga con paisaje lunar, pero aderezado con malandros que celebran que ahora no hay vigilancia. De los aeropuertos, ni se diga. Gracias a la descentralización, lo que los valencianos llamábamos “el gallinero” fue reemplazado por un moderno terminal. Ahora devenido en “la ratonera”, su nuevo apodo. Una instalación que sólo recibe ocho vuelos al día…

La miseria, el enanismo mental y la roñería de Elke Tekonté lo movieron a meter una cadena que impidiera ver la solidaridad del pueblo con CAP durante su sepelio. Como tratar de tapar el sol con un dedo. Por eso, mi tributo de hoy.

Todo el mal lo hizo bien

Lo que sigue son críticas dirigidas a Elke Tekonté para tratar de cumplir con aquello que aprendimos en las clases de Catecismo de: “dar buen consejo al que lo ha de menester” y “corregir al que yerra”. Esta iniciativa tan caritativa de mi parte se debe a que la semana pasada hubo celebraciones relacionadas con la Virgen María en sus advocaciones de Coromoto y El Valle. En razón de ello, me pasó por la cabeza preguntarme cuál es el rol que me corresponde en medio de mis paisanos, para qué fue que Dios me puso en esta porción del mundo, qué deben esperar mis congéneres de mí. Llegué a la conclusión de que la solución a las preocupaciones anteriores se resume en una sola acción: debo proceder con la máxima caridad posible en todas mis relaciones humanas y debo tratar de contribuir a que el prójimo salga de sus tribulaciones espirituales y sus necesidades corporales. Y deduje que la mejor receta en esa materia me fue dada cuando estudiaba para mi Primera Comunión: las Obras de Misericordia. Por eso lo intento hoy.

¡Vale, tienes que cambiar! Son muchas las cosas que sigues empeñado en hacer mal. Es un error eso de creer que dilapidando el chorro que entra por los altos precios actuales del petróleo vas a lograr hacerte querer. Lo que consigues es que los pedigüeños se te peguen como lampreas, los corruptos saqueen el erario delante de tu vista, los vivianes te vivan —perdona la cacofonía—,y los menesterosos (pero que no son pendejos para nada) pierdan la costumbre de ganarse el pan con el sudor de su frente en el trabajo y, más bien, prefieran transpirar por todos los poros mientras esperan en las afueras del banco para entrar a cobrar alguna de las muchas “misiones” que tanto hacen disminuir el tesoro.

En esa misma vena, déjate de escuchar los malos consejos que te dan Giordani y Merentes. Eso de traerse las reservas para que ellos las “resguarden” —además de que le va a costar a la nación casi lo que cuesta un Sukhoi de los que ya no vuelan— resultará en lo que la sabiduría de tu abuela explicaría como “zamuro cuidando carne”. Te pasan endulzándote el oído con eso de que las reservas han crecido y por eso puedes pedir unos millarditos más. Lo del crecimiento es cierto, pero sólo desde el punto de vista contable. Ese par de fogosos copartidarios tuyos no han hecho nada para acrecentar las reservas. Más bien inventaron, para ponerse más en la buena, eso de que ellas podían ser “excedentarias” y, por tanto, podías gastar ese exceso. Las reservas han crecido porque el precio que ha adquirido el oro en el mercado mundial. Por eso, sin haber llegado un lingotico más a los sótanos de Carmelitas, los guarismos son más altos. Más bien, abultados. Pero, cuando entren los “expatriados”, ¡Ay!

De las muchas cosas malas que han resultado de tu sesgada manera de dirigir al país, quizás la más grave es el empobrecimiento ex profeso de la nación. Y no me refiero al perjuicio que has causado en la economía por la disminución de los puestos de trabajo nada más que por querer “cobrársela a los ricos” (para usar tu lenguaje) y que deviene del cierre de casi la mitad del plantel industrial que has acosado en tu afán de igualar por debajo, de volvernos una Cuba más. No, me refiero a la depauperación del país por la fuga de cerebros. Se consigue profesionales bien formados en Venezuela desde el Círculo Polar Ártico, donde sacan petróleo para los canadienses, hasta Australia, donde ya han empezado a surgir como un grupo emprendedor y hacendoso. Médicos de verdad-verdad nuestros están en hospitales muy reputados de Alemania, Italia, España y pare usted de contar, mientras que unos tipos que trajiste de Cuba y que dicen ser médicos —ya muchos estamos seguros de que no son sino ampolleteros glorificados— le rompen la mandíbula a martillazos a una pobre joven que fue a sacarse una muela.

