viernes, 8 de octubre de 2010

Última carta a un abstencionista

Fíjate que te sigo llamando “abstencionista”, por respeto a ti, aunque la mayoría de la gente te tilda de “ni-ni”.  Y quizás tú mismo te designas así, sin darte cuenta que lo que significa ese remoquete es que la gente piensa que tú eres alguien que no es “ni chicha, ni limoná”. Lo que nadie sabe es si tu actitud se debe a que en verdad tu posición filosófica te llevó a la conclusión de que es lo que hay que hacer; o si lo haces porque eres alguien meramente indiferente a lo que acontece en la sociedad donde te toca vivir, que todo te resbala; o porque piensas que, de participar, tu esfuerzo sería nugatorio ya sea porque el Estado seguirá con su misma inercia, o porque el gobierno le ordenaría al “árbitro” realizar cualesquiera de las marramuncias que ya llevó a cabo en el pasado; o, finalmente, porque tienes físico culillo. La única de las explicaciones que sería moralmente aceptable sería la primera, aunque sería también incomprendida por el noventa y dele por ciento de los ciudadanos.

Si lo haces porque te tiene sin cuidado lo que acontezca en el país, eres un irresponsable además de un insensible. El país se está cayendo a pedazos en manos de una caterva de ineptos como nunca se había visto en Venezuela. Siempre hubo una cuota de ineficientes portadores de carnés en los gobiernos anteriores, pero también tendrás que admitir que predominaban los que sabían de la materia que tenían que resolver, sea en sanidad, suministros, seguridad o educación. Ahora no, ahora pareciera que el único cartabón para acceder a posiciones públicas es el gritar “¡Uh, ah!” y hacer ver que está embelesado por las palabras de Boves II cuando lo enfocan las cámaras en alguna de las innumerables cadenas con las que abusivamente se mete en tu casa gente a la que tú (no lo niegues) desprecias. Más de un apagón te ha hecho mentar madres porque perdiste un trabajo que tenías en el computador y no habías salvado, o simplemente porque ya el catire de CSI estaba por descubrir quién fue el que cometió el delito; y cuidado si no es que has tenido que sufrir la pérdida de alguno de tus artefactos eléctricos. Más de una vez has mascullado improperios cuando ves los anaqueles vacíos en el supermercado, y lo que encuentras está cada vez más caro. Ojalá no hayas tenido que rumiar tu furia por haber llevado a alguien de tu familia a una dependencia sanitaria y encontrarte que un cubano que dizque es médico no sabe diagnosticar el mal, y receta la misma pastilla sin importar si fuiste por un esguince, por un conato de aborto o por una herida que te causó uno de los muchos malandros que proliferan de un  tiempo a acá. ¿Y tú vas a desperdiciar la oportunidad que te presentan para intentar corregir ese estado de cosas? Si lo haces, repito, eres un irresponsable. Con tu país, tu región, tu familia y contigo mismo.

Si lo haces porque sabes, a conciencia, que el régimen no considera al CNE un poder independiente, como reza en la Constitución, sino un mero ministerio más para cumplir órdenes del Ejecutivo —y lo que es peor, varias de sus miembros (miembras dijera una de las muchas feministas ignaras que tiene la robolución) parecieran aceptar que sí son subalternas del Nerón Sabanetero—, tu posición sería comprensible pero no aceptable. Todos, en Venezuela, tirios y troyanos, estamos conscientes de eso. Y de que en el pasado, miembros del CNE han llevado a cabo marramuncias para favorecer al oficialismo (esfuerzos estos que han sido premiados luego con embajadas o magistraturas supremas). Por eso mismo es por lo que hay que ir a votar: porque la diferencia que hay que sacar sobre los rojos ineficientes y corruptos debe ser de tal magnitud que impida la comisión de fraude; que sea a prueba de chanchullos, pues.
Y si lo haces por la última de las razones que di en el primer párrafo, no voy a tratar de convencerte. Sólo te diré que en este país, desde los tiempos mismos de la conquista hubo personas —y hasta en estos días aciagos las sigue habiendo— que se enfrentaron al poder decididamente. ¡Claro que temían por su vida y las de los suyos! Pero lo llevaron y lo llevan a cabo en el entendido de que hay cosas que constituyen un bien superior por el cual se debe sacrificar la comodidad, los bienes y hasta la vida. No hay, entonces, diferencia entre el sacrificio de Alonso Andrea de Ledesma defendiendo a Caracas de Amyas Preston y el de Franklin Brito defendiendo sus tierras contra los que quieren vivir del trabajo y el esfuerzo ajenos. Y si tú no lo entiendes, es porque lo que eres es un pobre diablo a toda vela, que no merece sino vituperio. Chao contigo...

Con todos los demás, ¿quién dijo miedo?, ¡vamos a votar!

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