Pero no en el sentido de “despertar el interés o curiosidad sobre algo” o de “generar una atracción” —que dicho correo también logró, lo admito— sino en el de “reconvenir”, “reprender” y “criticar” Cosa que no fue lograda, aunque eso, por lo menos, fue lo que intentaba el originador del mensaje. Un par de cosas buenas le reconozco a la correspondencia recibida. Primero, que me dio material para el escrito de esta semana —en la que no quería unirme al coro de los que opinan que el traslado de las reservas no resultará sino en más empobrecimiento para Venezuela. Razonamiento con el que estoy de acuerdo porque resultará en aquello de “zamuro cuidando carme”. Y, segundo, porque eso de que uno se entere de que lo leen ¡hasta en el País Vasco! fructifica en algo como un masaje al ego personal. Me explico:
Recientemente, dirigido a la dirección electrónica que pongo al final, recibí un correo firmado por un tal Txeru (me reservo los apellidos) y enviado por hispavista.com. Me puse a seguirle la pista a este señor mediante la dirección IP y me encuentro que don Pedro (que es lo que significa Txeru en euskera) me escribe desde Barakaldo, a las afueras de Bilbao; una localidad que, según una vieja jota, es “…Pueblo de grandes orgías / 309 tabernas y una sola librería."
Básicamente, don Pedro se refirió a mi más reciente artículo en este diario; el que titulé "El dizque problema de la Fuerza Armada". Piensa que si yo no utilizara “esa serie de epítetos” para referirme a los más altos detentadores (uso bien el sustantivo) del poder en Venezuela y algunas situaciones y organizaciones, “se presentaría más creíble su planteamiento”. Entre otras expresiones mías que a él no le gustaron y me copia están, entre otras: “Boves II”, “camarilla uniformada”, "robolución" y “Pudreval”. Piensa que “restan credibilidad y seriedad” a mi condición de “general de la república” y que mi escrito “se torna ridículo” y lleno de “estupideces”. No me queda sino contestarle…
Señor Txeru, lamento tener que diferir de su manera de pensar. Le dejo claro que yo soy educado a la manera de antes; vale decir: respetuoso en el trato. Y no puede ser de otra manera porque ya pasé de los 73. Pero también estoy muy claro en que el respeto es una calle de dos vías. Si a mí su ídolo me tilda de "canalla", "escuálido", "pitiyanqui" y demás denigraciones, no podrá esperar —ni usted, ni él, ni persona alguna— que yo le ofrende muestras de comedimiento. Porque el primero que le falta el respeto a la dignidad del cargo es él, precisamente. Él prefiere ser barriobajero porque le reditúa mucho entre la gente ignorante. Desde los mismos días después del cuartelazo del 4-F he estado escribiendo sobre el personaje. Pero nunca he usado su nombre para identificarlo. Él fue quien incurrió en la primera falta de consideración para con los venezolanos, tanto por esa asonada como por su lenguaje subsiguiente. ¿Por qué me reclama a mí? La falta que él comete es mucho más grave. Pero, ¿le ha mandado usted un correo, un twit, o lo que sea, al inquilino de Miraflores?
El respeto es algo que se gana. Fui, para bien o para mal, figura pública por muchísimos años. Ahora no soy sino un viejito jubilado. Pero, gracias a Dios, todavía muchísima gente en Valencia me reconoce. Y me saluda. Y me trata de manera respetuosa. Porque en ninguna de mis actuaciones —primero como oficial de la Guardia Nacional y luego como funcionario civil— nadie pudo nunca imputarme tacha alguna. En razón de eso, puedo escribir con entera libertad sobre lo que se me ocurra, y señalar lunares en algunos funcionarios. Porque nada podrán endosarme que me haga avergonzar.
Para su tranquilidad, le dejo claro que yo siempre me porto como el caballero que soy. Vale decir: soy comedido en mis actuaciones, tengo el recato siempre presente, y digo mis verdades de acuerdo con mi conciencia. Que otros generales —muchos de los que están actualmente en la situación de actividad— no tengan claro que así es como debe portarse un oficial de alto grado cuando está ante una cámara, un micrófono, la ciudadanía o —lo que es peor— sus subalternos, me duele mucho. Pero no es mi problema sólo; es de toda Venezuela.
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