jueves, 8 de noviembre de 2012

Atrocidades cometidas por militares


Una noticia que fue reportada la semana pasada de manera muy destacada por los diarios europeos, especialmente los italianos, tiene que ver con el intento de algunos grupos neofascistas de reivindicar la memoria de un genocida. Sucede que los ediles de Affile, un pueblo al sur de Roma, votaron la erección de un memorial, cuyo costo sobrepasa los 130.000 euros a ser erogado de los fondos municipales —cuando ya habían tenido que hacer recortes drásticos en los presupuestos de los servicios públicos— para honrar al mariscal Rodolfo Graziani, originario de ese pueblo.  El alcalde local declaró que esperaba que el monumento llegase a ser “tan famoso y tan popular como Predappio”, el lugar de nacimiento de Mussolini y donde se encuentra su tumba; lugar que se ha convertido en un lugar de peregrinación para los neofascistas.

El mariscal Graziani se ganó el remoquete de "carnicero de Fezzan" porque en 1928, cuando estuvo a cargo de las fuerzas italianas en Libia, estableció campos de concentración donde mandó a fusilar o dejo morir de enfermedades a miles de libios. Después, en 1935, cuando Italia invadió Etiopía, Graziani, quien era comandante nuevamente, dio la orden de usar gas venenoso contra los adversarios a pesar de que Italia era signataria de los tratados que prohíben su empleo. También ordenó la matanza de los monjes de Debre Libanos y un buen número de peregrinos que estaban en ese monasterio porque estaba convencido de que los monjes querían atentar contra su vida. Pero su desempeño más crucial fue cuando il Duce —luego de ser rescatado de su prisión en el Gran Sasso por Skorzeny y sus paracaidistas alemanes— creó una república títere en Salo, cerca de Milán, y nombró a Graziani  ministro de guerra.  Desde ese cargo, elaboró un decreto que disponía el reclutamiento forzado de los varones italianos y la ejecución de quienes se rehusaran a servir. Muchos fueron asesinados como resultado. Toda esa trayectoria como criminal de guerra le valió la condena de un tribunal militar italiano en 1948.

Pero no solo los mariscales cometen crímenes de guerra; hay que recordar que en 1968, un teniente del Ejército de Estados Unidos, William Calley perpetró una matanza de ancianos, mujeres y niños en My Lai durante la Guerra de Vietnam. La versión oficial hablaba de unos 120 muertos, pero otras fuentes mencionan números entre 300 y 400.   Dicho teniente, fue juzgado en una corte marcial y condenado por esos actos.

Lo malo con las condenas en tribunales nacionales a crímenes de lesa humanidad es que la politiquería y el patrioterismo pueden meter la mano —y lo hacen con harta frecuencia. El mariscal Graziani pagó solo dos años de los 19 a los que fue sentenciado; Calley solo permaneció tres años detenido pues fue indultado por Nixon.

Esas decisiones —y otras parecidas— clamaban justicia y, por eso, desde 1998, además de los tribunales nacionales de cada país, los agraviados cuentan con la Corte Penal Internacional de La Haya. Por ella han pasado los culpables de guerra de los Balcanes, con su insólita y absurda “limpieza étnica” (y religiosa). El expresidente Milosevic y sus generales Karadzic y Mladic —que dirigieron la campaña xenófoba de exaltación nacionalista serbia que convirtió en ciudadanos de segunda y asesinó a eslovenos, croatas, bosnios y kosovares— tuvieron que presentarse ante esa corte. Actualmente hay casos abiertos contra gobernantes y militares africanos que han sembrado la  división y la xenofobia en sus países para, así, eliminar toda forma seria de oposición y de crítica y poder mantenerse en el poder. Hay casos actualmente referidos a crímenes en el Congo, Kenia, Uganda, Costa de Marfil, Libia y Sudán. Este último país merece especial mención porque su presidente, Omar al-Bashir, es uno de los indiciados porque es responsable por la muerte de más de 400 mil sudaneses en la región de Darfur. Por cierto, el presidente saliente y candidato del comunismo en Venezuela se jacta de ser su amigo; uno más en la lista de leprosos internacionales con los que se junta. Al-Bashir fue el primer jefe de Estado en ejercicio acusado ante la Corte Internacional.[. Pero no es el único…

Todas estas explicaciones las escribo hoy porque no está de más alertar a los venezolanos de las posibles acciones que debamos tomar como consecuencia de un fulano “Plan B” que dicen por ahí que tienen previsto los actuales altos mandos militares (con la bendición del “altísimo”) para desconocer el inminente triunfo de Capriles en octubre. Pareciera que en su afán de mantenerse en sus privilegiadas posiciones —donde no los alcanza la parcializada justicia venezolana encabezada por la sesgada Luisa Stella, pero dirigida desde Miraflores— no tendrían empacho en utilizar a la mal nacida milicia para, con sangre y fuego, hacer nugatoria la voluntad política de la mayoría. Que ni lo intenten…

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