viernes, 8 de octubre de 2010

Hablemos de golpes

Golpe cobarde
La agresión que el comandante de la Guarnición de Valencia realizó contra un ciudadano que no estaba en ninguna actitud agresiva sino conversando con otros como él, es de una vileza tal que ha sido repudiado hasta por los propios copartidarios del en mala hora general. Que la víctima sea un oficial que al regresar a la vida civil ha recuperado todos sus derechos (inclusive el de reunión en espacios públicos y sin armas) es irrelevante; pudo ser cualquiera. Conozco al coronel Méndez Jiménez desde que fui su comandante en los tiempos de cadete. Tiempos en los que formábamos oficiales en el respeto por los derechos humanos y las formas de vida democrática. Y que luego exigíamos desde los puestos de mando. Desde esos lejanos tiempos me constan la rectitud y las dotes de caballero del coronel Méndez. Más tarde, primero por haberlo tenido a mis órdenes en la vida profesional, y después por haber gozado de su amistad, descubrí que también lo mueve un alto sentido cívico. Que un chafarote —en una actitud que desdice hasta de un cabo segundo, y valido de los soldados armados que lo acompañaban— lo haya golpeando varias veces en la cabeza, sin razón alguna, con su casco de dotación, es una muestra de cómo la regaladera de grados y cargos por parte del Primer Dedo de la República ha extraviado a nuestras Fuerzas Armadas de su misión; tanto, que ahora no tienen empacho en mostrarse como el brazo armado de un partido. El vituperio, el desprecio social, la censura no bastan en este caso. Porque se ha cometido un delito de acción pública. Pero veo muy difícil que los fiscales del Ministerio Impúdico y los magistrados del Tribunal de la Suprema Injusticia actúen de oficio. Aún así, creo que el agraviado debe apersonarse en un tribunal penal para pedir la apertura de un juicio por lesiones. Y en uno civil para buscar la indemnización por daños...

Golpe en las elecciones
En una conversación con mi hijo, este me decía: “Hay que explicarle al pueblo llano que quien se roba unos votos también es capaz de robar de todo después, cuando está en el poder”. Concordé porque creo que es el único camino para lograr que esas personas de pensamiento sencillo ayuden a reconstruir una Venezuela mejor sobre lo que dejarán quienes ya tienen doce años demoliendo y arrasando. Antes, los robos de votos eran cosa de roba-gallinas: unos tipos premunidos de sus bandas armadas, o comprando flacas voluntades, se dedicaban en las actas a alterar la voluntad popular. Ahora la cosa es de alto coturno. Implica legisladores que pasan leyes por las cuales la importancia del voto depende del lugar donde se emite: a mayor candidez (o estupidez) en la región, mayor el peso relativo del sufragio. Entonces, suceden cosas como la acontecida en donde yo voto. Una población de cerca de 430 mil habitantes, y donde se sabía que ganaba la alternativa democrática, elige solo un diputado, mientras que Delta Amacuro —con una población de menos de 100 mil, poco instruido y dependiente de la nómina oficial— obtiene cuatro. Algo parecido sucedió, por diseño, para los otros estados periféricos, como Amazonas, Portuguesa y Apure. A eso se suma la ventaja que representa para el oficialismo el tener en el CNE unos árbitros que no ocultan su rojiza parcialidad, que desdibujan los mapas electorales de toda una vida y crean unos circuitos artificiales para favorecer al jefecito de sus amores. Y, como aún así no les dan los números, de repente apagan el portal de esa institución y —confirmando lo que decía don Simón acerca de la oscuridad y el delito— los votos de los vencedores, que representan la unidad, se los endosan a los perdidosos del régimen; como sucedió en el circuito 5 de Valencia. Robar votos es igual a dar un golpe de Estado: se llega al poder con las manos sucias, irrespetando al pueblo que dicen amar. Ese pueblo debe entender que esos ladrones después serán los que se lucren con comida podrida en contenedores y desaparezcan los dineros que debieran ir a obras de electrificación. Son gente que se roba hasta un hueco. Y después regresan a llevarse el hoyo que quedó...

Golpe después de las elecciones
En una clara demostración de desprecio a la voluntad popular, ya Boves II dio órdenes a sus sigüíes de seguir imponiendo su voluntad a contrapelo. Ya una legislatura sumisa, que está a punto de entregar, se apresta para pasar unas leyes y a nombrar unos magistrados no buscando el bien general sino conservar el poder a como dé lugar. La Venezuela del 2010 no está representada por esos diputados. Nunca lo estuvo porque fue elegida por menos del 20 por ciento de los votantes. Lo decente, lo ético, entonces, es que ralenticen su accionar y dejar esas tareas a quienes sí son en verdad un reflejo del país. Si no, sería un golpe a la decisión de la mayoría.

Última carta a un abstencionista

Fíjate que te sigo llamando “abstencionista”, por respeto a ti, aunque la mayoría de la gente te tilda de “ni-ni”.  Y quizás tú mismo te designas así, sin darte cuenta que lo que significa ese remoquete es que la gente piensa que tú eres alguien que no es “ni chicha, ni limoná”. Lo que nadie sabe es si tu actitud se debe a que en verdad tu posición filosófica te llevó a la conclusión de que es lo que hay que hacer; o si lo haces porque eres alguien meramente indiferente a lo que acontece en la sociedad donde te toca vivir, que todo te resbala; o porque piensas que, de participar, tu esfuerzo sería nugatorio ya sea porque el Estado seguirá con su misma inercia, o porque el gobierno le ordenaría al “árbitro” realizar cualesquiera de las marramuncias que ya llevó a cabo en el pasado; o, finalmente, porque tienes físico culillo. La única de las explicaciones que sería moralmente aceptable sería la primera, aunque sería también incomprendida por el noventa y dele por ciento de los ciudadanos.

