Y viceversa. Como estamos inanemente mandados por unos babiecas
que solo son avispados para entrarle a saco al erario, los venezolanos tenemos
que padecer, semana tras semana, el sartal de sandeces que inventan para tapar
los alborotos en los que se ven envueltos, y el rimero de tole-toles que generan para intentar encubrir las muchas
estupideces que ya son como marca de fábrica de los desgobernantes actuales. La semana pasada —y aunque no es mucha la
capacidad de asombro que nos queda— nos quedamos pasmados al ver cómo trataron
de ponerle, con lo que fuese, un silenciador al estruendo del narcogeneral,
alias “el pollo”, detenido en Aruba; y no se les ocurrió algo mejor que
disponer que le dieses sendas golpizas , en cayapa, y mientras estaban durmiendo,
a unos inermes presos políticos que están en una cárcel militar donde no debieran
estar —por dos razones: porque son inocentes, y porque unos civiles a los
cuales no se les ha imputado delito alguno, delito militar mucho menos, no
tienen por qué estar recluidos en esa instalación. La “requisa” que devino en tunda
inmisericorde, estemos claros, no fue decidida por el coronel que tiene a cargo
la instalación penitenciaria; eso fue algo ordenado desde muy arriba.
Los golpes
recibidos por el alcalde Scarano y el comisario Lucchese me duelen mucho; casi
como que si los hubiese recibido yo.
Porque soy amigo de ambos desde hace más de treinta años. Y porque Toti (como le decimos cariñosamente a
Salvatore) es familia, aunque sin nexos sanguíneos; es una de esas familias que
se constituyen por decisión. Desde que
su padre, don Vincenzo tuvo que salir de Venezuela —como consecuencia del
razonable terror que sintieron él y a doña Rosalía, luego de haber sido
torturados por horas por una banda de delincuentes que entró en su casa para
robarlos— Toti decidió, e informó a los allegados, que yo reemplazaría al padre emigrado. Reconozco que fueron pocos los consejos que
tuve que darle; porque siempre fue persona sensata; pero mis hijos lo tienen
como un hermano, y hasta compadre de mi hijo varón es.
Salgo de la digresión
y regreso al tema.
El tal “pollo” no
es ninguna mansa paloma; una perita en dulce, menos. Desde el año 2008 está sindicado
internacionalmente por colaborar con las FARC en sus operaciones de terrorismo
y narcotráfico. De hecho, es uno de los
muchos nombres de autoridades venezolanas, civiles y militares, que aparecieron
en el computador de Rafael Reyes. Según
ese comandante guerrillero, Carvajal les había ofrecido a las FARC tanto armas
como listas de nombre de personas prominentes que pudieran ser secuestradas
para obtener fondos. Y por ahí se
comenta que, luego de ser cómplice de alias “Jabón” en tráfico de drogas, lo
mandó a raspar en un escondite que este tenía en los Andes para que no lo
mencionara si lo agarraban preso.
Al tipo se le
complica más la cosa, de ser extraditado a los Estados Unidos, porque al llegar
a su destino puede que se le agraven los cargos, de narcotráfico a terrorismo,
con lo cual sería sujeto de la “Patriot
Act” y por lo cual hasta pudiera pisar el suelo de su amada Cuba, pero no
para tomar mojitos en el “Tropicana” sino del lado de acá de la cerca de
Guantánamo. No hay duda alguna de que los
conmilitones (y hasta socios) de quien ya no usa caras chemises rojas sino un
burdo atuendo anaranjado deben estar asustados: corren el riesgo de que no
puedan salir de Venezuela a gozar de sus mal habidas fortunas en ningún país
serio y desarrollado; solo les quedarían, sus amadas Cuba, Bolivia y Siria. Porque Ni en Nicaragua ni en Rusia estarían
seguros. En la primera, el pederasta y
dipsómano (para ponerlo elegantemente) del Ortega es capaz de venderlos por
cuatro lochas (es un decir, me refiero a “verdes”); y en la segunda, se miran
en el espejo de Snowden, que no está preso, pero que tampoco tiene mucha
movilidad. Además, las mafias rusas
saben cómo cobrar protección a otros mafiosos.
Y, por si fuera poco, allá pega mucho frío; no como cuando se retrataban
con Mickey Mouse en Orlando…
En todo caso, hay
que recordar las declaraciones de Makled, aquellas en las cuales informaba que
tenía en nómina a varios generales (por cierto, ¿qué será del sirio con más reales
después de Harum-Al-Rashid?). Al
recordar esos nombres, y ver lo que está sucediendo, me entra un fresquito: un
general a quien hace años le dije que por su comportamiento no era un caballero
ni un oficial, mucho menos un hombre, es mencionado en esas declaraciones como
el que recibía 200 millones para repartir —miti-miti— por quien está matando su
tiempo aprendiendo papiamento.
Otros intentos
distractivos apurados por el régimen van desde el ridículo y momentáneo: “No
volamos a Aruba, sí volamos a Aruba”, con la cual iban a pagar, una vez más,
inocentes por pecadores, hasta la novísima alcahuetería de la Sala
Inconstitucional, capitaneada por Madame Botox, berreando porque a un impoluto
copartidario los malucos gringos —encompinchados con los muérganos holandeses y
con la complicidad de los desagradecidos arubanos— lo detuvieron y lo secuestraron
por algo de lo que es inocente. Es que
nunca leyeron a Tirso de Molina: “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no
se pague”…