Dos cosas hacen grandes a los países: su recurso humano y el ahorro nacional. Que son los dos productos de exportación no tradicional que estamos enviando fuera. El que menos puja, decidió poner sus churupitos en Miami o Panamá, donde no se deterioran tan rápido como si los tuvieran en bolívares de los nuevos. Y quienes tienen juventud, conocimientos y arrojo, se nos van a buscar dónde sí le reconozcan sus méritos.

Una poesía le sacaron a tu amada Kristina; el último verso te cae justo a ti también: “… que todo el mal lo hizo bien / y todo el bien lo hizo mal.”

¡Corrígete, vale!

P.S. Las dos semanas venideras, no estaré por estas páginas. Me sale descanso…

Al pan, pan…

Si por algo se caracteriza el régimen es por el empleo de palabras edulcoradas para hacer más digerible la ración diaria de mentiras que intenta hacernos tragar. Es un lenguaje bombástico, pomposo, que trata de cubrir la ineptitud de las ejecutorias (cuando las llevan a cabo) y la ruindad de las maniobras subterráneas que planean para terminar de perjudicar a esta tierra que fue de gracia. Sus voceros intentan ser grandilocuentes, darle altura al discurso, pero lo que logran es que todo el mundo —hasta las mentes más sencillas— descubra la flatulencia verbal y la pedantería que les rebosa. Sólo hay que darle con la uña al goldfilled con el que se cubren para que se les vea el cobre. De eso es de lo que vamos a hablar hoy.

La perversión más notoria la encuentro en el término “nacionalización”, cuando se trata de una mera (y pérfida) estatización. Cuando le “expropian” —otro eufemismo del jetabulario rojo— sin pagar la hacienda a un productor rural, no se está nacionalizando esa tierra; es una mera confiscación lo que se hace. Muchas veces para “solucionarle un problema” a un camarada; la mayoría de ellas, para que se convierta en un erial rápidamente. Cuando se “nacionalizó” las lanchas que transportaban a los obreros petroleros hacia los pozos del lago, ¿se las quitaron a unas empresas extranjeras? No, fue a unos connacionales. A los que todavía no les han pagado. Al “nacionalizar” a la fábrica de aceite, a la torrefactora de café, a la empresa láctea, ¿dejaron a alguna transnacional sin esos bienes? No, fue a empresarios venezolanos. Todo, para aumentar el tamaño de un Estado que ya no se ocupa de los grandes problemas nacionales —educación, salud, seguridad— sino de poner areperas, hacer botellas y de dizque sembrar tomates. Y si fuera con reales de ellos que se hace las “nacionalizaciones”, pase; ¡pero es con los nuestros!

Otra falacia es lo de “bolívar fuerte”. ¡Esa vaina no fue fuerte ni el mismo primer día de su aparición en el mercado! ¿Qué era conveniente quitarle tres ceros al signo monetario usado? Sí, ya se estaba dificultando hacer cuentas (las calculadoras no tienen tantos dígitos. Pero de eso a que el bolívar fuese “fuerte” hay una distancia. Algo que se ha devaluado casi el 150 por ciento desde su aparición no puede ser fuerte en ninguna parte. Hay que hablar de bolívares “nuevos” y viejos”, o de “actuales” y “anteriores”, sin disfraces verbales.

En la misma onda económica, tenemos que hablar de los “aumentos de sueldo” que decreta Mentira Fresca. Eso no ha existido en Venezuela en muchos años. Cuando lo concede es porque ya la inflación nos pasó por encima. Cuando mucho, se llegaría a una equiparación entre lo que se percibe y lo que ha crecido el costo de la vida. Pero ni eso; siempre se queda cortos. Por lo que la estabilidad económica es una meta que corre delante de nosotros. Y de ñapa, nos sacan mas plata del bolsillo con las fulanas “contribuciones” que Corpoelec nos impone ilegalmente, porque no pasan de ser simples multas a quienes queremos vivir con la nevera funcionando (aunque esté casi vacía) y más de un bombillo prendido por las noches. Las imposiciones fiscales son materia de reserva legal; entonces, ni un decreto ejecutivo puede establecerlas. Sólo leyes caben en esa materia. Las tales “contribuciones” son una exacción ilegal.