Si lo haces porque te tiene sin cuidado lo que acontezca en el país, eres un irresponsable además de un insensible. El país se está cayendo a pedazos en manos de una caterva de ineptos como nunca se había visto en Venezuela. Siempre hubo una cuota de ineficientes portadores de carnés en los gobiernos anteriores, pero también tendrás que admitir que predominaban los que sabían de la materia que tenían que resolver, sea en sanidad, suministros, seguridad o educación. Ahora no, ahora pareciera que el único cartabón para acceder a posiciones públicas es el gritar “¡Uh, ah!” y hacer ver que está embelesado por las palabras de Boves II cuando lo enfocan las cámaras en alguna de las innumerables cadenas con las que abusivamente se mete en tu casa gente a la que tú (no lo niegues) desprecias. Más de un apagón te ha hecho mentar madres porque perdiste un trabajo que tenías en el computador y no habías salvado, o simplemente porque ya el catire de CSI estaba por descubrir quién fue el que cometió el delito; y cuidado si no es que has tenido que sufrir la pérdida de alguno de tus artefactos eléctricos. Más de una vez has mascullado improperios cuando ves los anaqueles vacíos en el supermercado, y lo que encuentras está cada vez más caro. Ojalá no hayas tenido que rumiar tu furia por haber llevado a alguien de tu familia a una dependencia sanitaria y encontrarte que un cubano que dizque es médico no sabe diagnosticar el mal, y receta la misma pastilla sin importar si fuiste por un esguince, por un conato de aborto o por una herida que te causó uno de los muchos malandros que proliferan de un  tiempo a acá. ¿Y tú vas a desperdiciar la oportunidad que te presentan para intentar corregir ese estado de cosas? Si lo haces, repito, eres un irresponsable. Con tu país, tu región, tu familia y contigo mismo.

Si lo haces porque sabes, a conciencia, que el régimen no considera al CNE un poder independiente, como reza en la Constitución, sino un mero ministerio más para cumplir órdenes del Ejecutivo —y lo que es peor, varias de sus miembros (miembras dijera una de las muchas feministas ignaras que tiene la robolución) parecieran aceptar que sí son subalternas del Nerón Sabanetero—, tu posición sería comprensible pero no aceptable. Todos, en Venezuela, tirios y troyanos, estamos conscientes de eso. Y de que en el pasado, miembros del CNE han llevado a cabo marramuncias para favorecer al oficialismo (esfuerzos estos que han sido premiados luego con embajadas o magistraturas supremas). Por eso mismo es por lo que hay que ir a votar: porque la diferencia que hay que sacar sobre los rojos ineficientes y corruptos debe ser de tal magnitud que impida la comisión de fraude; que sea a prueba de chanchullos, pues.
Y si lo haces por la última de las razones que di en el primer párrafo, no voy a tratar de convencerte. Sólo te diré que en este país, desde los tiempos mismos de la conquista hubo personas —y hasta en estos días aciagos las sigue habiendo— que se enfrentaron al poder decididamente. ¡Claro que temían por su vida y las de los suyos! Pero lo llevaron y lo llevan a cabo en el entendido de que hay cosas que constituyen un bien superior por el cual se debe sacrificar la comodidad, los bienes y hasta la vida. No hay, entonces, diferencia entre el sacrificio de Alonso Andrea de Ledesma defendiendo a Caracas de Amyas Preston y el de Franklin Brito defendiendo sus tierras contra los que quieren vivir del trabajo y el esfuerzo ajenos. Y si tú no lo entiendes, es porque lo que eres es un pobre diablo a toda vela, que no merece sino vituperio. Chao contigo...

Con todos los demás, ¿quién dijo miedo?, ¡vamos a votar!

Otra carta a un abstencionista

Cuando tu cuerpo está mal, tú te medicas, preferiblemente siguiendo las instrucciones de uno que sabe de eso, el médico. Tú no dejas que la condición empeore por tu inacción; tú te metes la pastilla que puede curarte o, por lo menos, disminuir el malestar que sientes. Entonces, si tú sabes que el cuerpo social de Venezuela está mal y que tienes a mano la medicina, ¿por qué tienes decidido quedarte en casa el día de las votaciones? Tienes que, junto con millones de paisanos más, ayudar a la recuperación de ese organismo colectivo donde nos toca sobrevivir. Y fíjate bien el grupo verbal que empleo: “nos toca sobrevivir”. En otras circunstancias hubiera escrito: “donde tenemos la dicha de vivir”. Porque, de un tiempo para acá, en Venezuela se sobrevive; cuando no es ante las arremetidas del hampa que anda por la libre (y a veces, muchas veces, coludida con agentes de la policía), es porque tienes que dejarte morir de hambre para defender lo tuyo, como le tocó a Brito; o porque te matas mientras vas manejando por una carretera llena de cráteres; o porque no tienes cómo pagar una clínica y tienes que acudir a un hospital público resignado a morir a mengua.

