Como si no fuera ya bastante el chorro de reales que se reparte pródigamente en misiones que no ayudan a sacar el país del atolladero sino que han creado una clase parásita que no produce sino que medra del erario, Su Adiposa Inmensidad —desesperadito porque ve cómo se le escapan los votos de cara al 2012— acaba de ofrecer una nueva que no pasa de ser un descarado intento de soborno a las madres más ingenuas (que son las únicas que se comen las mentiras de Mentira Fresca). Ya las largas e inclementes colas en las afueras del Banco Industrial se verán engrosadas por señoras con tremendas barrigas que sostienen a un bebé con un brazo mientras retienen con la otra mano al otro tripón para que no se les escape y corra el riesgo de ser pisado por un carro. ¡Menesterosos del mundo, uníos! ¡Vengan a mí, que tengo flor!
Mientras ese derroche sigue, el país se nos muere de mengua. Es la realidad, aunque el régimen trate de ocultar el hecho de que no ha impulsado el progreso nacional sino que nos lleva en retroceso hacia lo más oscuro y primitivo del final del siglo XIX. Esos dineros malbaratados en misiones alcahuetas de la flojera, en subsidiar la gasolina de alto octanaje que no es precisamente la que emplean las clases populares, en seguir comprando amigos fuera de las fronteras, en tratar —cual hormiga que se empeña en picar a un rinoceronte— de acabar con “el imperio meeesmo” pudieran haber sido mejor empleados en aumentar, mantener y modernizar las redes viales, las escuelas, los hospitales y las instituciones que deben prestar seguridad pública. ¿Cuánto no se hubiese dinamizado la economía venezolana (y cuántos muertos menos tuviésemos) si se hubiese invertido en las carreteras lo que se gastó en regalar asfalto a Jamaica y Bolivia? ¿Cuántas familias hubieran salido de la dependencia “misionera” si se hubiera construido de verdad-verdad casas, escuelas y hospitales en la provincia venezolana y no regalados a Cuba, Benín, Uruguay y pare de contar? ¿Cuánto mejor estuviese funcionando la infraestructura empresarial si se hubiese instalado generadores eléctricos aquí en vez de regalarlos a Nicaragua? La escena mundial pensaba que nosotros íbamos a ser el primer país suramericano que iba a salir del Tercer Mundo. Y apareció el moderno Atila con sus hunos y su inmenso odio.
Cada día será mayor la cantidad de pobres, sin importar cuánto mienta Elías Eljuri por órdenes superiores. Todo, de acuerdo a la filosofía imperante de que hay que nivelar por lo bajo; que “ser rico es malo”. Y es que, recordando algo que me explicó hace mucho tiempo un expresidente colombiano, “las izquierdas harán cualquier cosa por los pobres, menos acabar con la pobreza”. Es que ese tipo de regímenes necesita que la gente vaya hacia ellos con las palmas de las manos extendidas y vueltas hacia arriba, en actitud suplicante. Porque es la única manera que conocen de mantenerse en el poder. Los italianos, desde los años sesenta, lo explican con las palabras con las que don Camilo —el cura que pintó Guareschi— enrostraba a Peppone, el alcalde del pueblo: "I comunisti amano così tanto i poveri che vogliono creare altri".
Manuel Barreto recordaba hace días que el líder de la “Revolución de los Claveles”, Otelo Carvalho, cuando visitó al Primer Ministro sueco le dijo que necesitaba ayuda para acabar con los ricos, y Palme, sin hacerse el sueco, le respondió, “Tenemos un pequeño problema, yo lo que quiero es acabar con los pobres”. Lo que me trajo a la mente algo sucedido en el año 63, apenas comenzando las guerrillas en la sierra de Falcón: los bandoleros llegaron a un caserío, reunieron a los lugareños en el centro del lugar y uno empezó a informarles que el objetivo del movimiento guerrillero era acabar con los ricos para que todo el mundo fuese como ellos, pobres. Un anciano ripostó algo parecido a como dijo Palme, que él no quería que los ricos fuesen pobres sino al revés. Lo fusilaron al instante…
Gente que piensa así todavía es quienes, para pérdida de la nación, dragonean, desmandan y mangonean desde los más altos estratos. Empezando por el presidente del parlamento —empeñado en una vindicta absurda por algo que no ocurrió—, siguiendo por el comandante Fausto, los asaltabancos Inmaduro, Cilicia y Bednal; pero que no se quedan es ellos solos. Hay quienes —aunque todavía no hay confesión de parte, pero ya llegará el descaro a ese colmo—ingresaron en la Academia Militar por instrucciones del comunismo internacional para minar las instituciones. ¡Y mire que lo han hecho bien! Lo único. También hay émulos. Como la inefable MinPoPoEduSup, quien quiere imponer eso de que los bachilleres piensen de una única manera, olvidándose que ella es producto de una universidad donde se estudiaba y discutía diversos modelos socio-económicos e ideologías.
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