¿No dizque “negro” es mala palabra, y que quien la utilice referida a una persona debe ser sancionado? Entonces, propongo muy seriamente que se enjuicie a Elías Eljuri por ponerla en el cuestionario del censo. Que es de una entrepitura total en muchas de sus preguntas. Pero hoy quedémonos en lo del color de la tez. En ese mal uso del español que caracteriza a los rojos y a las feministas,  se pregunta si el censado es “negro/negra”, “afrodescendiente”, “moreno/morena”, “blanco/blanca”, u otro. Eso, en un país en el que todos somos café-con-leche (unos con más leche que otros). Falta la clasificación que cubre a más del 80 por ciento de la población: “mestizo”.

Después del desmadre de El Rodeo —donde tan mal quedaron tanto el minpopó que se encapuchaba en Mérida, como el comandante de la Guardia— se ha puesto de moda eso de “privado de libertad”. ¡Tan rico que es nuestro idioma en esa materia! Sin hacer muchos esfuerzos me llegan: “preso”, “encarcelado”, “internado”, “prisionero” y “recluso”. No pongo “penado” porque la inmensa mayoría de los confinados (otro término) no ha sido sentenciada. Es que Luisa Estela y sus compinches están muy ocupados inventando cómo eludir el texto constitucional…

Se acabó el espacio. Se me quedan en el tintero entelequias como “soberanía”, cuando estamos colonizados por Cuba; “pueblo”, con el cual sólo designan a sus enceguecidos; e “independencia de poderes”, donde no la hay…

Alquimia levantisca y demagógica

De cuando en cuando, releo el discurso que en 1998, conmemorando los 40 años del 23 de enero, dijera en el Congreso Nacional de la República de Venezuela Luis Castro Leiva —quien hace mucha falta en la nación por su claridad de pensamiento. Ese discurso mantiene una vigencia manifiesta. Era como una premonición de lo que iba a pasar después.

Cuando vemos el “parlamentarismo de calle” que han inventado los rojos para hacer creer que en verdad se discute las cosas que le interesan al pueblo, cuando en realidad lo que llevan matuteado es el deseo de imponer a este su muy particular manera de concebir el hecho político. Decía Castro Leiva: “Estos pensamientos desdeñosos de la democracia representativa, hechos por la alquimia levantisca y demagógica de caudillejos, nos dicen que es necesario reinventar una democracia directa de las masas. Y nos dicen, además, que hay que hacerlo fuera de este lugar. Este sueño anarquista consiste en que cada quien lleve su silla de congresista —su curul— como quien lleva una loncherita para manducarse la república y formar, en un acto de participación política instantánea, una especie de guarapita cívica, la voluntad general de todos”. Con ese subterfugio de presentar los proyectos más tendenciosos ante unas camionadas de aplaudidores traídos expresamente para hacer barra, nos estuvieron atragantando de leyes que no eran fruto de la conveniencia cívica sino del afán de conculcar todo el poder en un solo par de manos. Menos mal que, con los pocos diputados opositores que nos permitió la “ingeniería electoral” de la Tibisay, ha disminuido el número de tales “aclamaciones populares”, en los que la masa ignara actúa como marrano estrenando lazo: muy orondo, pero lo llevan para el matadero.

Venezuela está como está porque a “la sombra pueril de este anarquismo de carne en vara” (otra frase de Castro Leiva) es que una mayoría, no lo niego, escogió a alguien bajo el oximorónico argumento de que no se requiere de preparación para ser presidente de Venezuela. Explicaba el orador que ese oxímoron revela que: “En todas aquellas circunstancias en que las variables de la inteligencia y la preparación se comparan en función con la aptitud para gobernar, allí se descubre (…) que no es necesario ser inteligente o estar preparado para gobernar, y que ni siquiera se recomienda poder pensar para dirigir los destinos de cualquier nación”.