En todo caso, y regresando al argumento inicial, cuando decides tomar un medicamento, ingieres una pastilla que tú sabes que sí te va a hacer efecto, no una que sería inútil para mejorar. Mucho menos te meterías una pepa que está en un frasco sin etiqueta que te diga qué es y para qué sirve. ¡Ni de vainas! No sea que, como dice el refrán, salga “peor el remedio que la enfermedad”. En todos los circuitos electorales, tanto el PUS como los otros comunistas (los que no tienen empacho en admitirlo y lo ponen en el nombre de su partido) nos encontramos con una mayoría de ilustres desconocidos a los que uno no puede reconocerle merecimientos, instrucción, experiencia u oficio útil que sirvan como aval para aparecer en esos tarjetones. Lo que imperó para eso fue el antojo, la puntada de cuello, del Primer Dedo de la República. Es gente a la que nunca has escuchado porque desde muy arriba llegó la orden de comportarse como cuando estás en la sala de radiografías: “no respire, no hable, no se mueva, no haga nada hasta que yo le dé permiso”. Y los otros, los que sí conoces, los conoces precisamente por su sumisión al Nerón Sabanetero, no por la defensa de las personas a las cuales dicen representar. Gente que, por cierto, pone sus amplias posaderas en las curules con menos de un doce por ciento de la aprobación popular. Y aún así, se dan ínfulas peores, chupan más ávidamente y cometen más desafueros que el más venal y el más inepto de los parlamentarios de los congresos anteriores. Son personas que se apoltronan sólo para levantar la mano apenas Cilia les pela los ojos. No pueden hablar en el recinto; sólo algunos ungidos como Escarrá el peor (el malo es el otro), Darío Vivas, la Fosforito o Sanguino pueden hacerlo. Y si no pueden hablar en algo que llaman “el parlamento”, ¿cómo van a hablar por fuera, si ya Boves II decidió que lo que viene el 26 de septiembre no son unas elecciones de personas que deben representar a las regiones en Caracas sino un plebiscito en el cual la única figura a escoger es a él.

¡Pues no! No podemos dejar que nos metan gato por liebre. Todo el mundo tiene que tener claro que la Presidencia nada tiene qué buscar en estos comicios. Ya le llegará su turno en el 2012. Pero se mete; contrariando la letra y el espíritu constitucionales y cometiendo delito. Pero para eso él —además de creer que gobernar es hacer su real gana, sin cortapisa alguna— se siente guapo y apoyado. En este caso, por las cuatro rojas-rojitas que él decidió que estuvieran en el CNE, no para asegurarse de la incolumidad de los resultados electorales sino para cerciorarse con triquiñuelas y decisiones sesgadas de que su amado líder, ni el partido al cual pertenecen todavía (aunque hallan hecho la pantomima de renunciar a él unos días antes de sus postulaciones), va a sufrir menoscabo en comicios que ellas “supervisen”.

Precisamente, por la presencia de ese tipo de morbos en el cuerpo político y social de Venezuela es que tu voto es esencial: las dosis de medicamentos que hay que administrar tiene que ser mayor; la infección es de tal gravedad que requiere dosis heroicas. No es con pócimas, bebedizos o menjurjes que vamos a curar al país. Ni siquiera con rezos, aunque les reconozco sus capacidades curativas. Es con medicinas patentadas que garanticen la eficacia de la remisión de la enfermedad. Así sepan amargo, o impliquen tener que sacrificar un domingo en una cola. Medícate, no te quedes en casa el 26...

Carta a un abstencionista

No lo niegues, a ti te dolió la muerte de Brito. Porque tú no eres un ser indiferente. Esas cosas trascendentales de vida y muerte dejan una marca, así el protagonista sea un desconocido. Que Brito no lo era. Todos sabíamos que era alguien que estaba luchando, con las armas que él libremente decidió, contra una injusticia que se había cometido contra él y su familia. También estás enterado de cuál fue la reacción oficial: declararlo loco. Y lo hizo una persona que no sabe nada de psiquiatría pero que sí de encontrar argumentos para defender las tropelías que comete el régimen: la oxigenada fiscala general. Por tanto, una de sus subalternas pide a una jueza que “para defender la vida” del huelguista se le fuerce a ir adonde él no quiere y se le someta a regímenes médicos que no necesita. Y la juez —no se sabe si por temor a seguir los pasos de la doctora Afiuni o porque pertenece a la caterva que grita: “¡Uh, ah!”— en un tris concede el pedimento.

Todas ellas —raro que las mejores cómplices en las arbitrariedades gubernamentales sean mujeres, siendo que usualmente son dechado de virtudes — arropadas con una excusa a primeras luces aceptable: el primer derecho es el derecho a la vida. Lo cual es verdad. Pero quien decide si ejerce dicho derecho es el sujeto de éste, nadie más puede hacerlo por él. Porque si es derecho, se debe tener la opción de ejercerlo o no. A menos que ya hayamos entrado en esa etapa del comunismo en el cual uno no se pertenece a sí mismo sino que el estado es el dueño de uno. En fin, que todas ellas parecen ser corresponsables en el resultado final de algo que dizque para preservar una vida. ¡Ah, pero no había terminado de enfriarse el cuerpo de Brito cuando salieron con muy farragosos alegatos a tratar de tapar la torta que pusieron!

