Cada acción u omisión tiene como resultante una consecuencia que puede ser buena o mala. Tener éxito en la vida es el resultado de haber decidido acertadamente acerca de hacer algo o abstenerse de hacerlo. Lo contrario, fracasar en la vida, es el resultado de una secuencia prolongada de malas decisiones que fueron tomadas en momentos cruciales. Y si eso es verdad en cuanto a las personas individualmente, también es cierto en cuanto a los grupos, las sociedades, las naciones y hasta la humanidad entera. Pongo sólo un ejemplo de esto último: el calentamiento global que ya está poniendo en peligro el futuro del género humano es la consecuencia de haber decidido, hace montones de años, exacerbar el empleo de combustibles fósiles para generar energía.
Esas acciones y omisiones pueden ser de diferentes dimensiones. Hasta hay un refrán que explica que “a pequeñas causas, grandes efectos”. Los gringos tienen un aforismo en forma de poema que comienza: “For want of a nail the shoe was lost”, y que explica que por la falta de un clavo, se perdió una herradura; que por esa falta de una herradura, no se pudo usar un caballo; que, porque no tenía montura, un soldado de caballería no estaba disponible para el combate; que, debido a ello, se perdió una batalla, y por esa derrota, se perdió un reino entero. Todo, por la falta de un humilde y piche clavo. Aquí debo hacer una digresión para calmar a los rojos que me leen —porque algunos me leen, aunque cueste creerlo— y ya me están acusando de lacayo del imperio. Antes dije que el poemita es usado por los gringos, y su versión en inglés es la que me sé, pero la más antigua versión que se conoce de éste es de finales del siglo XIV y está escrito en francés antiguo: “Par ung seul clou perd on ung bon cheval”.
En todo caso, lo importante de recordar es que por pequeñas cosas que uno cree sin importancia, puede haber desenlaces terribles. Recuerdo una noticia en la cual se explicaba que una señora le prendió una vela a la Virgen para pedir por la salud de uno de sus hijos y luego se fue a dormir, con la mala suerte que la brisa hizo mover una cortina que estaba cerca de la llama, aquélla cogió candela y toda la casa fue consumida por el fuego. La señora, a duras penas pudo rescatar a sus hijos, pero no sin antes ella y ellos haber recibido graves quemaduras.
Reitero lo dicho: cualquier decisión puede cambiar el rumbo de la vida de una persona. Igual sucede con las sociedades. Con ellas, aplican los mismos principios. Comencemos con algo que pasó a comienzos del 2009 en California. La compañía Burger King ofreció darle una hamburguesa gratis a cada usuario de Facebook que eliminara diez personas de su lista de amigos en esa red social. Contrario a lo que es usual en Facebook, esos amigos fueron notificados de que estaban siendo arrojados a la papelera. Lo que algunos tomaron como ofensa y decidieron cortar la amistad con el muerto de hambre, no sólo electrónicamente sino en la vida real. Por la pena que suponía que todo el mundo en la red supiera que eras tan poco apreciado que valías la décima parte de un “Whooper”. Y se dio por lo menos un caso de justicia poética: uno de los que descartó amigos por la oferta de Burger King, antes de esa acción, había puesto a uno de los que fueron objeto de “dumping” como referencia en una solicitud de trabajo; cuando a éste le pidieron información del tipo, lo que hizo fue tirarlo al pajón, por lo cual no fue contratado.
Cosas como éstas hay que recordarlas el día de las elecciones. Cada voto es importante; uno sólo que falte puede ser como el clavo que le faltaba a la herradura. Por la ausencia de un sólo votante se puede dar al traste en este intento de recuperar la institucionalidad en la Legislatura. Por eso, es que ese día no es aceptable que alguien diga que es ni-ni. Todos tenemos obligaciones para con la patria. Y en este caso, el voto —que en situaciones normales es un derecho solamente— se convierte en un imperativo kantiano. Ese día tampoco puede haber comodones que no quieran hacer cola, pero que son los primeros murmuradores de lo mal que está el país. Ese día, las parrillas y las jugaderas de dominó tienen que ser dejadas de lado; o, por lo menos, postergadas hasta después de haber satisfecho el deber de componer el error que cometimos hace cinco años, cuando una dirigencia insensata llamó a la abstención. Una acción que, como todas, tuvo consecuencias. En este caso, gravísimas: fue una cuerda de borregos la que ocupó las curules. Para, cumpliendo el mandato del amo, pasar leyes malévolas. Todas ellas en contra del espíritu y la letra de la Constitución.
