sábado, 27 de julio de 2013

De espías, soplones y otras especies

La noticia de esta semana es el pugilato que mantienen varios países donde campea el irrespeto por los derechos humanos por ofrecerle asilo a míster Snowden.  Lo de las “razones humanitarias” no se lo cree nadie.  Lo que los mueve es el afán de, como dicen los gochos, “darle en la jeta a los gringos”.  Si son tan “humanitarios”, ¿por qué no han soltado a Simonovis?  Para justificar ese “humanitarismo”, catalogan al sujeto como un espía que vio la luz —o sea, un nuevo Saulo, camino de Damasco.  Nada de eso.  Hay que precisar los términos.  Que es lo que intentaré hacer en lo que queda de espacio, aunque peque de políticamente incorrecto. 

Comienzo diciendo que el añejo Diccionario Militar de Cabanellas define como “espía” a “quien por oficio o patriotismo se dedica a observar secretamente lo que ocurre (…) con objeto de comunicárselo a aquel que se lo ha encargado”.  Algo así como lo que Mario Silva pensaba que era él, pero con la diferencia de que no pasaba de ser un piche y despreciable “sapo”.  Los primeros espías de los que conocemos aparecen en la Biblia.  Moisés, en ruta hacia la tierra prometida, manda a doce hombres a averiguar los detalles del terreno y los ocupantes de Canaán.  Estos regresan informando que en esa tierra, en verdad, los ríos fluyen con leche y miel.  Empero, diez de ellos alertan de que sus habitantes son tan poderosos que seguramente derrotarían a los judíos.  Dos, por el contrario, sugieren atacar.  Moisés dejó que Jehová se encargara de los diez, y a Josué y Caleb, los dos que alentaron la incursión fueron premiados con el mando de las tropas.

Para desinformar, los del régimen —así como Nicaragua y Ecuador, dos de los chinches que chupan nuestra sangre— dibujan al Snowden como un James Bond buena nota, virtuoso en sus denuncias contra el imperio  ¡Nada de eso!  Es un tipo que ha traicionado a su propia nación al revelar secretos de Estado que él había jurado proteger.  No es nada diferente a los americanos Ethel y Julius Rosenberg o los británicos George Blake o Michael Bettaney, quienes durante los tiempos de la guerra fría entregaron secretos a la Unión Soviética.  Y lo pagaron, por traidores.  Al romper el juramento que lo ataba, Snowden ha dejado en posición precaria a todos los agentes y todas las agencias colectoras de inteligencia.  Y ha destruido la confianza entre unos países aliados que, después del atentado de las torres gemelas, habían comenzado a compartir informaciones como nunca antes, siendo que sus organismos de inteligencia tan recelosos.  Ahora lo pensarán dos veces.  Y eso juega a favor del enemigo…

Si Snowden llegase a manos de sus connacionales sería juzgado en tribunales imparciales y con un jurado de doce de sus pares.  Porque allá, la Justicia es respetada.  E independiente.  Que es muy diferente a lo que sucede por estos lares, donde la develación de secretos se paga, presumiblemente, con la vida.  Si no lo creen, basta con recordarles al suboficial que parece que “se cayó” de un alto piso en Fuerte Tiuna.  Cosa que no le pasará a “sapo-drogo”, porque, en fin de cuentas, él lo que estaba era reportando a su superior jerárquico.  Que fuese cubano, no importa: todos los altos jerarcas obedecen los mandatos de La Habana…

A este régimen le queda muy cuesta arriba de hablar de “asilo humanitario” y de “derechos humanos” cuando, en otra violación más a la Constitución, graba a diestra y siniestra conversaciones privadas y “hackea” los correos de los opositores.  E intenta usar esas grabaciones ilegales en los tribunales, siendo que son, en puridad del derecho, “frutos del árbol prohibido”. 

Otrosí
Mis últimas líneas sean para despedir al Cónsul General de Portugal en Valencia, el doctor Antonio José Christêllo Tavares, quien regresa a su patria mañana.  Y podrá hacerlo con la frente muy en alto porque en el descargo de sus funciones fue un crédito para su país.  Por razones diversas, siempre he estado ligado a las diferentes colonias extranjeras y sus representantes.  Y puedo certificar que el doctor Christêllo Tavares ha sido el mejor de todos los cónsules que he tenido el honor de conocer.  Desde el mero inicio, convirtió la sede del consulado en un lugar para el disfrute cultural —y falta que nos hacía a los valencianos un lugar así luego de que las hordas rojas se  cogieron la sede del Ateneo y se robaron su excelente colección artística.  Conciertos de música académica, muestras pictóricas, conferencias sobre bellas letras, historia, geografía y otros temas parecidos fueron una constante en el consulado.  Al cónsul que llega no le será fácil igualar la labor del saliente.  Ojalá lo logre…  Don Antonio, prevejo que, em seu novo destino, você vai colher muitos lauros; tantos como aqui. Vamos lembrar você por muito tempo. Até logo! Boa sorte!

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