Esa ficción en la que ya tenemos trece años es la causante de tanta miseria por la cual transita la nación. La sumatoria de una manifiesta ignorancia en todos los órdenes, agravada por una indigestión de concepciones políticas obsoletas y mal digeridas, más una ineptitud garrafal para la escogencia de personas capacitadas para la función pública es lo que mantiene a la sociedad venezolana en el atraso, la pobreza, la inseguridad y la insalubridad. Y en la deuda más colosal de la historia. En unos tiempos en los cuales, por los ingentes ingresos obtenidos, no teníamos por qué adquirir y, más bien, pudieron servir para disminuir la existente con anterioridad. El gobierno, tan ocupado en su agenda de lo imposible, y más ácrata que revolucionario, empeñado en eso de crear un “hombre nuevo” (algo que no han logrado ni las enseñanzas de Jesús), no hace lo que se necesita y espera; no hace las cosas mínimas que con urgencia son requeridas para que medio regrese la normalidad al país.

Es que unas mayorías indoctas (pero ladinas) así se lo han permitido. Porque siguen, como el hijo de la loca Luz Caraballo, en la creencia de que todo puede ser resuelto por una personalidad autoritaria, por el hombre a caballo del poema. No saben que este, para darles de comer los pone de rodillas. Pero es que ni de alimentarlos es capaz: lo más notorio en las noticias de ayer eran la escasez en los anaqueles, la disminución de la producción del campo y las toneladas de comida podrida botada. La muchedumbre creyó que podía trocar la pérdida de su libertad por un estómago lleno y unas cuantas monedas en el bolsillo, y se está quedando sin la una y sin los otros. En las palabras de Castro Leiva: “Extraña paradoja entonces: durante casi dos siglos nos hemos devotamente entrematado para lograr la libertad de que gozamos y, ahora que la tenemos, tan bien o mal como nos luce, pareciera que queremos empeñamos en caerle a patadas a la fuente que nos depara la posibilidad de ser nosotros mismos quienes somos”.

Yo señalo otra paradoja: los mismos individuos que propugnan una “democracia participativa” son los que más desprecio demuestran por las manifestaciones de democracia: desechan el estado de derecho, cultivan la adoración del autoritario, repudian la separación de los poderes, proclaman el paternalismo de Estado. Por esa vía no se halla sino caminos para la perdición nacional…

Un correo me llamó la atención

Pero no en el sentido de “despertar el interés o curiosidad sobre algo” o de “generar una atracción” —que dicho correo también logró, lo admito— sino en el de “reconvenir”, “reprender” y “criticar” Cosa que no fue lograda, aunque eso, por lo menos, fue lo que intentaba el originador del mensaje. Un par de cosas buenas le reconozco a la correspondencia recibida. Primero, que me dio material para el escrito de esta semana —en la que no quería unirme al coro de los que opinan que el traslado de las reservas no resultará sino en más empobrecimiento para Venezuela. Razonamiento con el que estoy de acuerdo porque resultará en aquello de “zamuro cuidando carme”. Y, segundo, porque eso de que uno se entere de que lo leen ¡hasta en el País Vasco! fructifica en algo como un masaje al ego personal. Me explico:

Recientemente, dirigido a la dirección electrónica que pongo al final, recibí un correo firmado por un tal Txeru (me reservo los apellidos) y enviado por hispavista.com. Me puse a seguirle la pista a este señor mediante la dirección IP y me encuentro que don Pedro (que es lo que significa Txeru en euskera) me escribe desde Barakaldo, a las afueras de Bilbao; una localidad que, según una vieja jota, es …Pueblo de grandes orgías /  309 tabernas y una sola librería."

Básicamente, don Pedro se refirió a mi más reciente artículo en este diario; el que titulé "El dizque problema de la Fuerza Armada". Piensa que si yo no utilizara “esa serie de epítetos” para referirme a los más altos detentadores (uso bien el sustantivo) del poder en Venezuela y algunas situaciones y organizaciones, “se presentaría más creíble su planteamiento”. Entre otras expresiones mías que a él no le gustaron y me copia están, entre otras: “Boves II”, “camarilla uniformada”, "robolución" y “Pudreval”. Piensa que “restan credibilidad y seriedad” a mi condición de “general de la república”  y que mi  escrito “se torna ridículo” y lleno de “estupideces”. No me queda sino contestarle…

