sábado, 7 de julio de 2012

¡A no desmayar!

Al comentar las maromas verbales y reglamentarias que hace la Tibi para favorecer a su jefe (que lo tiene, aunque ella es la cabeza de un poder que se supone independiente), Marianella, mi queridísima amiga, me escribe: “¡Esto es preocupante! ¿Cómo y qué podemos hacer ante el fraude que nos tienen montado? Para eso sí son expertos. No tienen noción de cómo manejar un país, pero a la hora de una tracalería, son summa cum laude. Tienen en sus manos todo lo necesario para aplastarnos sin misericordia. Catorce años llevamos en esto; en elecciones anteriores de las que dicen “hemos ganado",  a la larga, aun ganando, siempre salimos perdiendo. ¡Nos tienen montados en una olla para volvernos nada!”

Mi contestación, fue sucinta: “Eso es lo que ellos creen. Pero con esfuerzo y voluntad, prevaleceremos”. Cosa que no la convenció y volvió en sus trece: “¿Cómo? Soy una pobre mortal que salgo a votar, hago cola, entrego la documentación que me piden para constatar que existo, voto, meto mi papeleta en una caja y, de ahí en adelante, son dueños de hacer lo que les venga en ganas. Y no pasa nada. Se ha visto, en elecciones pasadas, cajas (con votos, añado yo) en la basura, en depósitos que no son CNE y al día de hoy, jamás las quejas han encontrado asidero, ni con Ezequiel Zamora gritando, ni todos los que han hablado de fraude interminables veces. ¡La ley del agote!”

Entendí que debía ser más específico para tratar de sacarla de esa especie de depresión en la que se había metido. La contesté: “Si la cosa es así como la pintas, no vale el esfuerzo de ir a votar. Pero es que no es solo ese día, ni es solo ese esfuerzo el que hay que hacer. Son los días previos en los que haces algo. A lo mejor no te das cuenta, pero cuando reenvías lo que te manda Ravell, cuando conversas en la cola del súper, cuando le recriminas a algún abusador, estás ayudando. Esa miríada de pequeños gestos hechos por millones de venezolanos es la que contribuirá al éxito final.”

No la convencí del todo porque me contestó: “¡Ajá! Hasta ahora, tengo en eso los mismos años que tiene el (pitico de censura) en el poder. Trabajo de hormiguita que no llega a bachaco. ¡Nada que veo mis logros!” Le volví a contestar con un simple: “Los verás ese día…” Y le prometí que amplificaría las razones que hay para no desmayar. Son las que pongo en lo que queda de espacio. No solo para ella sino para todos los que creen que están ante una agotadora e ingrata tarea.

La labor no es fácil porque Marianella tiene razón: NPI de cómo manejar un país, pero en tracalerías, son summa cum laude. Porque no tienen ni un átomo de escrúpulos cuando de eternizarse en el poder se trata. Si hay que endeudar a la nación y su futuro para comprar votos —que no conciencias, porque quien vende su voto por una pitanza o, las más de las veces, por una promesa hueca, regresa a su casa avergonzado de sí mismo—, ¡pues la endeudan! Si hay que corromper a los altos cargos para mantenerse, ¡pues los corrompen porque para eso los escogieron de entre los bien bribones! Si hay que apelar a la violencia “institucional”, ¡pues para eso designan en los altos mandos a gente que no tiene currículo sino prontuario y están dispuestos a blandir los garrotes ellos mismos!

Aún así, sigo convencido de que se puede prevalecer en los sufragios del 7-O y en los posteriores. Se requiere constancia en la prédica a los indiferentes. No hay que decirles por quién hay que sufragar; solo tratar de convencerlos de ir a votar. Cuando estén frente a la máquina, ellos sabrán qué hacer. Se necesita sembrar dudas entre los que parecen más decididos a defender al régimen. Hay que ponerlos frente a las inconsistencias para que descubran las mentiras de las cuales han sido alimentados. Se precisa denunciar las tropelías, las coimas, las ineficiencias. Y para eso, no hay que tener la fortuna de contar con un espacio, como yo, en un periódico o en una televisora. Radio bemba es un poderoso mecanismo. No quedarse callado es una obligación. Es menester sobreponerse al temor para salir a las calles durante la campaña; acompañar a los líderes; organizar reuniones entre los vecinos y amigos en las que se repudie la abstención, se denuncie el intento de manipulación electoral que tiene montado el oficialismo y se invite a demostrar el civismo del que están revestidos nuestros paisanos yendo a votar. Pero con el ejercicio del voto no termina la ímproba tarea: hay que recordar una cuña muy vieja, “¡Guillo, que hay mucho pillo!, y organizar la defensa de los resultados que surjan de los escrutinios. Así, podremos prevalecer…


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