No me cabe duda; lo que está sucediendo en Venezuela es algo producido por una mente maligna asesorada por un grupo de 'avispados' que saben para quién es la ganancia cuando el río está revuelto. No puede ser una cosa meramente fortuita que con tanta precisión se esté destruyendo el aparato productivo nacional, independientemente de que sean empresas agrícolas, industriales, ganaderas o comerciales. Es el resultado de una concepción ignara, que jura que se las sabe todas, que dice que es marxista sin haberlo leído, que no tiene escrúpulos —caridad, mucho menos— y cuyo cometido único es el mantenimiento del poder indefinidamente. Por el medio que sea. Pero esa mente (si es que se puede llamar mente a lo que se encuentra dentro de esa bóveda craneal), de por sí difusa, narcisista y poquísimamente cultivada, es 'alimentada' por una caterva de 'planificadores' que son, unos tan ilusos como El Poseso mismo, y otros —la mayoría de ellos extranjeros— guiados por la malignidad hacia nuestra Venezuela. Un país que había funcionado y avanzado, mal que bien, por cerca de doscientos años. Unos de los 'asesores' actuando por una razón utópica: crear un mundo nuevo donde un hombre nuevo acepta como credo la igualdad milimétrica de todas las personas y la preeminencia absoluta del Estado. Otros, por halar la brasa hacia la sardina de su isla —un país que estuvo por ser de los primeros de América Hispana en convertirse en uno del Primer Mundo— y así tratar de salvarla de la pobreza y la hambruna más espantosas. Productos, precisamente, de otros planificadores y ejecutores que también intentaban crear un mundo y un hombre nuevos ¡Y vaya que sí eran ejecutores! Si no, que lo digan las paredes de La Cabaña.
Las noticias y, sobre todo, las estadísticas de estos días pasados demuestran la vesania con la cual se quiere acabar con la producción. Como ya casi no quedan industrias privadas a las que se les pueda sabotear desde adentro con sindicatos paralelos y desde afuera con exacciones abultadas, reglas imposibles de cumplir y confiscaciones disfrazadas de expropiaciones, ahora intensifican el ataque contra agricultores y ganaderos. Para nada, aparte de arruinar la producción. ¿O es que "El Charcote" está sacando aunque sea una centésima parte de las reses que enviaba para el matadero antes de la expropiación? ¿O es que "La Carolina" está produciendo, con las mismas vacas, una décima parte de la leche que antes de la confiscación mandaba para las pasteurizadoras? ¿O será que la 'Agropatria' que constituyeron sobre la robada 'Agroisleña' va a funcionar tan eficientemente en la entrega de fertilizantes y la financiación de cosechas como la original? Y pudiera seguir haciendo preguntas como esas hasta el cansancio, pero son sólo ochocientas palabras las que tengo asignadas.
Más de dos millones de hectáreas han pasado a manos del Estado mediante 'expropiaciones' que no son pagadas ni están acordes con lo que establece la Constitución, o bajo la figura del 'rescate', esa aberración en la que unos funcionarios públicos —que de acuerdo a los principios generales del derecho administrativo deberían actuar con la diligencia de 'un buen padre de familia'— capitanean gavillas de dizque necesitados pero que no son sino lumpen acarreado en autobuses oficiales desde las ciudades y que no tienen NPI de lo que es el cultivo de la tierra. Todas ellas, con una característica común: la más grande falta de piedad y de consideración para con los dueños legítimos de la tierra. Hasta muertos tienen en su haber. Menciono uno solo: Franklin Brito, por si se les ha olvidado. Con todos esos 'esfuerzos rescatistas' —más las absurdas restricciones al adecuado ajuste de los precios en un país que en tres años su inflación ha sobrepasado el 80 por ciento, y sin tomar en cuenta que la mayor parte de los insumos, maquinarias y equipos empleados en el campo son importados, por lo que han sido impactados por las reformas cambiarias— lo que el régimen ha logrado es que haya una terrible disminución de la producción agrícola y la desincorporación de vastas extensiones de tierras del proceso productivo.
Las estadísticas que Fedeagro dio a la prensa carabobeña a fines de la semana pasada son más que dicientes: 'En 2010 la siembra de arroz fue el 46% de la cantidad del año anterior, en maíz la superficie de siembra es inferior al promedio de la década anterior, en sorgo bajó también, en caña de azúcar hubo un descenso del 40%, y en café disminuyó la producción en 600 mil quintales'.
¡Ah!, pero mientras esto ocurre, por los puertos son descargadas toneladas y más toneladas de alimentos importados por el Estado, con lo que, en vez de financiar la agricultura y la ganadería locales, fomenta a los productores de los países con gobernantes chulos del nuestro: argentinos, brasileros, bolivianos y nicaragüenses. Está demás decir que la mayoría de las importaciones son trianguladas con Cuba, porque hay que ayudar a los camaradas. Y a los boliburgueses, claro...
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