Señor Txeru, lamento tener que diferir de su manera de pensar. Le dejo claro que yo soy educado a la manera de antes; vale decir: respetuoso en el trato. Y no puede ser de otra manera porque ya pasé de los 73. Pero también estoy muy claro en que el respeto es una calle de dos vías. Si a mí su ídolo me tilda de "canalla", "escuálido", "pitiyanqui" y demás denigraciones, no podrá esperar —ni usted, ni él, ni persona alguna— que yo le ofrende muestras de comedimiento. Porque el primero que le falta el respeto a la dignidad del cargo es él, precisamente. Él prefiere ser barriobajero porque le reditúa mucho entre la gente ignorante. Desde los mismos días después del cuartelazo del 4-F he estado escribiendo sobre el personaje. Pero nunca he usado su nombre para identificarlo. Él fue quien incurrió en la primera falta de consideración para con los venezolanos, tanto por esa asonada como por su lenguaje subsiguiente. ¿Por qué me reclama a mí? La falta que él comete es mucho más grave. Pero, ¿le ha mandado usted un correo, un twit, o lo que sea, al inquilino de Miraflores?

El respeto es algo que se gana. Fui, para bien o para mal, figura pública por muchísimos años. Ahora no soy sino un viejito jubilado. Pero, gracias a Dios, todavía muchísima gente en Valencia me reconoce. Y me saluda. Y me trata de manera respetuosa. Porque en ninguna de mis actuaciones —primero como oficial de la Guardia Nacional y luego como funcionario civil— nadie pudo nunca imputarme tacha alguna. En razón de eso, puedo escribir con entera libertad sobre lo que se me ocurra, y señalar lunares en algunos funcionarios.  Porque nada podrán endosarme que me haga avergonzar.

Para su tranquilidad, le dejo claro que yo siempre me porto como el caballero que soy. Vale decir: soy comedido en mis actuaciones, tengo el recato siempre presente, y digo mis verdades de acuerdo con mi conciencia. Que otros generales —muchos de los que están actualmente en la situación de actividad— no tengan claro que así es como debe portarse un oficial de alto grado cuando está ante una cámara, un micrófono, la ciudadanía o —lo que es peor— sus subalternos, me duele mucho. Pero no es mi problema sólo; es de toda Venezuela.

Le agradezco mucho que haya tenido tiempo de leerme y se haya tomado el trabajo de escribirme. No le agradezco tanto el que haya catalogado como "ridículo" mi artículo y que piense que yo produzco "estupideces". Pero usted está en todo su derecho a tener opiniones. Yo, que no soy menos que usted, también las tengo. Y, es más, las escribo y tengo quien me las lea. Hasta usted, ¡imagínese!

El dizque problema de la Fuerza Armada

En una jugada descaradamente adelantada, Boves II y su camarilla uniformada han estado acusando a las personas que entienden que la “robolución” no pasa de ser un fiasco y algo de lo que sólo ellos son convictos: de propiciar alzamientos cuarteleros. Llegan a más, imputan de “canalla” a cualquiera que no comulgue con el pensamiento único y lo acusan de buscar salidas no democráticas para la sucesión presidencial. Que llegará. Pero con estricto apego a lo que tipifica el texto constitucional. Lo que intentan Don Gato y su pandilla es una parada doble: por un lado, meter miedo a la población para que se abstenga de ir a los comicios y así poder atapuzar —con la complicidad de un CNE partidario— de votos rojos las urnas; y, por el otro, si eso falla, dejar de lado los disfraces democráticos de los cuales se han revestido, dar un autogolpe e instaurar un régimen más absolutista y arbitrario de lo que ya es el actual. Lo cual fue su intención desde el primer momento,  cuando llevaron a cabo la asonada que en mala hora dejó (y sigue dejando) innumerables muertos, presos políticos, odio entre hermanos, pobreza y corrupción.

