jueves, 8 de noviembre de 2012

¡Te conozco, mascarita!


Ahora resulta que el tipo volvió a disfrazarse de oveja. La misma táctica de hace algunos años cuando se cambió la camisa roja por una azul y escribió aquellos ripios de “Por amor al árbol, me hice pintor”. Pero, por debajo de la piel prestada, se le ven los hirsutos pelos de lobo sanguinario. Este domingo, por un lado —desde la carroza, porque caminar ¡ni de vainas!—  hizo llamados a la concordia en el país; afirmó que estaba "dispuesto a conversar y trabajar” con los que lo adversan; propuso, una vez más, dinamizar a la empresa privada y fortalecer la economía, cacareó ¡otra vez! El logro de la justicia social, y hasta garantizó “paz y estabilidad”. Como si él supiera cómo hacer esas cosas. No lo ha hecho en estos largos catorce años y no podrá hacerlo porque se le acabó el tiempo. Pero, por el otro, ofreció guerra civil si perdía el 7-O. Y siguió con su sempiterna línea de dividir a la nación al mencionar a los "ricachones", a las “familias ricas que tienen sus buenas casas y vehículos”. Lo hizo con la excusa de pedirles el voto, pero el veneno que llevaba el mensaje se dejaba ver. O sea, una vez más las grises cerdas de predador estepario se asomaban por debajo de la blanca lana. Bien gafo el que le crea…

Mentiras y más mentiras. Hasta la foto oficial de la campaña es una mentira. En ella no aparece el candidato de hoy sino uno de hace como diez años. Y eso, con su ayudadita de Photoshop para difuminarle la verruga y emparejarle y blanquearle los dientes. Tiene días que no sale con su socorrido “¡me quieren matar!” Pero de seguro que antes de finalizar el mes la emplea. Y esta vez será tan bufa la patraña como las anteriores. Desde el imposible atentado con un lanzacohetes tierra-tierra a un avión que va a más  de mil pies de altura y a no menos de 180 nudos de velocidad hasta el terrorista de la CIA con cuadernito de apuntes y que no pasó de ser un malandrito dominicano fugitivo de una cárcel colombiana.

Mentiras por mampuesto son las que manda a decir con apóstatas tarifados y despreciables como Didalco, De Lima y Ojeda. Los dos primeros, reos de peculado, acusados de corruptos en el pasado por el hoy su nuevo amo, y que pretenden con su bajeza lograr el engavetamiento de sus expedientes; el último, saltimbanqui deseoso de publicidad, pensando que así iba a poder ser  candidato luego de perder en las primarias, y quien sabe —al igual que los otros dos tránsfugas— con algún aliciente monetario de ñapa. ¿Habrá alguien que les crea?

La reutilización de las mismas promesas vacías ya cansa hasta a los más voluntariosos entre sus sectarios. Ven que pasan los años y no les son solucionados sus problemas; ni los grandes ni los pequeños. Que los metros de Valencia, Maracaibo y Guarenas siguen parados; que el segundo puente sobre el Lago se quedó en la primera piedra; que los ambulatorios de nombre pomposo están cerrados, y que los pocos que quedan abiertos están en manos de unos cubanos que hacen creer que son médicos pero no pasan de ser unos ampolleteros glorificados.

Por la ineficiencia demostrada en todos los campos, por la corrupción que los caracteriza, por dilapidar los dineros de todos nosotros y por ese hatajo de falsedades y argucias con las que han tratado de obnubilar a los de mentes más sencillas, es que hay que salir de este régimen. ¡Ya basta de reciclar, cambiando de ministerio en ministerio al mismo sartal de incompetentes y ladrones! Ellos son culpables del estado de cosas actual, pero más culpable es quien los ha estado designando sin que sean idóneos. Mucho del drama está en que no tiene caras nuevas que mostrar. Y en que nadie capaz, experimentado, le va a aceptar una designación para un despacho. Pero es que él tampoco se lo va a ofrecer porque la única condición que les pone es que sean yes-men de él; que solo se muevan cuando él lo ordene.

Y hasta por pavosos hay que salir de los actuales detentadores del poder. En menos de un mes se les han caído puentes, se les han alzado las cárceles, se les ha incendiado un par de veces la misma refinería, se ha quedado sin electricidad varias veces medio país.  ¡Hay que salir de esos mabitosos!

Menos mal que hay un camino. El de la unidad. Todos tenemos que aportar tanto el voto como los esfuerzos para que Capriles gane el 7-O Y para que gane por mucho, porque hay que vencer contundentemente. Para logar que su mandato además de legal sea legítimo. Y para poner el garrote más lejos de la lámpara...

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