Me robo descaradamente la frase del título, pues fue empleada hace dos meses por Marcos Aguinis, el columnista argentino que les he recomendado varias veces. Él la usó para describir el sofoco en que se encuentran sus paisanos; uno que, me parece, entre los venezolanos se multiplica por diez. Decía: “Ya no es sólo dolor por la inflexible decadencia política, económica y social, sino cansancio. Agotamiento. Nos hundimos sin haber sido ocupados por potencias extranjeras, ni haber padecido tsunamis catastróficos, ni ser masivamente asesinados por epidemias bíblicas, ni quemados por la lava de los volcanes. Nos hundimos por propia voluntad, al haber entregado (…) el timón de nuestra nave a una variopinta legión de malos o ineficaces dirigentes”.
Si por allá llueve, por aquí no escampa. Porque aquí lo que impera es la avilantez desde el poder. A todo, quieren sobrepasarlo a punta de audacia y bravuconada; para nada les sirven la ilustración, la mesura, los escrúpulos. Pareciera que más bien les estorbaran. Pero, ¡claro!, si el jefe del gobierno —de hecho, que no de derecho— no logró graduarse ni de bachiller porque lo botaron del Espelozín, ¿qué quedará para los demás? Y como que no se le ha quitado, porque casi le pega a la anciana que le insistía en un reclamo público. Solo en el último instante se contuvo y contuvo a los espalderos que iban con él a caerle en cayapa. Por lo menos, y para consuelo de Aguinis, en Argentina tienen de presidenta a alguien que puede mostrar un diploma universitario —parece que “trucho”, como dirían por allá; “chimbo”, como decimos por aquí— pero lo tiene…
En todo caso, a Venezuela la están matando porque —a falta de ilustración, decoro y capacidades gerenciales en la cúpula — las decisiones se toman por impulsos biliosos. La teoría del derecho administrativo exige que todos los actos oficiales estén “motivados”; vale decir, que debe explicarse las razones para la toma de una decisión. En la práctica, el “porque me sale del forro” pareciera ser la respuesta más común. Con frecuencia vemos que las faltas de respeto, las descalificaciones y las acusaciones mentirosas son las armas preferidas del régimen. No explican razones; no se preocupan por convencer. Repito la pregunta que he hecho varias veces por aquí: si el socialismo es en verdad tan bueno, ¿por qué tienen que intentar hacérnoslo tragar a carajazos? ¿No dizque se agarran más moscas con una cucharadita de miel que con un tonel de vinagre?
Los desdoros e irrespetos no los limitan para usarlos en contra de quienes, dentro del país, nos atrevemos todavía a pensar distinto a como ellos quieren; sino que los disparan contra cualquier dignatario extranjero que decida actuar diferente a como el régimen deseara. En eso, siguen el patrón que impuso el difunto al calificar a Condoleezza Rice de analfabeta; ¡por Dios, ella sola tenía más doctorados que todo el gabinete criollo! Lo más reciente —¡cómo me gustaría poder escribir: “lo último”!— ha sido la calificación que hizo Porahora del presidente de España como “muy corrupto” y “brazo financiero de la derecha fascista” . Y al presidente de Chile, como dice el refrán, “no le dijo perro, pero le mostró el bozal” al sugerir que estaría complotando con Capriles para una aventura golpista; nada más que porque ambos cenaron juntos en casa de un amigo mutuo. Al lado de eso, resulta una menudencia que haya llamado “gringos” —teniendo esa palabra una clara connotación derogatoria— a los únicos que le pagan de contado el petróleo. Si el inmaduro no sabe que existen ways and means en las relaciones diplomáticas, por lo menos debiera recordar que hasta su padre putativo, el insepulto, más de una vez se tuvo que tragar sus insultos delante de varios mandatarios extranjeros. ¿Qué pasaría si Obama les pidiera a las petroleras que retuviesen por unos días los pagos de sus facturas y que trancasen los envíos de gasolina por un par de semanas? Todos empezaríamos a pasar más roncha que actualmente. Y por culpa de un bocón.
Termino con otras palabras de Aguinis: “…asfixia la situación imperante. Desde el poder se trabaja para bloquear los caminos del pensamiento crítico, la iniciativa individual, el mérito, el esfuerzo genuino, la decencia y el imperio de las leyes. No cesan las iniciativas para llenar de trampas y moretones a nuestra tambaleante democracia, convertir a los legisladores en milicos obsecuentes y a muchos de los jueces en encorvados siervos. El tango "Cambalache" alcanza tanta vigencia que corta la respiración. (…) Es penoso observar los discursos presidenciales por la cadena nacional. (…) Deprime ver a hombres y mujeres convertidos en aplaudidores y sonreidores indignos que festejan hasta los errores. ¿No temen que sus hijos y nietos algún día les pidan rendición de cuentas? (…) ¿Tanto les cuesta mirar el horizonte? En este aquelarre de despropósitos, corrupción, aprietes, ineficiencia administrativa, destrucción, incoherencias y mentiras, se nos está deshaciendo la República”.