El endilgarle a la alternativa democrática  la acusación de subversivos no pasa de ser aquello del caco que grita y señala “¡Al ladrón, al ladrón!” para desviar a los que vienen persiguiéndolo. Lo triste es que la cúpula militar se preste para eso. Que no es de extrañar: son cómplices necesarios. Y no por patriotismo sino por todo lo contrario. Uno, porque le prometieron ser gobernador de Nueva Esparta y necesita del portaaviones; otro, porque se sabe reo internacional de narcotráfico y se ve perdido en un escenario legalmente republicano. Ambos, porque en sus mentes están frescos los recuerdos de lo que le pasó a Baduel y el fusilamiento del general cubano Arnaldo Ochoa, que traficaba drogas por orden del papá putativo de Elke Tekonté. Sencillamente, prefieren seguir medrando del erario, y de uno que otro negocito, a terminar en un calabozo en razón de un expediente mandado a fabricar por quien no sabe de escrúpulos y ejecutado por algunos de los fiscales y jueces de los que gritan “¡Uh, ah!”.

En todo caso, esas acusaciones tendenciosas en contra de quienes actúan de la manera más cívica no pasan de ser coces contra el aguijón. Ya los militares saben claramente de dónde vienen las sugerencias de ir contra el 328  y el 330 de la Constitución; de dónde salieron los intentos de modificarlo para que la Fuerza Armada no respondiese a la nación sino a una persona; de dónde parten las insinuaciones y hasta las propuestas descomedidas de intervenir en contra de lo que reza la carta magna. La gran mayoría de los oficiales, a pesar de los desfachatados intentos de adoctrinamiento, mantiene un talante democrático y respetuoso de la norma. ¿No dizque la Fuerza Armada es un fiel reflejo de la nación? Entonces, una gran mayoría no condona los intentos de perpetuación en el poder de una caterva ineficiente para resolver los grandes problemas del país pero muy eficaz en eso de birlar miles de millones.

Que la cúpula esté ocupada por gente que más que currículum tiene prontuario —que ha estado metida en negociados desde el ya remoto “Plan Bolívar 2000” hasta en Pudreval, tráfico de droga, contrabando por los puertos, colocaciones bancarias, etc.— no le quita al hecho de que el gran grueso de la Fuerza Armada está conformado por personas capaces de diferenciar el bien del mal y de escoger el bien permanentemente. Por eso, saben muy bien hacer oídos sordos a las aseveraciones recientes del enfermito, todas ellas cuajadas de una apropiación indebida del estamento militar. Ya no es sólo la amenaza aquella de que “la revolución está armada”; ahora es el abuso del adjetivo posesivo “mi”. Se lo pasa en un “mi Fuerza Armada”, “mi Ejército”, “mis generales”. Ya estos no son más de la república, sino de él. Pero nada ha dicho últimamente de “mi Milicia”. ¿Será el as bajo la manga? ¿O será que se dio, por fin, cuenta de lo poco confiables que pueden ser esos “militares” de fin de semana y con carné del PUS?

Creo que titulé bien al llamar lo que se intenta ahora —sugerido por Fidel— desde las alturas del régimen “el dizque problema de la Fuerza Armada”. Porque no es tal. La institucionalidad vencerá.

Termino con algo que ya dije en el mismo 1992, a escasos días del cuartelazo:
“…tanto por exigencia legal, como por obligación ética, los militares, mientras estén bajo bandera, deben ser respetuosos de la norma que les exige que no hagan pronunciamientos en materias políticas; sólo después de pasar al retiro será cuando legalmente podrán hacerlo.  Son las reglas del juego.  El que no las acepte, con salirse tiene”.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Como cajón de sastre

El título lo advierte; lo que escribiré hoy es un “conjunto de cosas diversas y desordenadas”, que es como define el mataburros a esa locución. Y tiene que ser así. Primero, porque he recibido peticiones bien diversaas; que regrese a mis críticas al mal uso del lenguaje, que diga algo acerca de las últimas declaraciones del Coma Andante; que comente algo de la fosforescente ministra que da órdenes por escrito antes de ser juramentada en el cargo, etc. Y, después, porque la segunda definición de la antedicha locución me retrata: “Persona que tiene (…) gran variedad de ideas desordenadas y confusas”. Pero no porque caí en manos del doctor alemán, sino —empleo las palabras de una amiga que debe saber de eso porque vive en Roma— de uno italiano: Franco De Terioro. En todo caso, empiezo a hurgar entre hilos, retazos, alfileres y demás parafernalia.

