Boves II, con su habitual forma de tomar el rábano por las hojas y poner en cursi cosas que ya el lenguaje ordinario ha bendecido, decretó que la palabra “conserje” es mala palabra porque en sus orígenes “probablemente” se originó de “cum” (con) y “servus” (esclavo); y que dado que esa raíz trae connotaciones de “esclavo o sirviente” ha servido para que los malucos de los patronos dominen indebidamente a esos esforzados trabajadores —y trabajadoras, para ponerlo en el ridículo estilo de los oficialistas.
Quizás es que el convaleciente habanero nunca ha hablado con alguno de los “concierge” de los caros hoteles que le pagamos cuando se va con ministros, familiares y chupamedias a llevarle millones y millones a sus chulos y amigotes de otras latitudes. Porque ya más de un alto ejecutivo venezolano quisiera tener los ingresos y el ambiente de trabajo que tienen los conserjes del Ritz de Madrid, el Waldorf Astoria de Nueva York y el Edouard VII de París. O sea, que de esclavos, nada.
Según el razonamiento del oligoneuronal, también eso de ser “sirviente” es malo. Quizás por eso es que él no se siente servidor público; porque implica estar al servicio de otro, que puede mandarlo. Y él se siente el zenit de todo, cree que Luis XIV es un bolsa al lado de su sabanetérica majestad. “Servir” también tiene sus orígenes en “servus”. “Servire”, de donde sale nuestro verbo, es más viejo que el latín; nos viene de los etruscos e implicaba “prestar habitual obediencia”. Pero ya tan lejos como el siglo XII de nuestra era, tenía más sentido de “atender a otros”. Y en el sentido de “poner comida en la mesa” es del siglo XIV. En la acepción de “tratar a otra persona como esta se merece” ya es del siglo XVII. Y ha permanecido. Ahora que con el matrimonio de su hijo Henry se ha vuelto a poner de moda el Príncipe de Gales, hay que señalar que el lema del escudo de Carlos es: “Ich dien”, yo sirvo. Pero no solo el marido de Camilla lo usa, sino que desde hace más de ocho siglos todos los herederos al trono de la prima Chabela lo han tenido como divisa en sus broqueles. Entonces, malo no debe ser servir. De otra manera, habría que acabar con el Servicio Militar. Aunque si sirve para que se acaben las milicias, ni tan malo sería.
Pareciera que si Chacumbele sigue así, va a tener que acabar con su gabinete —que de paso, muy poco “sirve”, aparte de reírle los chistes malos y aguantar las ganas de orinar en los “Aló, subalternos”. Porque “ministerio” viene de “ministerium”, palabra que a partir de la Edad Media empezó a aplicarse a la “función de un sacerdote” y luego se extendió a las de otros altos funcionarios. Pero que, no se puede soslayar, proviene inicialmente de “ministralis " (sirviente que canta canciones en las cenas de la corte). En español todavía usamos la palabra “menestral” para definir un trabajo bien despreciable.
Derivadas también de “ministerium”, los italianos tienen “mestiere”, los franceses, “metier” y nosotros tuvimos “mester” como sinónimo de trabajo, ocupación, arte, profesión. Pero no una cualquiera, sino una para la cual la persona está bien entrenada y tiene vocación. No es un “empleo”· solamente; mucho menos un “sueldo”. Más razón para que acaben con los ministros que tienen una bisagra en la nuca y otra en la cintura y que sólo les permiten asentir y doblegarse ante Elke Tekonté, no negarse a alguna orden, por absurda que esta sea.
Y ya que estamos en la onda de “purificar” palabras que designan oficios, grados y posiciones; propongo que también se acabe con los sargentos. Porque —contrariamente al criterio de un amigo que opina que deviene de “res argentum” (el que cuida la plata del batallón)— también viene del latín medio “servientum”, el nominativo de”serviens” (vasallo, sirviente). Este término también se empleó desde los 1300s, con la grafía “sargente”, para significar: “soldado que tiene a su cargo otros. Con el tiempo, esa designación fue tomando estatura y, ya en el siglo XIX el “sargento mayor” era el equivalente de nuestro “mayor”; alguien por encima de los capitanes y que usualmente tenía (y todavía tiene) más responsabilidades administrativas y logísticas que de comando.
En todo caso, creo que en la circunstancia actual es más útil un conserje que un ministro. Los primeros barren, recogen y llevan hasta el cuarto de la basura; los segundos, cuando barren (si es que barren), se limitan a esconder debajo de la alfombra.
Preguntas finales
Uno que sepa más que yo que aclare: ¿Puede válidamente un decreto ser firmado fuera del país? ¿No debiera cumplir con la formalidad de que todos los ministros firmantes estén presentes en la promulgación?
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