sábado, 12 de mayo de 2012

De “gracias a la enfermedad” y otros oxímoros


Me sucede con frecuencia: alguien me intercepta y me reclama que no escribo tanto como antes acerca de las cosas del lenguaje. Son personas que reconocen mi debilidad por todo lo relacionado con la corrección en el lenguaje escrito, con el empleo esmerado del idioma. Mi contestación es siempre la misma: esa manía todavía la tengo, pero ahora no estoy escribiendo mucho acerca de gramática porque la mayoría de mis lectores espera de mí, siempre, fogosos escritos de denuncia en contra de los rojos que están acabando con el país, sus riquezas, sus buenas costumbres y la poca moralidad pública que todavía quedaba. En verdad, disfruto más escribiendo y publicando los primeros porque siento que estoy ayudando en una batalla por el español, que es un bien perceptible que debe estar destinado a perdurar por muchos siglos. Pero no me da pena alguna admitir que cuando escribo de los segundos, al final me siento más liviano, descargado de tensiones. Es mejor, y más barato, que ir a un psiquiatra. Hoy, ensayaré una mezcla de las dos modalidades.



Con frecuencia, uno escucha por radio, o lee en los periódicos, frases como: “éxito terrible”, “sufrir mejoras”, “plagado de virtudes”, etc. Esos casos siempre los califiqué de oxímoros involuntarios debidos a la superficial instrucción de quienes los emiten. Que son usualmente locutores o reporteros de esos que informan acerca de “dos damas se causaron heridas en un prostíbulo al pelear por un cliente”. Aclaremos una vaina: las damas no van a lupanares. Una dama, todos lo sabemos, es una “mujer noble y distinguida”. ¿No era más correcto decir que “dos mujeres salieron cortadas en el rifirrafe que se originó en un mabil por los favores de un parroquiano?



Dejo de lado la digresión y retomo el razonamiento. ¿Cómo puede ser terrible un éxito, que es definido por como: “resultado feliz”? O, ¿cómo se puede sufrir una mejora si ese verbo implica “sentir un daño o dolor” y el sustantivo que le sigue sugiere el goce de un alivio, una recuperación? O, ¿cómo las virtudes, que son “acciones conformes a la ley moral”, pueden estar “plagadas”, o sea: “llenas de cosas nocivas o no convenientes”?



Ahora, la certidumbre que tenía ha comenzado a resquebrajarse. Es que después de ver cuántas cosas pasan en esta sufrida tierra por las acciones y omisiones de tantos imbéciles que actúan de funcionarios —y que disfrutan de “beneficios colaterales no oficiales”, por ponerlo en lenguaje “políticamente correcto” — ya no estoy tan seguro.



Actualmente, se puede decir si incurrir en error que el régimen, al expropiar Agroisleña, se anotó un “éxito terrible”. Se dio el gustazo de aplastar a unos “sucios capitalistas” (a quienes no les ha pagado, como cosa rara) al quitarles el fruto de su trabajo, pero a un costo atroz: rebajaron de un solo caraxazo la superficie sembrada. ¡Terrible el éxito! Sobre todo para los más pobres, que ven cómo escasean los alimentos frescos.



Cuando alguien viaja hacia Caracas por una autopista que acaban de asfaltar y ya está plena de cráteres, o abre el grifo en una casa valenciana y lo que sale es algo ocre y maloliente, o se cala las colas caraqueñas porque el populismo ramplón impidió que funcionase el “pico y placa” que habían implantado los alcaldes mirandinos, puede comprobar que eso de “sufrir mejoras” ya no es más un oxímoron. ¡Es una realidad originada en la desidia, ineptitud  y corrupción de los burócratas del régimen!



Ya no es un error decir: “conseguir malos resultados”. Antes sí. Porque “conseguir” es “alcanzar, lograr lo deseado”. Y normalmente uno no desea tener malos desenlaces. Pero es que no estamos en tiempos normales. Y este régimen es la negación del sentido común. Cuando hostigan a los productores, cuando se apropian de empresas, terrenos, edificaciones y fábricas, es lo que desean obtener: que tales acciones ayuden en la depauperación del país. Porque ellos necesitan que todos seamos pobres. Así habrá más personas que vayan hacia ellos con las manos extendidas, suplicantes.





Antes no se podía decir “gracias a…” y continuar la frase con algo malo o dañino. Porque esa locución preposicional implicaba que algo o alguien producía un bien o evitaba un mal. Ahora no. Ahora, los reparadores de electrodomésticos pueden decir que se están llenando “gracias a los apagones que causa la ineptitud e impericia de Corpoelec”. Los choros dicen lo mismo. Y los pavos que quieren jamonear a la jeva, también…



También, se puede expresar que “gracias a la enfermedad” ha sucedido un montón de cosas: la familia real barinesa goza de hoteles, paseos, compras y comidas que jamás soñaron —o sea, para seguir en la vena oximorónica, que ha “disfrutado del tratamiento médico”—, los valetudinarios hermanitos Castro siguen llenándose, y el futuro de Venezuela se ve más despejado…

No hay comentarios:

Publicar un comentario