El Orate Sabanetense sigue prometiendo irresponsablemente. Menos mal que es más mentiroso que un brassiere con relleno. Y por eso, no se cumple las tres cuartas partes de las cosas que jura que va a dar. Aún así, las barrabasadas demagógicas que trata de implementar implican un endeudamiento importante para los venezolanos. Con el fin de mantenerse en el poder, gasta insensatamente y compromete el futuro del país y sus futuros ciudadanos. La deuda contraída con medio mundo que tendrán que pagar mis bisnietos —que los he de tener algún día— será enorme.
Se maneja sin control alguno los recursos públicos. El gasto se realiza en base a conveniencias políticas bastardas, bajo designios megalomaníacos y con la complicidad de otros poderes. Y sigilosamente, porque en secreto es que funcionan las tiranías. No se ve resultados, sino inflación, inseguridad, escasez y cuentas por pagar. Así, el país nunca llegará a un estadio de civilidad y prosperidad.
Digo esto como una reafirmación de lo que aseveraba hace poco acerca de que los precandidatos no han presentado programas de gobierno, sino promesas. Lo cual es comprensible, tienen que tratar de neutralizar a Esteban Dolero. Pero que no basta. Puede que estas le basten a la porción menos analítica del electorado. Pero hay quienes necesitamos más proposiciones programáticas que meras promisiones.
Lo que el régimen ha creado en estos largos trece años es un monstruo. Aprovechando que estamos en año de censo, hagan la prueba que yo hice: dividan la deuda pública de 2001 entre los 23 millones de venezolanos que éramos ese año; luego, hagan lo mismo con los guarismos del año que corre. Es para pararle los pelos a cualquiera. Cada venezolano debe hoy casi cinco mil billetes verdes. Y, claro, eso son minucias para los bolipotentados que hoy mangonean en todos los poderes, inclusive los dizque independientes. Pero para Cabez’e Ñame Pérez es muy duro. Fue quien me dijo lo que tomé para título de hoy: “Es pa’ preocupase, mayol”.
Porque hasta ese humilde hombre sabe que hay más de un prestamista —sea república seria, banco inclemente o revolucionario avivato y agiotista— que está cantando la canción que le susurraba la mesonera al cliente pasado de copas: “Es una deuda que tienes que pagar…” A nosotros no nos quedará el recurso del borracho que le contestaba: “Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando…” Las deudas contraídas por la república deben ser honradas por el gobierno que reemplace al régimen. Sin importar cómo y quiénes dilapidaron esos dineros. Porque estará conformado por gente seria que entiende que habrá que tragar grueso y comportarse correctamente; no como los actuales mandatarios.
Nada más que por eso, debiera haber un segundo “debate” entre los precandidatos. Porque implica hablar de finanzas, relaciones exteriores, dinamización del aparato productivo y responsabilidades administrativas. Estoy claro en que la economía y las finanzas no son fáciles de explicar para el común de las gentes. Pero comparando con casos del día a día se puede llegar al grueso del electorado. Porque para ellos esa materia es tremendamente importante —así no lo perciban hasta que uno se los haga entender.
Hay que desmontar el discurso oficial de que la deuda que ellos insolventemente contraen es una palanca para progresar. No lo es, ni lo será, mientras esos manilargos sean los que se despachen y se den el vuelto. Todos esos miles de millones que han “administrado” se vuelven puras prebendas destinadas a comprar el voto de los simples de mente. Y la complicidad de otros mandatarios en otros países. En verdad, el endeudamiento puede ser beneficioso, como en el caso de un agricultor que saque fiado un tractor, o un industrial que compre una nueva máquina. Pero estamos ante el caso de un tipo que, sin importar el hambre que pasan sus hijos, pide prestado para malgastar en caña, regalarles plata a los vecinos y comprar una pistola chíiisima.
Otrosí.
Hablando de preocupaciones, hay una que me surgió luego de leer una noticia por Internet: un estudio realizado en el Stanford Cancer Center de Palo Alto, California y publicado en “Archives of Neurology” llega a la conclusión de que muchos enfermos de cáncer, si sobreviven, pierden agudeza mental y “muestran cambios en aspectos claves de la función cerebral que pueden ser trasladados a dificultades en el mundo real”. Y cuando digo “muchos” es porque la vocera de esa institución, la doctora Shelli R. Kesler habla de que en “hasta el 75%” se presenta eso que ya los oncólogos de todo el mundo denominan "chemo fog". La niebla que pareciera posarse sobre la mente de los escapados de ese mal. Mi preocupación surge porque si Elke Tekonté no era muy brillante mentalmente que digamos, si es que se salva, tendrá menos sinapsis detrás de la verruga…
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