Y, de una vez, la defensora del régimen (que no del pueblo) se unió al combo, con otro escrito, explicando que sus subalternos visitaron a Brito varias veces. Pero es que el asunto no era visitar, ¡era de solucionarle el problema! La tapa del frasco es la decisión de la misma fiscala —para “perfeccionar” la evasión de su responsabilidad— de pedir el enjuiciamiento de la familia del difunto por dizque “incitación al suicidio” ¡El colmo de la vesania! No sólo las deja viuda y huérfana, sino que también las quiere meter presas. Me imagino que la misma jueza que se prestó a la canallada de ordenar el internamiento de Brito, con la misma celeridad sería la encargada de cometer la otra de ordenar el encausamiento y prisión de las dos desdichadas mujeres.

Por eso, para tratar de que en el futuro Venezuela no tenga que padecer magistrados, jueces, fiscales y defensores de esa calaña, —quienes creen a ellos los pusieron ahí, no para buscar lo que es moral y legalmente correcto, sino para alcahuetear al régimen en la comisión de sus iniquidades— es que debes dejar de lado tu postura (¿filosófica?, ¿comodona?) y decidirte a votar.

Tú eres una persona recta, que te gusta que los demás se comporten como tú, honrada y dignamente. Por eso no puedes ver con buenos ojos a quienes transgreden las normas y la moralidad. Entonces, a ti te debe caer de la patada que el Nerón Sabanetero no se comporte como el primer magistrado que debe ser sino como el primer mandón y decida violar, una vez más, la Constitución y dedicarse a hacerle propaganda a los anodinos candidatos de su partido cuando tiene impedimentos legales para participar en la campaña. Después, para añadir ludibrio a la ofensa, sale arrogantemente a preguntarse, retóricamente, que quién se permite decirle a él que no puede hacer algo; para contestarse inmediatamente que nadie puede evitar su intervención en política. ¡Claro, quién se lo va a impedir, si los que deben hacerlo están todos sumisos a sus pies!

Todo ello lo hace en medio de una cadena de varias horas, instrumento al cual no debiera apelarse sino para los asuntos trascendentales de la nación. Luego, todas las televisoras oficiales hacen (adivinen por orden de quién) un “avance informativo” ¡de dos horas! en el cual reseñan el desarrollo de una caravana del PUS. Terrible ventajismo. Para la ilustración de los ignorantes crasos que “gerencian” ANTV y VTV, el mataburros de la DRAE especifica que “avance informativo” es: “Parte de una información que se adelanta y que tendrá ulterior desarrollo”. Si el avance fue larguísimo, ¡cómo sería el desarrollo!

Contra esos groseros ventajismos, que te chocan, contra esa palpable violación de los postulados legales que tipifican que los empleados públicos no pueden hacer campaña (ni emplear medios ni recursos oficiales para ellos), de manera que todos los candidatos compitan en igualdad de condiciones, es que debes abandonar tu postura usual y meterte en la cola de votar. Hazlo, que te vas a sentir muy satisfecho contigo mismo. Te lo garantizo...

De mortuis

Lo siento muchísimo, pero no puedo estar de acuerdo con quienes ahora ven en el recientemente fallecido Luis Tascón un prohombre, todo virtudes y amor por su prójimo; sin tacha alguna que enrostrarle. Esa actitud de quienes lo alaban hoy es el producto de una recomendación muy vieja. Tanto, que viene de los romanos, quienes sugerían que “De mortuis, nihil nisi bonum” (de los muertos, nada sino lo bueno). ¡Pues, no! Hay que decir la verdad, así ésta sea incómoda. Porque si empiezan a teñirlo de bondad y probidad puede suceder que algún memo se lo crea y empiece a asumir que ese señor es un ejemplo a seguir y se dedique a repetir las iniquidades del finado.

La infame “Lista de Tascón” es un monumento a la división artificial de un país entre unos “buenos compañeros de la revolución” para quienes están reservadas todas las bondades, prerrogativas y canonjías del régimen, y unos “malos hijos de la Patria” —frase del general Gómez vuelta a poner de moda— a quienes hay que negarles los accesos a los cargos públicos, los ingresos a las universidades experimentales y las academias militares, la concesión de créditos oficiales, y hasta la sal y el agua. Cómo será de inicua esa fulana lista que ya su compilador es sólo cenizas y ella todavía se mantiene vigente para seguir su nefasta labor de hostilizar a quienes, haciendo uso de un derecho constitucional, expresaron su opinión política. Por más que los voceros oficiales se rasguen las vestiduras y nieguen que se siga aplicando, la verdad es que nada se hace en las oficinas públicas sin consultarla. Y no sólo en territorio venezolano; hasta en la lejana Rusia se revisa antes de nada. Le sucedió a la hija de una querida amiga que por sus méritos académicos estaba becada en ese país; tuvo que pedir una certificación en la embajada y sistemáticamente se la negaban sin darle las razones. Hasta que alguien de menor estatura en la legación, un tercer secretario quizás, condolido y sottovoce, le dijo que la verdadera razón para negarle el documento era ¡que los padres de ella habían firmado! Con lo que se contraría lo que recomienda la Biblia y que fue un gran avance del derecho: que los hijos no deben cargar con las culpas de sus padres. Si es que expresar una forma de pensar fuese una culpa.