Resulta que esta robolución dizque “bolivariana y socialista" —e inepta, militarista y corrupta, parafraseando la frase de Héctor Strédel— está por encima de la voluntad popular. Boves II, en el programa que dejó grabado antes de ir nuevamente a recibir órdenes de su papá putativo, le afirmó a José Temiente: “…no estamos apostando la revolución bolivariana a un proceso electoral, ese proceso electoral es mandato constitucional y va a ocurrir, pero será un evento que no es determinante". Vale decir, que le sabe a fruta lo que piense la mayoría de los venezolanos. Cosa que ya barruntábamos; pero que él nunca nos lo había confesado tan paladinamente. Para él, la continuidad de la robolución o, mejor dicho, su eternización en el mando, se logrará, cuando los votos le fallen, a caballo “en la organización y en la movilización popular, (…) en la ideología” Y, más adelante, sin rubor, reconoce que lo que quiere es seguir siendo el hegemón: lo que hace es "para seguir construyendo la nueva hegemonía”. Y a renglón seguido, no le da pena admitir que “Estos llamados de inclusión y tolerancia son una necesidad política”. Vale decir, que son sólo un expediente calculado y sagaz para embelecar a los bobos que todavía le creen.

Antes, el tetrasoleado que, según Makled, está muy untado en el narcotráfico había declarado que los votos no le importan a los robolucionarios que usan el verde oliva, porque ellos se encargarán de deponer a quien surja como vencedor en los comicios venideros y de encumbrar a Suco Mandante. Más recientemente, el Primer Hermano, el que mangonea en Barinas, había dicho algo parecido, que no hay que limitarse a lo electoral porque siempre les queda el recurso de las armas. Sin embargo, una cosa es que lo digan los payasos, y otra muy distinta es que lo diga el dueño del circo.

Ya antes había pontificado sobre algo que cree que sabe: la economía mundial. No podía ocultar la alegría que siente por los apuros por los cuales pasan hoy los Estados Unidos y muchos países europeos, porque —iluso que es él— cree que eso implica el fin del capitalismo y el triunfo de las leyes económicas que inventó Giordani. Si ninguno de los dos ha logrado poner algo de orden en las finanzas venezolanas, cómo pueden opinar. Lo más sesudo que han hecho es emitir más deuda “soberana”. ¡Que será una soberana deuda que nos tocará pagar después que los saquemos! Grecia, en el peor momento de su crisis, emitió bonos al 4,5%. Y todo el mundo vio en eso la quiebra del país. El más reciente de los nuestros, el que ha de vencer en el 2031, paga el 11,95%. ¡Casi el uno por ciento al mes!

Pero el tipo sigue en su omphaloskepsis, viéndose el ombligo, sin pararle la más mínima bola a los problemas que tiene en casa, y asegurando que hay que “liberarse de la dictadura del dólar”. Pues yo le tengo la solución: para liberarse de ese ominoso yugo, que no cobre más en dólares las exportaciones de petróleo. Que exija que le paguen en pesos cubanos o en riales iraníes. Y que siga incrementando las reservas internacionales con bonos de las deudas públicas de Bolivia, Nicaragua y Cuba (los de Ecuador no porque, aunque Correa es panita, por allá usan los malditos billetes verdes). Así sí que vamos a salir de abajo…

Hablando de bonos, el doctor Martí Carvajal me mandó una perla. Resulta que en la jerga oficial —empleada por unos ignorantes que quieren disimularlo con pomposidades vacuas— los interesados en obtener dichos papeles no son “personas con opción a adquirirlos”, sino “opcionados”. Me imagino que estos deberán llegar al banco al apenas “aperturar” este y llenar “formatos” hasta el momento de “cerradurar” las operaciones a fin de “adsorber” el “crecimiento negativo” del signo monetario nacional y, así, “palear” la crisis.

martes, 26 de julio de 2011

El poder de la invectiva

Era abril de 1960. El general castro León, con la connivencia del comandante de la guarnición, entró en Venezuela y capitaneó desde San Cristóbal una de las muchas asonadas cuarteleras que tuvo que enfrentar la naciente democracia. Al día siguiente, cuando el comandante y los oficiales del Destacamento 12 de la Guardia Nacional llegamos a la conclusión de que el momento táctico iba a ser propicio porque ya se percibía la dispersión de las unidades insurrectas y la pérdida de la iniciativa por parte de Castro León, decidimos pasar a la contraofensiva y luego de alguna “dialéctica de las armas”, para ponerlo en palabras de Raymond Aron, pudimos retomar el cuartel Bolívar —que había servido de puesto de mando de los golpistas. Desarmamos e hicimos prisioneros a los oficiales y soldados que se encontraban dentro, tomamos contacto con las autoridades civiles, los invitamos al cuartel, e informamos al gobierno nacional y a los altos mandos que había cesado la sedición y que la ciudad estaba tranquila.



