viernes, 8 de octubre de 2010

De mortuis

Lo siento muchísimo, pero no puedo estar de acuerdo con quienes ahora ven en el recientemente fallecido Luis Tascón un prohombre, todo virtudes y amor por su prójimo; sin tacha alguna que enrostrarle. Esa actitud de quienes lo alaban hoy es el producto de una recomendación muy vieja. Tanto, que viene de los romanos, quienes sugerían que “De mortuis, nihil nisi bonum” (de los muertos, nada sino lo bueno). ¡Pues, no! Hay que decir la verdad, así ésta sea incómoda. Porque si empiezan a teñirlo de bondad y probidad puede suceder que algún memo se lo crea y empiece a asumir que ese señor es un ejemplo a seguir y se dedique a repetir las iniquidades del finado.

La infame “Lista de Tascón” es un monumento a la división artificial de un país entre unos “buenos compañeros de la revolución” para quienes están reservadas todas las bondades, prerrogativas y canonjías del régimen, y unos “malos hijos de la Patria” —frase del general Gómez vuelta a poner de moda— a quienes hay que negarles los accesos a los cargos públicos, los ingresos a las universidades experimentales y las academias militares, la concesión de créditos oficiales, y hasta la sal y el agua. Cómo será de inicua esa fulana lista que ya su compilador es sólo cenizas y ella todavía se mantiene vigente para seguir su nefasta labor de hostilizar a quienes, haciendo uso de un derecho constitucional, expresaron su opinión política. Por más que los voceros oficiales se rasguen las vestiduras y nieguen que se siga aplicando, la verdad es que nada se hace en las oficinas públicas sin consultarla. Y no sólo en territorio venezolano; hasta en la lejana Rusia se revisa antes de nada. Le sucedió a la hija de una querida amiga que por sus méritos académicos estaba becada en ese país; tuvo que pedir una certificación en la embajada y sistemáticamente se la negaban sin darle las razones. Hasta que alguien de menor estatura en la legación, un tercer secretario quizás, condolido y sottovoce, le dijo que la verdadera razón para negarle el documento era ¡que los padres de ella habían firmado! Con lo que se contraría lo que recomienda la Biblia y que fue un gran avance del derecho: que los hijos no deben cargar con las culpas de sus padres. Si es que expresar una forma de pensar fuese una culpa.

La famosa lista fue, y es, un instrumento malhadadamente eficiente para la persecución y la represión de millones de venezolanos. Y lo triste es que el difunto más de una vez declaró que estaba orgulloso de haber publicado ese documento, y que si tuviera que volver a hacerlo, lo volvería a elaborar. Maldad y falta de arrepentimiento es lo que se denota con eso.

Pero, no debe olvidarse que Luis Tascón, si a ver vamos, fue sólo un instrumento. Tenemos que recordar que el oficio con el que se presentó en el CNE a pedir la información estaba firmado por Boves II. La coyunda entrambos sirvió para la realización de una de las más nefandas maniobras políticas que haya habido en la historia venezolana.  Por esa inicua lista, elaborada a cuatro manos, muchos venezolanos fueron destituidos de sus cargos, otros debieron abandonar el país porque no encontraban cómo llevar algo para su casa, otros son, somos, hostilizados por el aparato represivo del régimen.

Pero, si uno se atiene a las lágrimas de cocodrilo de Cilia, hay que llorar a Tascón, y guardarle minutos de silencio, y poner la bandera a media asta. Menos mal que los de cierta edad recordamos el refrán que explica que en las cojeras de perro y en las lágrimas de cierto tipo de mujeres no se puede creer. En todo caso, para los rojos-rojitos hay muertos y muertos. Para lo afines están los minutos de silencio y los discursos grandilocuentes, como en el caso de Tiro Fijo. Para los adversarios, ni una sola mención. Mucho menos un pronunciamiento oficial. Para ellos, Caldera, Úslar, Aldemaro y Castro Leiva, por mencionar sólo unos pocos, no merecen sino silencio, cuando no repulsa.

Mucho menos les duelen a Izarrita, alias “La Hiena”, y sus camaradas los miles y miles de compatriotas muertos por la falta de eficiencia de sus organismos policiacos, eficientes sólo en hostigar a los adversarios, que ellos confunden con enemigos. ¡Ah, pero la foto de El Nacional sí que es pecado capital! Lo malo no es la cantidad de asesinatos sucedidos por la incuria oficial, ni la falta de dignidad con la que se trata a los muertos en la morgue, sino que salga la foto y la reseña en el periódico.

Por eso, no puedo estar de acuerdo con el adagio romano que mencioné al comienzo. Cuando mucho, seguiría la recomendación de Virgilio en La Eneida: “Parce sepulto” (perdona al que está enterrado). En todo caso, Dios es mejor que yo en eso. Y en todo. A Él lo encomiendo...

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