La famosa lista fue, y es, un instrumento malhadadamente eficiente para la persecución y la represión de millones de venezolanos. Y lo triste es que el difunto más de una vez declaró que estaba orgulloso de haber publicado ese documento, y que si tuviera que volver a hacerlo, lo volvería a elaborar. Maldad y falta de arrepentimiento es lo que se denota con eso.

Pero, no debe olvidarse que Luis Tascón, si a ver vamos, fue sólo un instrumento. Tenemos que recordar que el oficio con el que se presentó en el CNE a pedir la información estaba firmado por Boves II. La coyunda entrambos sirvió para la realización de una de las más nefandas maniobras políticas que haya habido en la historia venezolana.  Por esa inicua lista, elaborada a cuatro manos, muchos venezolanos fueron destituidos de sus cargos, otros debieron abandonar el país porque no encontraban cómo llevar algo para su casa, otros son, somos, hostilizados por el aparato represivo del régimen.

Pero, si uno se atiene a las lágrimas de cocodrilo de Cilia, hay que llorar a Tascón, y guardarle minutos de silencio, y poner la bandera a media asta. Menos mal que los de cierta edad recordamos el refrán que explica que en las cojeras de perro y en las lágrimas de cierto tipo de mujeres no se puede creer. En todo caso, para los rojos-rojitos hay muertos y muertos. Para lo afines están los minutos de silencio y los discursos grandilocuentes, como en el caso de Tiro Fijo. Para los adversarios, ni una sola mención. Mucho menos un pronunciamiento oficial. Para ellos, Caldera, Úslar, Aldemaro y Castro Leiva, por mencionar sólo unos pocos, no merecen sino silencio, cuando no repulsa.

Mucho menos les duelen a Izarrita, alias “La Hiena”, y sus camaradas los miles y miles de compatriotas muertos por la falta de eficiencia de sus organismos policiacos, eficientes sólo en hostigar a los adversarios, que ellos confunden con enemigos. ¡Ah, pero la foto de El Nacional sí que es pecado capital! Lo malo no es la cantidad de asesinatos sucedidos por la incuria oficial, ni la falta de dignidad con la que se trata a los muertos en la morgue, sino que salga la foto y la reseña en el periódico.

Por eso, no puedo estar de acuerdo con el adagio romano que mencioné al comienzo. Cuando mucho, seguiría la recomendación de Virgilio en La Eneida: “Parce sepulto” (perdona al que está enterrado). En todo caso, Dios es mejor que yo en eso. Y en todo. A Él lo encomiendo...

Acerca del incidente en Fuerte Tiuna

Una de las versiones más recurrente acerca de lo sucedido en Fuerte Tiuna es la del abuso al imponer castigos por parte de uno de los hoy difuntos. Para ser franco, debo señalar que sangrientos episodios como éste, el del soldado que mató a dos de sus jefes recientemente, o como el del teniente que quemó con un lanzallamas a unos alistados hace varios años, no son cosa de estos tiempos recientes. Siempre hubo abusos en las Fuerzas Armadas por parte de algunos superiores. Y de cuando en cuando, retaliaciones por parte de subalternos a quienes se les había colmado la paciencia. Vienen a mi mente muchas vivencias. Unas, de casos de poca monta, pero que sirvieron para descubrir la personalidad futura del perpetrador; como el de las arbitrariedades que cometía cada viernes, hace cincuenta y seis años, Müller Rojas —hoy devenido en venerable miembro del santoral rojo—, quien abusivamente les quitaba dinero a quienes estábamos alojados en su mismo dormitorio para tener bastante con que beber sábado y domingo (a él la caña le gustó desde chiquito). Y otros de más envergadura, como el del teniente que, en el Comando Regional en Valencia, se vio impelido a dispararle a un coronel que, presumiblemente, lo acoquinaba excesiva y frecuentemente y lo “cargaba a monte” todo el tiempo. Afortunadamente, por milímetros no entró la bala en el cráneo y sólo le voló una oreja al abusivo. Como ésos, miles de casos más que conozco y que son el resultado de treinta y pico años sirviendo bajo bandera.

Compañeros de armas somos cuantos combatimos —unos, con un procesador de palabras porque estamos retirados; otros con instrumentos más letales por su condición de activos— porque tenemos un mismo ideal: lograr una patria grande, un país donde se progrese en lo económico y lo espiritual, una nación unida en la búsqueda de la libertad; y unas Fuerzas Armadas donde las impurezas del partidarismo no existan más, donde las pasiones mezquinas no tengan cabida, y en las que se oiga sólo las actitudes marciales de quienes sirven y el latir de los corazones que quieren vivir para ella y hasta morir por ella. Pero no por causas inventadas.

En todo caso, ya cumplida la gesta liberadora de nuestros próceres, ha quedado para los oficiales de hoy una tarea quizás menos refulgente en apariencia, pero más difícil en realidad, y por tanto, no menos atractiva: la de formar no sólo soldados sino ciudadanos. Con todo lo que eso implica de acatamiento a las normas justas, de respeto al derecho de los demás, de productividad para el avance nacional. Y eso no se logra con procedimientos “gomeros”.

Desde hace casi una década, los venezolanos miran a sus Fuerzas Armadas con desconfianza. Y hechos como los acontecidos recientemente no ayudan en nada a la recuperación de la estima que hasta hace poco tuvieron los militares en la sociedad venezolana. Hasta que los altos mandos no reflexionen acerca de la responsabilidad formativa que tienen, hasta que no entiendan que hay que predicar más principios cívicos  y menos adoctrinamiento partidista a sus subalternos, y hasta que no sigan permitiendo que se irrespete los derechos del caudal humano que les entrega la nación para su perfeccionamiento, dichos jefes seguirán siendo estigmatizados justamente.

