Golpe cobarde
La agresión que el comandante de la Guarnición de Valencia realizó contra un ciudadano que no estaba en ninguna actitud agresiva sino conversando con otros como él, es de una vileza tal que ha sido repudiado hasta por los propios copartidarios del en mala hora general. Que la víctima sea un oficial que al regresar a la vida civil ha recuperado todos sus derechos (inclusive el de reunión en espacios públicos y sin armas) es irrelevante; pudo ser cualquiera. Conozco al coronel Méndez Jiménez desde que fui su comandante en los tiempos de cadete. Tiempos en los que formábamos oficiales en el respeto por los derechos humanos y las formas de vida democrática. Y que luego exigíamos desde los puestos de mando. Desde esos lejanos tiempos me constan la rectitud y las dotes de caballero del coronel Méndez. Más tarde, primero por haberlo tenido a mis órdenes en la vida profesional, y después por haber gozado de su amistad, descubrí que también lo mueve un alto sentido cívico. Que un chafarote —en una actitud que desdice hasta de un cabo segundo, y valido de los soldados armados que lo acompañaban— lo haya golpeando varias veces en la cabeza, sin razón alguna, con su casco de dotación, es una muestra de cómo la regaladera de grados y cargos por parte del Primer Dedo de la República ha extraviado a nuestras Fuerzas Armadas de su misión; tanto, que ahora no tienen empacho en mostrarse como el brazo armado de un partido. El vituperio, el desprecio social, la censura no bastan en este caso. Porque se ha cometido un delito de acción pública. Pero veo muy difícil que los fiscales del Ministerio Impúdico y los magistrados del Tribunal de la Suprema Injusticia actúen de oficio. Aún así, creo que el agraviado debe apersonarse en un tribunal penal para pedir la apertura de un juicio por lesiones. Y en uno civil para buscar la indemnización por daños...
Golpe en las elecciones
En una conversación con mi hijo, este me decía: “Hay que explicarle al pueblo llano que quien se roba unos votos también es capaz de robar de todo después, cuando está en el poder”. Concordé porque creo que es el único camino para lograr que esas personas de pensamiento sencillo ayuden a reconstruir una Venezuela mejor sobre lo que dejarán quienes ya tienen doce años demoliendo y arrasando. Antes, los robos de votos eran cosa de roba-gallinas: unos tipos premunidos de sus bandas armadas, o comprando flacas voluntades, se dedicaban en las actas a alterar la voluntad popular. Ahora la cosa es de alto coturno. Implica legisladores que pasan leyes por las cuales la importancia del voto depende del lugar donde se emite: a mayor candidez (o estupidez) en la región, mayor el peso relativo del sufragio. Entonces, suceden cosas como la acontecida en donde yo voto. Una población de cerca de 430 mil habitantes, y donde se sabía que ganaba la alternativa democrática, elige solo un diputado, mientras que Delta Amacuro —con una población de menos de 100 mil, poco instruido y dependiente de la nómina oficial— obtiene cuatro. Algo parecido sucedió, por diseño, para los otros estados periféricos, como Amazonas, Portuguesa y Apure. A eso se suma la ventaja que representa para el oficialismo el tener en el CNE unos árbitros que no ocultan su rojiza parcialidad, que desdibujan los mapas electorales de toda una vida y crean unos circuitos artificiales para favorecer al jefecito de sus amores. Y, como aún así no les dan los números, de repente apagan el portal de esa institución y —confirmando lo que decía don Simón acerca de la oscuridad y el delito— los votos de los vencedores, que representan la unidad, se los endosan a los perdidosos del régimen; como sucedió en el circuito 5 de Valencia. Robar votos es igual a dar un golpe de Estado: se llega al poder con las manos sucias, irrespetando al pueblo que dicen amar. Ese pueblo debe entender que esos ladrones después serán los que se lucren con comida podrida en contenedores y desaparezcan los dineros que debieran ir a obras de electrificación. Son gente que se roba hasta un hueco. Y después regresan a llevarse el hoyo que quedó...
Golpe después de las elecciones
En una clara demostración de desprecio a la voluntad popular, ya Boves II dio órdenes a sus sigüíes de seguir imponiendo su voluntad a contrapelo. Ya una legislatura sumisa, que está a punto de entregar, se apresta para pasar unas leyes y a nombrar unos magistrados no buscando el bien general sino conservar el poder a como dé lugar. La Venezuela del 2010 no está representada por esos diputados. Nunca lo estuvo porque fue elegida por menos del 20 por ciento de los votantes. Lo decente, lo ético, entonces, es que ralenticen su accionar y dejar esas tareas a quienes sí son en verdad un reflejo del país. Si no, sería un golpe a la decisión de la mayoría.
