Hace algún tiempo estuvo circulando profusamente por Internet un cuento en el cual un alumno de ascendencia rural la explicaba a su profesor cómo se cazaban cerdos salvajes (cochinos de monte o báquiros, dijéramos nosotros). El resumen de la narración es como sigue. En un pedazo de sabana se deja comida por varios días para que los báquiros vengan a comer. A la semana, se erige una línea con estantillos y alambre de púas y se deja comida como ya es usual. Los cerdos, al comienzo, recelan de la alambrada pero viendo que tienen tres lados por los cuales huir, hacen lo que ya es una costumbre: comer en el sitio. Una semana después, se levanta perpendicularmente una barrera igual a la primera. Los báquiros actúan con aprehensión pero siguen viniendo a comer. Un tiempo después, se construye otra barrera en el otro extremo de la inicial. Ya los suidos empiezan a acostumbrarse a esas construcciones, por lo que casi no se dan cuenta de su existencia y siguen con su ingesta. Un día, sorpresivamente, los campesinos cierran el cerco mientras los báquiros están atiborrándose y quedan presos para que los cazadores hagan con ellos lo que les plazca.
Así estamos los venezolanos. El régimen nos ha ido poniendo un vallado alrededor mientras nos mantiene distraídos con pan y circo. Elke Tekonté crea un escándalo para que todos miremos hacia esa dirección y, como quien no quiere la cosa, aprieta más el tortol. A cada quien le da lo que cree que es lo que más falta le hace: a los pobres de solemnidad les lanza dinero en las misiones y les ‘echa’ comida de Mercal, con pudrición incluida. A los menos pobres —había escrito ‘a los de la clase media’, pero lo borré porque con la inflación de todos estos años ya esa no existe— nos autoriza, como que si fuese la concesión de una gran gracia, a comprar unos dolaritos para cuando viajemos. Siendo que esas divisas son nuestras, no de él. Mientras tanto, en complicidad con las focas y otros áulicos parecidos, cierra emisoras y periódicos, despoja a las regiones y localidades de competencias que les había concedido la Constitución , confisca bancos, haciendas, empresas y construcciones (uso bien el verbo porque a nadie le han pagado todavía; ni le pagarán) y pone a la Fuerza Armada —la cual debería estar cumpliendo con lo que le estatuyen los Arts. 328 y 329 de la Constitución — a arremeter contra el pueblo de diversas maneras. Porque ya no bastan el pan y el circo, ahora necesita reprimir para poder mantenerse.
La más reciente patraña —¡cómo me gustaría poder decir ‘la última’!-— es eso de pedir que le den una habilitante más. La excusa que pone es que tiene que atender la emergencia generada por las lluvias. Para obtener una opinión favorable —después de haberse percatado con una semana de retardo de que había damnificados, y para no dejarse quitar la bandera por los gobernadores y alcaldes quienes estuvieron desde el mismo primer día al lado de quienes los eligieron— ahora sobredimensiona los daños. Hay que reconocer que hubo muchos estragos, pero no tanto como Esteban dice. Lo que pasa es que tiene que justificar. Para lograr eso, presenta más teatro: aloja gente en Miraflores y la Casa Amarilla. Como si no tuviese a su disposición instalaciones más acordes para ese cometido. Hay que dejar claro, la tal habilitante se empleará para todo menos para solucionar el problema a los damnificados. Si no creen, pregúntenle a la gente de Vargas, que ha visto pasar once años, ¡y nada!.
Me imagino que cuando esto salga publicado, ya las focas se habrán adelantado y, aún sin haber llegado la solicitud, le habrán extendido el poder especial, porque “hay que complacer a nuestro jefecito adorado”. Esos en mala hora diputados se niegan a entender que es ilegítimo, es inmoral, que ellos pasen tanto esa ley como las demás que les ordenaron aprobar antes de salir despedidos. Que se les acabó su hora, que el pueblo los cambió por unos menos arrastrados y más aptos que sí van a defender a las regiones que ellos no supieron o les dio culillo defender.
El cerco se cierra. Pero el de cazar venezolanos no tiene solo cuatro costados: quieren ponerle techo también: hasta las comunicaciones cibernéticas nos las van a quitar. Vamos a estar peor que en Cuba. Allá, por lo menos unos blogueros, dando muestras de arrojo, pueden lanzar al mundo sus denuncias. Aquí no: aquí todo pasará por un punto único de entrada de todas las comunicaciones. En el cual colocarán a uno de esos zelotes revolucionarios con poca ilustración, pero con exceso de celo retrógrado, dispuesto a bajar la cuchilla por quítame-estas-pajas. Algo así como una Lina Ron, pues...
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