¿Qué, en realidad, es lo que están haciendo los candidatos impuestos por el Primer Dedo de la República? Pues, paladinamente, hacer una proposición indebida y grosera que no difiere en nada del: “Acuéstate y refocílate conmigo, que yo te pago”. Es una propuesta a prostituirse como nunca antes se había hecho en Venezuela; ni siquiera en este gobierno, tan dado al descaro y a la falta de respeto por los ciudadanos. Pero acontece que —además de desvergonzado, insolente y tosco— el ofrecimiento es insincero, como veremos de seguidas.
Va a resultar que la muchachita, después de ser violentada por el macho que sedujo con proposiciones lúbricas, ve como el tipo se viste y se va sin haber nunca mostrado siquiera la abultada billetera. Y ella queda triste, desolada, sin ver mejorar su futuro y, para colmo, desflorada. Al igual que se verán los estados que se dejen convencer por los chantajistas imperados desde Caracas. Porque lo de ellos no es el progreso de las regiones; ellos no se sienten obligados con los ciudadanos de esas regiones. Ellos —luego de acceder y permanecer el lapso legal en las gobernaciones (si es que los dejamos llegar)— retornarán a Caracas para decirle a su jefecito: “misión cumplida” y luego se dedicarán a disfrutar de los “ahorros” que lograron en su desgobierno. Tipo Barreto, pues.
Desde el muy despreciable y arrastrado de Arias Cárdenas hasta el incoloro de Ramón Carrizales, pasando por el siniestro de Rodríguez Chacín y el rapiñoso de Adán Chávez, todos repiten: “acuéstate conmigo”. Pero no dicen cuáles, en verdad son las consignas que les impuso Ciprianito. Solo Aristóbulo —uno no sabe si en un asomo de franqueza o en un desliz mental— se despachó ante sus compañeros candidatos a gobernaciones con aquello de: “ustedes están allí para esfaratá esas gobernaciones...” Eso, en realidad lo que traen en sus macundales los candidatos impuestos: desconocer, una vez más, lo que manda “la mejor Constitución del mundo” (como decía el tipo aquel), facilitando el desmontaje de la descentralización mediante la claudicación de las facultades constitucionales que actualmente tienen los gobernadores y alcaldes. Para ponerlo en palabras del diputado Cocchiola: “tienen el ordenado propósito de apoyar el centralismo del gobierno nacional, que estaría acabando con el país”.
¿Qué cómo lo lograrían? Pues, por una parte, tratando de desmotivar, desmovilizar y fracturar a los que más claro perciben lo que se urde desde arriba: quienes votaron en contra del continuismo el 7-O. Y quienes son, además, los que más tienen que perder. Tenemos que hacer todos los esfuerzos para impedir la acción de algunos caballos de Troya que desde diferentes posiciones y con impecables pasados han sido contratados (uso bien en participio) por el oficialismo para “tirar la burra pa´l monte” sembrando la división y promoviendo la abstención entre el electorado. En la ciudad donde vivo, por ejemplo, el dueño de una universidad privada (y que tiene un apellido que debiera cuidar) fue uno de los primeros en caer en el “acuéstate conmigo”. Él jura que con esa claudicación de los principios democráticos va a salvar su universidad. ¡Sí, Luis! Solo logrará correr la arruga; se la van a expropiar más adelante. Igual que lo que sucederá con más de un empresario que está en lo mismo…
Todo lo que intenta el régimen es seguir implementando subrepticiamente las proposiciones que aparecían en la fulana Reforma del 2007 y que ya fueron derrotadas por la gente sensata. Una de ellas era acabar con el sistema político actual —basado en el sufragio universal, directo y secreto de las autoridades— y reemplazarlo por elecciones directas y públicas (vale decir tumultuarias) de consejos comunales. Que, no olvidar, dependen de la burocracia caraqueña, no de las poblaciones que se arrogan defender…