Hay que romper el molde de la vieja milicia machetera que, en una suerte de atavismo, pareciera que todavía está en la mente de muchos oficiales, especialmente en el Ejército. Los alistados, cuando regresen a la vida civil debieran recordar a sus oficiales como maestros que quisieron cuerdamente llevarlos hacia la evolución ascendente que el signo de los tiempos actuales. Ya se acabó con el reclutamiento forzoso, una de las mayores ignominias que manchaban a la república. Hoy, quizás acicateados por el hambre, muchos de los conscriptos, quizás la mayoría, llegan como voluntarios. La república debiera atenderlos como se merecen y  a los oficiales que la representan no les es dado ignorar que tienen deberes que es preciso cumplir con los alistados porque representan la sangre joven de la nación y porque deben ser encaminados por la senda del bien moral. En las manos de la oficialidad pone la comunidad la clave de su porvenir, lo que el vientre de abnegadas madres ha dado a luz con dolor y los solícitos afanes de los padres (de quienes los tienen) ha cuidado por casi veinte años.

¿De qué manera puede llenar el Estado en este punto su misión? Teniendo como principal empeño la educación de sus oficiales, no sólo su instrucción, porque éstos no sólo deben ser los conductores de sus hombres en el combate, sino mucho más: los maestros, a veces los jueces, y los guías para una vida que debiera ser ancha y fecunda para esos muchachos al regreso a la vida civil. Pero para comportarse así, esos oficiales debieran estar al margen de la política chichera y, más bien, muy por encima de ella. ¿Será pedir peras al olmo? No creo...

Mi lectura del 26-S

Sucedió lo que se sabía: el régimen iba a obtener la mayoría en la Asamblea aunque no tuviera la mayoría de los votos a nivel nacional. Porque las reglas del juego estaban hechas no por diputados que actuasen con sentido de justicia y  equidad, y buscando el bien común, sino por fichas gobierneras que hacían un traje a la medida del oficialismo. Para halar la brasa para su sardina. O, en este caso, su bacalao. Por eso dibujaron reglas que maximizaban la cantidad de diputados que podían obtenerse en las regiones con menos densidad poblacional y más atrasadas social y económicamente, y por tanto, más dependientes de la nómina oficial. De esa manera se potenciaban las posibilidades de ganar ellos. Lo cual no deja de ser un contrasentido. O más de un contrasentido.  Porque tan raro es que el peso de las regiones sea inversamente proporcional a su población, como que gente que ha sido mantenida en la inopia, la privación y la ignorancia siga favoreciendo a los mismos que —algunos creemos que ex profeso— los han conservado en ese estado y sin posibilidad de redención. 

De manera que esta sí fue una victoria como la que, en su despecho por haber perdido la reforma, describió Boves II en el 2007. No utilizo el escatológico adjetivo empleado esa vez por no parecerme a ese boca de cloaca, no porque no sea en verdad merecido el calificativo a lo que le sucedió al régimen: obtienen más diputaciones pero, si a los números absolutos a nivel nacional nos vamos, son minoría en el corazón de los venezolanos. Proceso que se había demorado más de la cuenta, vistas las desastrosas resultantes de la ineptitud, la corrupción y el sectarismo de muchos jerarcas en cuanta iniciativa acometía el régimen. Que no eran muchas porque este es uno que se puede describir con las palabras de Terencio: Mare verborum, gutta rerum, un mar de palabras y una gota de cosas. O sea, dicho en criollo: “Mucho ruido y pocas nueces”. Porque si algo caracteriza a esa gente es que hace muchas promesas y producen poca substancia; que pronuncia muchas palabras pero genera poquísimas ideas. Y a la prueba me remito: cálense las seis, siete horas de una cadena presidencial y traten de descubrir algo que sea en verdad nuevo y de provecho para la nación. No lo encontrarán, solo el mismo discurso manido que ha venido repitiendo hace doce años.

El país despertó con una nueva realidad: los que piensan distinto a como quiere imponernos Esteban somos más. Pero no creo que eso signifique mucho en la mente de éste, un tipo sin escrúpulos y que sólo tiene una fijación: su perpetuación en el poder. Tanto, que descaradamente hizo propaganda política disfrazada de actos oficiales en los días previos a las elecciones en que estaba vedado para los demás venezolanos, y en el mismo día de las votaciones llegó al colmo de citar lo que escribió su barbudo jefe desde La Habana y que uno no puede denominar como una intromisión en la política interna sino como una entrepitura descarada. ¿Y el CNE?, bien gracias. Sinceramente, no creo que a la realidad nacional dibujada este domingo pasado lo lleve a enmendar. Seguirá excluyendo a todos aquellos que nos atrevemos a disentir; seguirá exigiéndole a sus subalternas en la Fiscalía y en los tribunales que se encarcele a sus antagonistas; para los altos cargos seguirá dándole preeminencia al carné del partido y a las personalidades perrunamente obsecuentes y no a los conocimientos técnicos y la eficiencia profesional; seguirá prefiriendo a los amigotes y chulos que tiene en Cuba, Bolivia, Nicaragua y otros países parecidos a los pobres de esta sufrida nación nuestra.

