sábado, 29 de octubre de 2011

Al pan, pan…

Si por algo se caracteriza el régimen es por el empleo de palabras edulcoradas para hacer más digerible la ración diaria de mentiras que intenta hacernos tragar. Es un lenguaje bombástico, pomposo, que trata de cubrir la ineptitud de las ejecutorias (cuando las llevan a cabo) y la ruindad de las maniobras subterráneas que planean para terminar de perjudicar a esta tierra que fue de gracia. Sus voceros intentan ser grandilocuentes, darle altura al discurso, pero lo que logran es que todo el mundo —hasta las mentes más sencillas— descubra la flatulencia verbal y la pedantería que les rebosa. Sólo hay que darle con la uña al goldfilled con el que se cubren para que se les vea el cobre. De eso es de lo que vamos a hablar hoy.

La perversión más notoria la encuentro en el término “nacionalización”, cuando se trata de una mera (y pérfida) estatización. Cuando le “expropian” —otro eufemismo del jetabulario rojo— sin pagar la hacienda a un productor rural, no se está nacionalizando esa tierra; es una mera confiscación lo que se hace. Muchas veces para “solucionarle un problema” a un camarada; la mayoría de ellas, para que se convierta en un erial rápidamente. Cuando se “nacionalizó” las lanchas que transportaban a los obreros petroleros hacia los pozos del lago, ¿se las quitaron a unas empresas extranjeras? No, fue a unos connacionales. A los que todavía no les han pagado. Al “nacionalizar” a la fábrica de aceite, a la torrefactora de café, a la empresa láctea, ¿dejaron a alguna transnacional sin esos bienes? No, fue a empresarios venezolanos. Todo, para aumentar el tamaño de un Estado que ya no se ocupa de los grandes problemas nacionales —educación, salud, seguridad— sino de poner areperas, hacer botellas y de dizque sembrar tomates. Y si fuera con reales de ellos que se hace las “nacionalizaciones”, pase; ¡pero es con los nuestros!

Otra falacia es lo de “bolívar fuerte”. ¡Esa vaina no fue fuerte ni el mismo primer día de su aparición en el mercado! ¿Qué era conveniente quitarle tres ceros al signo monetario usado? Sí, ya se estaba dificultando hacer cuentas (las calculadoras no tienen tantos dígitos. Pero de eso a que el bolívar fuese “fuerte” hay una distancia. Algo que se ha devaluado casi el 150 por ciento desde su aparición no puede ser fuerte en ninguna parte. Hay que hablar de bolívares “nuevos” y viejos”, o de “actuales” y “anteriores”, sin disfraces verbales.

En la misma onda económica, tenemos que hablar de los “aumentos de sueldo” que decreta Mentira Fresca. Eso no ha existido en Venezuela en muchos años. Cuando lo concede es porque ya la inflación nos pasó por encima. Cuando mucho, se llegaría a una equiparación entre lo que se percibe y lo que ha crecido el costo de la vida. Pero ni eso; siempre se queda cortos. Por lo que la estabilidad económica es una meta que corre delante de nosotros. Y de ñapa, nos sacan mas plata del bolsillo con las fulanas “contribuciones” que Corpoelec nos impone ilegalmente, porque no pasan de ser simples multas a quienes queremos vivir con la nevera funcionando (aunque esté casi vacía) y más de un bombillo prendido por las noches. Las imposiciones fiscales son materia de reserva legal; entonces, ni un decreto ejecutivo puede establecerlas. Sólo leyes caben en esa materia. Las tales “contribuciones” son una exacción ilegal.

¿No dizque “negro” es mala palabra, y que quien la utilice referida a una persona debe ser sancionado? Entonces, propongo muy seriamente que se enjuicie a Elías Eljuri por ponerla en el cuestionario del censo. Que es de una entrepitura total en muchas de sus preguntas. Pero hoy quedémonos en lo del color de la tez. En ese mal uso del español que caracteriza a los rojos y a las feministas,  se pregunta si el censado es “negro/negra”, “afrodescendiente”, “moreno/morena”, “blanco/blanca”, u otro. Eso, en un país en el que todos somos café-con-leche (unos con más leche que otros). Falta la clasificación que cubre a más del 80 por ciento de la población: “mestizo”.

Después del desmadre de El Rodeo —donde tan mal quedaron tanto el minpopó que se encapuchaba en Mérida, como el comandante de la Guardia— se ha puesto de moda eso de “privado de libertad”. ¡Tan rico que es nuestro idioma en esa materia! Sin hacer muchos esfuerzos me llegan: “preso”, “encarcelado”, “internado”, “prisionero” y “recluso”. No pongo “penado” porque la inmensa mayoría de los confinados (otro término) no ha sido sentenciada. Es que Luisa Estela y sus compinches están muy ocupados inventando cómo eludir el texto constitucional…

Se acabó el espacio. Se me quedan en el tintero entelequias como “soberanía”, cuando estamos colonizados por Cuba; “pueblo”, con el cual sólo designan a sus enceguecidos; e “independencia de poderes”, donde no la hay…

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