Esto último fue verdaderamente difícil por un par de razones: el estado primitivo de las comunicaciones (en esos años las unidades se comunicaban sólo por radiotelegrafía) y el ataque de nervios y pataleta sufridos por el suboficial encargado de las transmisiones —una de las personas más cobardes que yo haya visto— quien era el único que sabía utilizar el código Morse. Total, que sólo pasado el mediodía fue que se pudo hablar con Caracas por medio de un radio red en SSB —un tremendo adelanto para esos días— que comunicaba la cárcel de la ciudad con el MRI. Se informó que ya todas las autoridades civiles y militares estaban en el cuartel. Y hasta eclesiásticas: el obispo, Monseñor Fernández Feo, fue el primero en llegar. El último, por cierto, fue el gobernador del Estado, Ceferino Medina, a quien hubo que sacar casi con fuerza física del colegio en Táriba donde se había escondido.



Estando ya todos a “libre plática”, como dicen los marinos, observamos volando muy alto a dos “Canberras” de la Fuerza Aérea. Estos, luego de dar dos vueltas por sobre la ciudad, se clavaron en picada y entraron en lo que se percibía como un claro plan de ataque. Los oficiales reaccionamos, les gritamos a los soldados que estaban prisioneros en el centro del patio y a sus guardianes que se refugiaran bajo techo y todos buscamos protección de los disparos que empezaron a llover. Todos, menos uno, el teniente Nieto Serrano, que se quedó en el medio de la explanada batiendo sus brazos para decirle que no a la escuadrilla atacante. Para mí, Nieto es una de las personas más valientes y decididas que he conocido —independientemente de que algún tiempo después hubo que darlo de baja por algunas “preferencias sexuales” que empezó a mostrar. Resistió las primeras ráfagas de los cuatro cañones de 20 mm de ambos aviones y la segunda del primer atacante. Y no le pasó nada. Mientras que varios soldados refugiados tras los gruesos muros sufrieron heridas. Ninguno murió, gracias a Dios.



Cuando el segundo avión empezaba a realizar su segundo ataque, de repente, levantó la nariz, entró en formación con su compañero y ambos pasaron por encima de nosotros en vuelo recto y nivelado, a mucho menos velocidad, y moviendo las alas como saludando o presentando disculpas. Y se perdieron en el horizonte. Debe ser que segundos antes sus superiores les ordenaron cesar el ataque porque ya se había retomado el cuartel y la ciudad estaba en paz.



Las mentadas de madre que les lanzamos al verlos ir fueron abundantísimas. No creo que ni el obispo se quedó sin proferir (entre labios, como corresponde a un príncipe de la Iglesia) un “toño-el-amable” que le salía de muy adentro. Todavía hoy, yo estoy convencido que fueron esas invectivas las que hicieron que los motores del Canberra se detuvieran y este se precipitase a tierra por los lados de Yaracuy. El comandante de la escuadrilla, el mayor Buenaventura Vivas, falleció por el impacto. O sea, que las invectivas y los denuestos, cuando tienen un origen justificable, pueden causar daños.



¿Qué por qué eché este cuento? Porque desde esa fecha creo que algunos males tienen un origen metafísico. Como sucede con el prisionero de Fidel, el chuleado por Raúl, el que le entregó su país a Cuba. Eso de tener una docena de años llevando intemperancias y recibiendo mentadas de la autora de sus días —y, sobre todo, ya contraída la enfermedad, eso de tener la certeza de que hay más gente deseando que se muera (aun entre quienes le juran lealtad pero que están con él sólo porque les permite robarse el presupuesto) que personas ansiando su salud— tiene que pegar en lo somático. Es más: debe ser devastador. Sobre todo para alguien tan enamorado de sí mismo como Elke Tekonté…