La agresión que el comandante de la Guarnición de Valencia realizó contra un ciudadano que no estaba en ninguna actitud agresiva sino conversando con otros como él, es de una vileza tal que ha sido repudiado hasta por los propios copartidarios del en mala hora general. Que la víctima sea un oficial que al regresar a la vida civil ha recuperado todos sus derechos (inclusive el de reunión en espacios públicos y sin armas) es irrelevante; pudo ser cualquiera. Conozco al coronel Méndez Jiménez desde que fui su comandante en los tiempos de cadete. Tiempos en los que formábamos oficiales en el respeto por los derechos humanos y las formas de vida democrática. Y que luego exigíamos desde los puestos de mando. Desde esos lejanos tiempos me constan la rectitud y las dotes de caballero del coronel Méndez. Más tarde, primero por haberlo tenido a mis órdenes en la vida profesional, y después por haber gozado de su amistad, descubrí que también lo mueve un alto sentido cívico. Que un chafarote —en una actitud que desdice hasta de un cabo segundo, y valido de los soldados armados que lo acompañaban— lo haya golpeando varias veces en la cabeza, sin razón alguna, con su casco de dotación, es una muestra de cómo la regaladera de grados y cargos por parte del Primer Dedo de la República ha extraviado a nuestras Fuerzas Armadas de su misión; tanto, que ahora no tienen empacho en mostrarse como el brazo armado de un partido. El vituperio, el desprecio social, la censura no bastan en este caso. Porque se ha cometido un delito de acción pública. Pero veo muy difícil que los fiscales del Ministerio Impúdico y los magistrados del Tribunal de la Suprema Injusticia actúen de oficio. Aún así, creo que el agraviado debe apersonarse en un tribunal penal para pedir la apertura de un juicio por lesiones. Y en uno civil para buscar la indemnización por daños...
Golpe en las elecciones
En una conversación con mi hijo, este me decía: “Hay que explicarle al pueblo llano que quien se roba unos votos también es capaz de robar de todo después, cuando está en el poder”. Concordé porque creo que es el único camino para lograr que esas personas de pensamiento sencillo ayuden a reconstruir una Venezuela mejor sobre lo que dejarán quienes ya tienen doce años demoliendo y arrasando. Antes, los robos de votos eran cosa de roba-gallinas: unos tipos premunidos de sus bandas armadas, o comprando flacas voluntades, se dedicaban en las actas a alterar la voluntad popular. Ahora la cosa es de alto coturno. Implica legisladores que pasan leyes por las cuales la importancia del voto depende del lugar donde se emite: a mayor candidez (o estupidez) en la región, mayor el peso relativo del sufragio. Entonces, suceden cosas como la acontecida en donde yo voto. Una población de cerca de 430 mil habitantes, y donde se sabía que ganaba la alternativa democrática, elige solo un diputado, mientras que Delta Amacuro —con una población de menos de 100 mil, poco instruido y dependiente de la nómina oficial— obtiene cuatro. Algo parecido sucedió, por diseño, para los otros estados periféricos, como Amazonas, Portuguesa y Apure. A eso se suma la ventaja que representa para el oficialismo el tener en el CNE unos árbitros que no ocultan su rojiza parcialidad, que desdibujan los mapas electorales de toda una vida y crean unos circuitos artificiales para favorecer al jefecito de sus amores. Y, como aún así no les dan los números, de repente apagan el portal de esa institución y —confirmando lo que decía don Simón acerca de la oscuridad y el delito— los votos de los vencedores, que representan la unidad, se los endosan a los perdidosos del régimen; como sucedió en el circuito 5 de Valencia. Robar votos es igual a dar un golpe de Estado: se llega al poder con las manos sucias, irrespetando al pueblo que dicen amar. Ese pueblo debe entender que esos ladrones después serán los que se lucren con comida podrida en contenedores y desaparezcan los dineros que debieran ir a obras de electrificación. Son gente que se roba hasta un hueco. Y después regresan a llevarse el hoyo que quedó...
Golpe después de las elecciones
En una clara demostración de desprecio a la voluntad popular, ya Boves II dio órdenes a sus sigüíes de seguir imponiendo su voluntad a contrapelo. Ya una legislatura sumisa, que está a punto de entregar, se apresta para pasar unas leyes y a nombrar unos magistrados no buscando el bien general sino conservar el poder a como dé lugar. La Venezuela del 2010 no está representada por esos diputados. Nunca lo estuvo porque fue elegida por menos del 20 por ciento de los votantes. Lo decente, lo ético, entonces, es que ralenticen su accionar y dejar esas tareas a quienes sí son en verdad un reflejo del país. Si no, sería un golpe a la decisión de la mayoría.