¿Reflexionará que el gran perdedor de estas elecciones fue él? ¿Se acordará de que él intentó convertir estas elecciones en un plebiscito donde el único candidato era él? No creo. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Comportándose como una versión tropical del hermano iraní suyo —quien tuvo el descaro de decir en las Naciones Unidas que los gringos mismos fueron los que destruyeron las torres gemelas de Nueva York— de ahora en adelante añadirá un tema nuevo al manoseado discurso de siempre: ahora, cada vez que  tome la palabra, explicará que esa “magnifica victoria obtenida por las fuerzas de la revolución meeesma” es un cheque en blanco para seguir empujándonos, garganta abajo, velis nolis, un dizque socialismo que no es sino una descarada imitación del fascismo.

Aún así, yo soy optimista con la nueva Asamblea. Si los cuatro gatos que saltaron la talanquera para este lado dijeron una inmensa cantidad de verdades y denunciaron las tramposerías que cocinaban las focas en el Parlamento, qué será cuando sean sesenta y algo las voces que se alcen.  Y como parece que la dueña de la tijera parlamentaria no repetirá, bastantes intervenciones ayudarán a ratificar que el rey está desnudo...

Otra maniobra distractora

Hoy, el Gran Autorizador de la Paz en el Continente debe estar tratando de bajear al nuevo ocupante del Palacio de Nariño para que se rinda embobado por su abundante verbo. Atrás quedaron las intromisiones inadmisibles en el proceso electoral colombiano amenazando con que si ganaba Santos nunca le estrecharía la mano. Van doce años del mare verborum y no entiende que uno es esclavo de la palabra que pronuncia. Pero, claro, a él —que es experto en hablar por ambos lados de la boca — no le importa meter la pata porque siempre habrá un arrastrado, un José Temiente por ejemplo, que explique que “él no quiso decir eso”. Total que todo, hoy, con “mi hermano Juan Manuel”, será igualito que cuando llegó Obama al poder en USA. Era “la esperanza del continente”, y al ratico, cuando se dio cuenta de que el negrito no le iba a parar mucho, ya lo denostó como un “hijuebush”.

Menos mal que el doctor Santos no es cogido a lazo. Y sabe que el sabanetero es más mentiroso que un brassiere con relleno. Que lo que busca es un repliegue táctico mientras consigue un medio de seguir ayudando a sus queridos compañeros del Foro de Sao Paulo. Porque una cosa tiene todo el mundo claro: lo de Esteban es una fijación ciprianera; no estará tranquilo hasta que no haya revivido la Gran Colombia y él esté sentado bajo el solio de Bolívar.

Santos lo va a dejar correr y, luego, le dirá que sí, que sería bien bueno que se restablecieran las relaciones. Pero que como la puntada de romper relaciones se originó en Caracas, al visitante es a quien le tocará hacer los mayores esfuerzos por remendar el capote. Y pedirá que la inmensa deuda que tiene el régimen con los exportadores colombianos sea pagada. Y que cese el acoso por parte de las autoridades venezolanas a todo lo que huela a colombiano.  Y que ya dejen de hacerse los locos, gobierno y Fuerzas Armadas de Venezuela, con los guerrilleros a los que se les da cobijo y ayuda; que ya no acepten —como le tocó admitirlo al teniente que “comanda” el puesto de La Gabarra ante un reportero español— que haya zonas donde los militares venezolanos no “deben” pasar.

En todo caso, que Boves II se olvide de llegar con amenazas, que el compañero Juanma no va a ceder, todo tembloroso,  ante la amenaza de otros “diez batallones” para la frontera. Porque va a perder el tiempo. El Presidente de Colombia sabe que no debe distraer a sus Fuerzas Militares y su Policía en lo que han estado ocupadas, con mucho éxito, en estos últimos ocho años: en rescatar para los colombianos la paz en sus ciudades, aldeas, campos y carreteras. No va a complacer la megalomanía del de por aquí, ni las ganas de éste de estrenar sus milicianos en una lucha fratricida. Contienda en la que, como yo la veo, el resultado sería igual al de una pelea entre un cochino  hambriento y una docena de buñuelos amarrados.

Lo que debería hacer el Iluminado por Maisanta es aprovechar para aprender cómo se gobierna, escuchando a alguien que tiene menos de una semana en la Presidencia pero que fue exitoso ministro en tres áreas, con tres presidentes diferentes, porque se rodeó de gente eficiente, no de chupamedias ni correligionarios. Siendo ministro de Comercio Exterior hizo que las exportaciones colombianas dieran un salto, especialmente por los tratados comerciales que logró patentizar con México, Venezuela y Ecuador. Siendo ministro de Hacienda, sacó al país de su peor crisis económica cuando impuso contra viento y marea unas reformas y unos ajustes que blindaron a Colombia. Por cierto, las mismas medidas que ahora les ha tocado adoptar angustiosamente a algunos países de Europa. Y de ministro de la Defensa, ni se diga; trabajando de consuno con las Fuerzas Militares y la Policía mantienen arrinconadas a las FARC, que pareciera que ya están pidiendo cacao. Tanto, que Elke Tekonté, sale de “sabio y prudente” a recomendarles que cesen los secuestros y liberen a los que tienen hace años. Por algo será.

