sábado, 29 de octubre de 2011

Todo el mal lo hizo bien

Lo que sigue son críticas dirigidas a Elke Tekonté para tratar de cumplir con aquello que aprendimos en las clases de Catecismo de: “dar buen consejo al que lo ha de menester” y “corregir al que yerra”. Esta iniciativa tan caritativa de mi parte se debe a que la semana pasada hubo celebraciones relacionadas con la Virgen María en sus advocaciones de Coromoto y El Valle. En razón de ello, me pasó por la cabeza preguntarme cuál es el rol que me corresponde en medio de mis paisanos, para qué fue que Dios me puso en esta porción del mundo, qué deben esperar mis congéneres de mí. Llegué a la conclusión de que la solución a las preocupaciones anteriores se resume en una sola acción: debo proceder con la máxima caridad posible en todas mis relaciones humanas y debo tratar de contribuir a que el prójimo salga de sus tribulaciones espirituales y sus necesidades corporales. Y deduje que la mejor receta en esa materia me fue dada cuando estudiaba para mi Primera Comunión: las Obras de Misericordia. Por eso lo intento hoy.

¡Vale, tienes que cambiar! Son muchas las cosas que sigues empeñado en hacer mal. Es un error eso de creer que dilapidando el chorro que entra por los altos precios actuales del petróleo vas a lograr hacerte querer. Lo que consigues es que los pedigüeños se te peguen como lampreas, los corruptos saqueen el erario delante de tu vista, los vivianes te vivan —perdona la cacofonía—,y los menesterosos (pero que no son pendejos para nada) pierdan la costumbre de ganarse el pan con el sudor de su frente en el trabajo y, más bien, prefieran transpirar por todos los poros mientras esperan en las afueras del banco para entrar a cobrar alguna de las muchas “misiones” que tanto hacen disminuir el tesoro.

En esa misma vena, déjate de escuchar los malos consejos que te dan Giordani y Merentes. Eso de traerse las reservas para que ellos las “resguarden” —además de que le va a costar a la nación casi lo que cuesta un Sukhoi de los que ya no vuelan— resultará en lo que la sabiduría de tu abuela explicaría como “zamuro cuidando carne”. Te pasan endulzándote el oído con eso de que las reservas han crecido y por eso puedes pedir unos millarditos más. Lo del crecimiento es cierto, pero sólo desde el punto de vista contable. Ese par de fogosos copartidarios tuyos no han hecho nada para acrecentar las reservas. Más bien inventaron, para ponerse más en la buena, eso de que ellas podían ser “excedentarias” y, por tanto, podías gastar ese exceso. Las reservas han crecido porque el precio que ha adquirido el oro en el mercado mundial. Por eso, sin haber llegado un lingotico más a los sótanos de Carmelitas, los guarismos son más altos. Más bien, abultados. Pero, cuando entren los “expatriados”, ¡Ay!

De las muchas cosas malas que han resultado de tu sesgada manera de dirigir al país, quizás la más grave es el empobrecimiento ex profeso de la nación. Y no me refiero al perjuicio que has causado en la economía por la disminución de los puestos de trabajo nada más que por querer “cobrársela a los ricos” (para usar tu lenguaje) y que deviene del cierre de casi la mitad del plantel industrial que has acosado en tu afán de igualar por debajo, de volvernos una Cuba más. No, me refiero a la depauperación del país por la fuga de cerebros. Se consigue profesionales bien formados en Venezuela desde el Círculo Polar Ártico, donde sacan petróleo para los canadienses, hasta Australia, donde ya han empezado a surgir como un grupo emprendedor y hacendoso. Médicos de verdad-verdad nuestros están en hospitales muy reputados de Alemania, Italia, España y pare usted de contar, mientras que unos tipos que trajiste de Cuba y que dicen ser médicos —ya muchos estamos seguros de que no son sino ampolleteros glorificados— le rompen la mandíbula a martillazos a una pobre joven que fue a sacarse una muela.

Dos cosas hacen grandes a los países: su recurso humano y el ahorro nacional. Que son los dos productos de exportación no tradicional que estamos enviando fuera. El que menos puja, decidió poner sus churupitos en Miami o Panamá, donde no se deterioran tan rápido como si los tuvieran en bolívares de los nuevos. Y quienes tienen juventud, conocimientos y arrojo, se nos van a buscar dónde sí le reconozcan sus méritos.

Una poesía le sacaron a tu amada Kristina; el último verso te cae justo a ti también: “… que todo el mal lo hizo bien / y todo el bien lo hizo mal.”

¡Corrígete, vale!

P.S. Las dos semanas venideras, no estaré por estas páginas. Me sale descanso…

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