jueves, 8 de noviembre de 2012

Los impuestos (el artículo censurado)

 No, no vamos a hablar de esas exacciones que nos vienen de arriba, que nos abandonarán solo cuando seamos finados, que debieran revertirse en obras y servicios para los contribuyentes y sus familias pero que, frecuentemente, son usadas por la clase política para hacer creer que hacen algo mientras dejan caer una tajada en sus bolsillos.  Eso, aquí y acullá, pero aquí también es utilizada para financiar amigotes —que, más que eso, son chulos que nos salen muy caros, por cierto— allende los mares tipo el barbas cagalitroso habanero que no termina de morirse, el nica estuprador y dipsómano y el cholito que vive de la coca que vende (legal o ilegalmente, eso no lo preocupa).  Nos vamos a referir a las personas que caen dentro de la definición del participio irregular que aparece en el título.  Recordemos que del verbo “imponer” surge el sustantivo “imposición”, cuya más gráfica acepción es: “Exigencia desmedida con que se trata de obligar a alguien”.

Algunos los llaman “candidatos turistas”, porque recién ahora conocerán el territorio al cual fueron designados por el Primer Dedo de la República.  Por ejemplo, agarren al turquito que escogió para Aragua, pónganlo en el atrio de la Catedral de Maracay y díganle que camine hacia la Plaza Bolívar.  ¡Segurito que coge para la que le queda enfrente!  Pero no, esa es la Girardot.  La Bolívar le queda como a siete cuadras al Este.  ¿Sabrá dónde queda El Pao de Zárate?  O, para ponérsela más fácil, ¿se sabrá el nombre de los municipios aragüeños?, o ¿dónde queda la Tiara de mi niñez?  Hagan lo mismo con el negrito ¡perdón!, afrodescendiente Aristóbulo y pregúntenle dónde queda San Tomé.  Los canales de Mare-Mare sí los conoce bien porque allí es donde tiene acoderada la  maraca de yate que compró.  ¿Con el sudor de su frente?  ¡Muy difícil!  ¡Y Erika en Cojedes!  Cuando se entere que de Las Vegas para abajo los zancudos no pican sino que muerden, arrancan el pedazo de carne y vuelan con él hasta el techo para comérselo sin molestias, segurito que le dice a su amadísimo líder que la releve con otro de la Nomenklatura que sea más basto —que de esos, abundan por ahí— y la mande para algo más esplendente, como corresponde a alguien de su refinamiento urbano.

Hay otros que no son “turistas”, en el sentido estricto de la palabra.  Pero Vielma Mora, a pesar de ser gocho, no es mucho lo que haya estado por el Táchira en los años recientes.  Y cuando fue, fue a aplicar fuertes exacciones y multas a sus paisanos.  ¿Y qué decir del hombre de las varias cédulas, Rodríguez Chacín?  Es guariqueño, pero sus querencias y “el asiento principal de sus negocios e intereses”, para ponerlo en el lenguaje del Código Civil, están en Barinas.  Debe ser que al régimen le interesa aumentar el radio de acción de los guerrilleros colombianos y traerlos más hacia el Centro, y facilitar el aterrizaje de los aviones aquellos, los que no llegan a aeropuertos sino a lugares descampados…

En cuanto a Ameliach —quien les fue impuesto a los rojos carabobeños durante una fúrica malacrianza de Elke Tekonté— hay varias cosas que señalar.  Primero, que no es el que aspiraba el pueblo llano que usa franelas rojas.  Ellos querían, quieren, al alcalde de Puerto Cabello.  Vaya usted a saber por qué, porque como burgomaestre no es mucho lo que haya realizado.  Pero como carreteador de gente para las concentraciones, sí hizo su trabajo.  Su designación va a contrapelo de los porteños doblemente: por lo antes señalado, y porque despreció a esa ciudad como el sitio para votar.  En una más de las trapacerías del CNE —de acero cuando se trata de la oposición, y de plastilina en cuando al régimen y las decisiones de este, según Aveledo— se mudó a Valencia.  Segundo, el nombre de un hermano de él aparece muy seguido junto al de Makled por aquello de los químicos que ayudan en la confección de drogas.  Y tercero, todavía no está muy claro lo del asesinato de una secretaria suya…

Ni él, ni ninguno de los anteriores designados a punta de dedo porque “dizque no tuvieron tiempo de hacer primarias”, llega a los estados para buscar la mejora de esas regiones: Aristóbulo afirmó —uno no sabe si fue por candidez o por descaro— que ellos llegarían a esos cargos (condicional del verbo “no te vistas, que no vas”) a cumplir los deseos de su jefecito, no a gobernar.   En todo caso, todos ellos van a acabar con los gobiernos regionales; su misión es darles la estocada para imponernos, a contrapelo, lo del dizque “poder comunal” (que solamente es más poder para Caracas).  Y cuando eso suceda, ya no habrá elecciones.  Si no lo creen, léanse el texto de esas “leyes”…


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