Mejor sería titular “Las cosas con las que uno se topa en los medios”. Pero resultaría muy largo para un título periodístico, restringido como estoy a dos columnas de ancho. Pero ya tienen la idea del tema de hoy: cosas que golpean los ojos del lector o los oídos de quien está frente a un receptor de radio o de televisión.
Con motivo de las lluvias caídas recientemente y que han dificultado el tránsito de los vacacionistas, varios funcionarios han explicado que la culpa la tiene la “climatología que ha azotado la geografía nacional”. ¡Falso dos veces! Primero, porque si el régimen se hubiese preocupado más en mantener las vías, puentes y cauces de ríos, hubiese habido menos víctimas, los trancones hubiesen sido menos molestos y los accidentes menos gravosos. Un amigo —que no tiene nada de imprevisor, por lo que preparó muy bien su viaje— se tuvo que calar 23 horas para viajar desde su casa en Caracas hasta su apartamento en Margarita. La circulación entre la capital y Puerto La Cruz implica riesgos ineluctables. Rodar por Barlovento es como ir vadeando por el lecho de una quebrada: piedras, zanjones donde uno puede dejar una punta de eje. Y al manejar por Anzoátegui, sin importar lo que diga el poetastro de la robolución, se corre peligro de vida.
Pero estoy en una digresión. Mejor retomo el tema de la falsía de parte de los declarantes y ataco la segunda razón: lo que empeoró el tránsito fue el “clima”, no la “climatología” —que no pasa de ser “el estudio de los climas”. Pero claro, ¿por qué emplear una palabra de dos sílabas si se puede inflar el lenguaje con una de cinco? Algo parecido sucede cuando lo que se quiere decir es “territorio” y se utiliza “geografía” —que no es sino la “ciencia que trata de la descripción de la Tierra ”. La metonimia es una cosa que hay que usar con cuidado. Es el jetabulario funcionarial, la vanilocuencia burocrática, en todo su esplendor. Para meter la pata las más de las veces…
Una cosa me llamó la atención hace días en la primera página del diario Notitarde. Tengo profundo respeto por quienes dirigen éste diario; me consta de sus esfuerzos por presentar día a día un producto de calidad, por hacerlo cada vez más un gran diario —cosa que han logrado y que ha hecho que este diario sea el segundo en ejemplares vendidos en todo el territorio nacional—, pero comento lo que sigue por aquello de “Amicus Plato, sed magis amica veritas”. El titular anunciaba que “Denunciarán irregularidades en AN” Lo cual me parece muy correcto desde el punto de vista de la gramática y muy conveniente desde el del civismo democrático, porque hay que impedir que este parlamento siga el mal ejemplo del anterior —el compuesto casi totalmente por focas aplaudidoras.
Lo que golpeaba los ojos estaba en el antetítulo: “Diputados de la MUD vociferan su lucha en la Unión Interparlamentaria ”. Porque me consta que tanto el diputado Marquina como los demás diputados que iban en ese viaje son personas muy comedidas, de muy buena educación para estar manifestando “ligera y jactanciosamente algo”, dando “grandes voces” (que es como lo explica el mataburros). Quizás, lo que intentó quien escribió la reseña en la corresponsalía de Caracas —dirigida por una magnífica formadora de opinión— fue explicar que la delegación iba a “vocear” lo que está pasando en nuestro sufrido país. Porque la cuarta acepción de ese verbo es: “Manifestar o dar a entender algo con claridad”.
Pero en todas partes se cuecen habas, inclusive en la Madre Patria. Ana Pastor, la aguda periodista que conduce “Los desayunos” por la televisión española y que tiene uno de los pares de ojos más hermosos que yo haya visto —en mi pueblo la piropearían diciendo que “tiene más ojos que una piña mal pelada”—, recientemente comentó acerca de la “conducta venial” de algún funcionario ibérico. Lo que quería reprochar, pienso yo, era la “conducta venal” de ese individuo. El primero de los dos adjetivos proviene del latín “venia- veniae”: “perdón”, “olvido”. Por eso, los pecados “veniales” son aquellos que la Iglesia considera no atroces, excusables, fácilmente perdonables. Por tanto, no debiera ser confundido con “venal” que viene de “venum-veno” y que significa que “está para la venta” y, por tanto, "susceptible de ser comprado”; “abierto a la corrupción". Cosa que, en un funcionario, nada tiene de venial. Tan grave es eso de ser un burócrata venal, que la Ley establece penas rigurosísimas para quienes incurren en ese delito. Lamentablemente, con el dominio que tiene el Ejecutivo sobre los demás poderes, dicha norma no es sino un instrumento de persecución política más. En estos doce años de involución robolucionaria, ningún rojo ha sido sentenciado como culpable. ¡Y mire que han robado!
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