Por cierto, cuando el tipo afirma que: "Yo ni he aprobado, ni apruebo, ni aprobaré presencia alguna de fuerzas guerrilleras, o de fuerzas militares de cualquier tipo irregulares o regulares en Venezuela”, pareciera que no recuerda el punto de cuenta que le aprobó a Rodríguez Chacín en el cual se autorizaba dar dinero y espacios a los irregulares...

De paso, mientras esté allá, debería preguntar cómo es que se hace para organizar un gabinete —no con pelafustanes y avivatos como los que a nosotros nos ha tocado padecer— sino con personas que han demostrado hasta la saciedad que son expertos en sus ramos, y que están respaldados por sólidas maestrías y doctorados hechos en universidades serias. Y que han sido escogidos por Santos a pesar de que estuvieron en la acera de enfrente en la contienda electoral. Porque son los mejores...

Por la falta de un clavo...

Cada acción u omisión tiene como resultante una consecuencia que puede ser buena o mala. Tener éxito en la vida es el resultado de haber decidido acertadamente acerca de hacer algo o abstenerse de hacerlo. Lo contrario, fracasar en la vida, es el resultado de una secuencia prolongada de malas decisiones que fueron tomadas en momentos cruciales. Y si eso es verdad en cuanto a las personas individualmente, también es cierto en cuanto a los grupos, las sociedades, las naciones y hasta la humanidad entera. Pongo sólo un ejemplo de esto último: el calentamiento global que ya está poniendo en peligro el futuro del género humano es la consecuencia de haber decidido, hace montones de años, exacerbar el empleo de combustibles fósiles para generar energía.

Esas acciones y omisiones pueden ser de diferentes dimensiones. Hasta hay un refrán que explica que “a pequeñas causas, grandes efectos”. Los gringos tienen un aforismo en forma de poema que comienza: “For want of a nail the shoe was lost”, y que explica que por la falta de un clavo, se perdió una herradura; que por esa falta de una herradura, no se pudo usar un caballo; que, porque no tenía montura, un soldado de caballería no estaba disponible para el combate; que, debido a ello, se perdió una batalla, y por esa derrota,  se perdió un reino entero. Todo, por la falta de un humilde y piche clavo. Aquí debo hacer una digresión para calmar a los rojos que me leen —porque algunos me leen, aunque cueste creerlo— y ya me están acusando de lacayo del imperio. Antes dije que el poemita es usado por los gringos, y su versión en inglés es la que me sé, pero la más antigua versión que se conoce de éste es de finales del siglo XIV y está escrito en francés antiguo: “Par ung seul clou perd on ung bon cheval”.

En todo caso, lo importante de recordar es que por pequeñas cosas que uno cree sin importancia, puede haber desenlaces terribles. Recuerdo una noticia en la cual se explicaba que una señora le prendió una vela a la Virgen para pedir por la salud de uno de sus hijos y luego se fue a dormir, con la mala suerte que la brisa hizo mover una cortina que estaba cerca de la llama, aquélla cogió candela y toda la casa fue consumida por el fuego. La señora, a duras penas pudo rescatar a sus hijos, pero no sin antes ella y ellos haber recibido graves quemaduras.

Reitero lo dicho: cualquier decisión puede cambiar el rumbo de la vida de una persona. Igual sucede con las sociedades. Con ellas, aplican los mismos principios. Comencemos con algo que pasó a comienzos del 2009 en California. La compañía Burger King ofreció darle una hamburguesa gratis a cada usuario de Facebook que eliminara diez personas de su lista de amigos en esa red social. Contrario a lo que es usual en Facebook, esos amigos fueron notificados de que estaban siendo arrojados a la papelera. Lo que algunos tomaron como ofensa y decidieron cortar la amistad con el muerto de hambre, no sólo electrónicamente sino en la vida real. Por la pena que suponía que todo el mundo en la red supiera que eras tan poco apreciado que valías la décima parte de un “Whooper”. Y se dio por lo menos un caso de justicia poética: uno de los que descartó amigos por la oferta de Burger King, antes de esa acción, había puesto a uno de los que fueron objeto de “dumping” como referencia en una solicitud de trabajo; cuando a éste le pidieron información del tipo, lo que hizo fue tirarlo al pajón, por lo cual no fue contratado.

Cosas como éstas hay que recordarlas el día de las elecciones. Cada voto es importante; uno sólo que falte puede ser como el clavo que le faltaba a la herradura. Por la ausencia de un sólo votante se puede dar al traste en este intento de recuperar la institucionalidad en la Legislatura. Por eso, es que ese día no es aceptable que alguien diga que es ni-ni. Todos tenemos obligaciones para con la patria. Y en este caso, el voto —que en situaciones normales es un derecho solamente— se convierte en un imperativo kantiano. Ese día tampoco puede haber comodones que no quieran hacer cola, pero que son los primeros murmuradores de lo mal que está el país. Ese día, las parrillas y las jugaderas de dominó tienen que ser dejadas de lado; o, por lo menos, postergadas hasta después de haber satisfecho el deber de componer el error que cometimos hace cinco años, cuando una dirigencia insensata llamó a la abstención. Una acción que, como todas, tuvo consecuencias. En este caso, gravísimas: fue una cuerda de borregos la que ocupó las curules. Para, cumpliendo el mandato del amo, pasar leyes malévolas. Todas ellas en contra del espíritu y la letra de la Constitución.

Por eso, que nadie se quede inactivo el 26-S...