jueves, 3 de enero de 2013

Votar, en este caso, es una obligación


La derogada Constitución del 61 era explícita (y exigente) al señalar que el voto era “un derecho y una función pública”, y que su ejercicio sería “obligatorio, dentro de los límites y condiciones que establezca la ley”.  La actual se limita, en su Art. 63, a señalar que: “El sufragio es un derecho”.  Quizás porque la mayoría roja que imperaba en la Constituyente, alertada desde arriba, ya preveía —como después se propuso con descaro en la reforma del 2007— que el voto les estorbaría para la obtención de proventos políticos y que mejor era, para sus fines, apelar a las manifestaciones tumultuarias en “asambleas populares”.  En todo caso, en ninguno de los dos textos el voto aparece tipificado como un deber.  Bajo los parámetros constitucionales actuales, los venezolanos pudiéramos escoger si ejercerlo o no.  Pero, sinceramente creo que esta vez, y salvo escenarios muy excepcionales, el voto deviene en obligación, en imperativo categórico para seguir empleando la frase kantiana que he utilizado en mis anteriores escritos.

Me explico: en los momentos actuales los rojos desarrollan una guerra —nada soterrada, por lo demás— que busca hacer nulas las previsiones constitucionales que dictan la forma de organización de la república, específicamente las del Art. 16 (Estados, distrito y municipios), y sustituirlas por las fulanas comunas, que se escogen en tumultos estrepitosos donde la gritería de los mandados por el PUS acallan los razonamientos sensatos e imponen a juro lo ordenado por Caracas.  Tal forma organizativa, repito, fue negada en el referendo del 2007 pero han intentado forzarla legalmente con mayorías espurias  y por medios poco escrupulosos y llenos de irracionalidad.  A eso hay que ponerle un parao.  Y la mejor forma es ejerciendo el sufragio el domingo venidero.

Por otra parte, el tipo, antes de irse a La Habana de sus amores, supuestamente para operarse, violó una vez más la Constitución.  Doblemente; porque esta prohíbe que los funcionarios tomen partido en los procesos eleccionarios y porque establece claramente las reglas sucesorias.  ¿Pero qué es una raya más para una cebra?  La ha estado violando desde el momento mismo de su promulgación… Y a eso también hay que echarle un parao.

Total, que este domingo que viene, no se va a votar por fulano o perencejo; se va a votar para impedir que se nos venga encima el “estado comunal”.  Que llegaría si dejásemos que los candidatos rojos-rojitos accedieran al gobierno de las regiones.  Con descaro lo proclamó Aristóbulo: ellos tienen la misión de “esfaratá” las gobernaciones.  Lo que buscan es poder entremeterse en todos los aspectos de la vida en sociedad; como lo que intentan hacer, una vez más, con la infame resolución 058; como buscan al atravesarse indebidamente en las producciones agrícola, industrial, empresarial y hasta artística; como tratan de lograr con las regulaciones sobre la propiedad.

Nos conviene ir a votar, y a hacerlo por los candidatos de la alternativa democrática.  Primero, porque al compararlos uno a uno con los designados por el Primer Dedo, son mucho mejores.  La mediocridad es la característica dominante de los candidatos-turistas.  Por eso, lo que hacen es arroparse con la cobija del hegemón.  En casi todos los Estados, la propaganda del PUS (pagada con fondos del Tesoro) habla del “corazón de la patria” y repite las combinaciones de colores de la propaganda presidencial (también pagada con dinero nuestro).  Ninguno de ellos dice: “Voten por mí porque soy mejor que el otro”; todos lo que dicen es: “Voten por mí porque mi comanpresi les ordena que lo hagan así”.  Y, luego, añaden el chantaje: “Solo así, Caracas mandará plata para la región”.  Lo cual, es incierto.  La Constitución dice cómo se reparte el situado.  Lo más que puede hacer el régimen es retardar el envío.  Pero eso no es nada nuevo.  Y de ese mal sufren también los gobernadores oficialistas.  Entonces, ¿quién garantiza que esa no será la tónica en el supuesto —negado, of course  de que ganasen?  Ninguno de los muchachos-de-mandado hace referencia en sus campañas a los problemas que deben constituir el centro del debate.  Vale decir: la inseguridad, la inflación, la escasez, el descalabro de los servicios públicos, el desplome de la infraestructura y otros problemas parecidos que nos acogotan a quienes sobrevivimos en esta tierra que fue de gracia.

Me cuesta decirlo, pero el rechazo que albergan algunos por algún candidato de la alternativa democrática pasa a un  segundo plano.  Ya llegará la ocasión de corregir ese entuerto (si es que es tal).  Pero este no es el momento.  Ahora la lucha será contra el totalitarismo.

Si no me creen a mí, háganle caso a los curas.  Porque siempre meditan lo que van a decir y porque invariablemente le apuntan al bien común.  Léanse el documento que sacó el Arzobispado de Caracas.  Puritas verdades y recomendaciones sensatas.  ¡Todos a votar este domingo!

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