Por eso, que nadie se quede inactivo el 26-S...
Esas acciones y omisiones pueden ser de diferentes dimensiones. Hasta hay un refrán que explica que “a pequeñas causas, grandes efectos”. Los gringos tienen un aforismo en forma de poema que comienza: “For want of a nail the shoe was lost”, y que explica que por la falta de un clavo, se perdió una herradura; que por esa falta de una herradura, no se pudo usar un caballo; que, porque no tenía montura, un soldado de caballería no estaba disponible para el combate; que, debido a ello, se perdió una batalla, y por esa derrota, se perdió un reino entero. Todo, por la falta de un humilde y piche clavo. Aquí debo hacer una digresión para calmar a los rojos que me leen —porque algunos me leen, aunque cueste creerlo— y ya me están acusando de lacayo del imperio. Antes dije que el poemita es usado por los gringos, y su versión en inglés es la que me sé, pero la más antigua versión que se conoce de éste es de finales del siglo XIV y está escrito en francés antiguo: “Par ung seul clou perd on ung bon cheval”.
En todo caso, lo importante de recordar es que por pequeñas cosas que uno cree sin importancia, puede haber desenlaces terribles. Recuerdo una noticia en la cual se explicaba que una señora le prendió una vela a la Virgen para pedir por la salud de uno de sus hijos y luego se fue a dormir, con la mala suerte que la brisa hizo mover una cortina que estaba cerca de la llama, aquélla cogió candela y toda la casa fue consumida por el fuego. La señora, a duras penas pudo rescatar a sus hijos, pero no sin antes ella y ellos haber recibido graves quemaduras.
Reitero lo dicho: cualquier decisión puede cambiar el rumbo de la vida de una persona. Igual sucede con las sociedades. Con ellas, aplican los mismos principios. Comencemos con algo que pasó a comienzos del 2009 en California. La compañía Burger King ofreció darle una hamburguesa gratis a cada usuario de Facebook que eliminara diez personas de su lista de amigos en esa red social. Contrario a lo que es usual en Facebook, esos amigos fueron notificados de que estaban siendo arrojados a la papelera. Lo que algunos tomaron como ofensa y decidieron cortar la amistad con el muerto de hambre, no sólo electrónicamente sino en la vida real. Por la pena que suponía que todo el mundo en la red supiera que eras tan poco apreciado que valías la décima parte de un “Whooper”. Y se dio por lo menos un caso de justicia poética: uno de los que descartó amigos por la oferta de Burger King, antes de esa acción, había puesto a uno de los que fueron objeto de “dumping” como referencia en una solicitud de trabajo; cuando a éste le pidieron información del tipo, lo que hizo fue tirarlo al pajón, por lo cual no fue contratado.
Cosas como éstas hay que recordarlas el día de las elecciones. Cada voto es importante; uno sólo que falte puede ser como el clavo que le faltaba a la herradura. Por la ausencia de un sólo votante se puede dar al traste en este intento de recuperar la institucionalidad en la Legislatura. Por eso, es que ese día no es aceptable que alguien diga que es ni-ni. Todos tenemos obligaciones para con la patria. Y en este caso, el voto —que en situaciones normales es un derecho solamente— se convierte en un imperativo kantiano. Ese día tampoco puede haber comodones que no quieran hacer cola, pero que son los primeros murmuradores de lo mal que está el país. Ese día, las parrillas y las jugaderas de dominó tienen que ser dejadas de lado; o, por lo menos, postergadas hasta después de haber satisfecho el deber de componer el error que cometimos hace cinco años, cuando una dirigencia insensata llamó a la abstención. Una acción que, como todas, tuvo consecuencias. En este caso, gravísimas: fue una cuerda de borregos la que ocupó las curules. Para, cumpliendo el mandato del amo, pasar leyes malévolas. Todas ellas en contra del espíritu y la letra de la Constitución.
Por eso, que nadie se quede inactivo el 26-S...
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