El doctor Martí-Carvajal es uno de esos galenos que no pasan consultas sino
que se dedican a la investigación, es muy reconocido a nivel internacional por la
calidad y precisión científica de los estudios que presenta a la comunidad médica,
y tengo el honor de considerarlo como un apreciado amigo. Recientemente, me escribió para hacerme las
preguntas que copio más abajo y que intentaré contestar hoy. Antes, en el introito, me explicó que tuvo la
oportunidad de presenciar algo que no dudo en calificar como una aberración: al
mismo tiempo que “un policía y un paramilitar disparaban a los edificios
situados al lado del Sambil”, a él lo “retuvieron porque portaba la bandera
nacional (…) la bandera sí les molestó, no los disparos”. Ya eso dice mucho de cómo el régimen irrespeta
la norma constitucional. Por un lado,
emplea armas de guerra para reprimir manifestaciones, cosa que está
específicamente restringida en el texto constitucional. Y el colmo es que hubiesen sido empleadas
para constreñir a personas que estaban dentro de sus viviendas, sin participar
en manifestación alguna. Por el otro, la “retención” de una persona solo por
portar una bandera demuestra, cuando menos, insensatez funcionarial. Y, por otro lado más, eso de que se permita que
civiles armados actúen de consuno con unidades militares deja muy mal plantados
a sus comandantes. Además, permite ver
que lo que tuiteó el detentor de la gobernación de Carabobo es cierto: el
régimen está dispuesto a enfrentar a pueblo contra pueblo. Por cierto, en lo que es una digresión, el
tipo poco domina el idioma: a pesar de que pertenece a la terminología militar,
no sabe que “contraataque” se escribe como una sola palabra; y desconoce lo que
implica “fulminante”. ¿O sí, y lo
escribió ex profeso?
En todo caso, retomo el tema y transcribo las interrogantes del amigo: “¿Cuándo
la dictadura de Pérez Jiménez había tanta indolencia, indiferencia y frivolidad
en el pueblo venezolano? ¿Qué
diferencias o similitudes existen entre esas dictaduras? ¿Se puede hablar que uno era más malvada que
otra?”
Mi respuesta: No creo que sean comparables la dictadura de Pérez Jiménez y
la actual que sufrimos. Empezando porque estamos hablando de dos Venezuela
diferentes. Lo que era posible en los mediados del siglo XX, ya no lo es. Sobre
todo en lo que respecta a la teoría de los derechos humanos (que ya sabemos
cómo es la cosa en la práctica, ayer y hoy).
El ambiente suramericano dejaba ver gobiernos de fuerza en muchos
países: Perón, Odría, Stroessner, Rojas Pinilla, etc. Por ello, el régimen del “Nuevo Ideal
Nacional” se sentía que podía actuar por la libre. Hoy, el único régimen militaroide que hay en
el subcontinente es el que nosotros padecemos.
Lamentablemente, aunque no hay chafarotes en los otros países, sus
mandatarios, en un caso de “ceguera grupal selectiva” se solidarizan
automáticamente con el innombrable; porque están en la nómina, porque entienden
a las organizaciones internacionales como “clubes de presidentes” —no como
instituciones de defensa de los derechos y libertades— y porque temen que su
precaria popularidad acabe y los deje desnudos ante su gente.
Otra diferencia es que PJ escogía a sus ministros por lo que sabían y
valían; el afán en ese tiempo era adelantar al país hacia el desarrollo (aparte
de robar, claro). Ahora, mientras más
mediocre el ministro, ¡mejor!, no hará sombra al hegemón. Por eso es que no más de 40-50 personas se
rotan desde hace quince años por los ministerios y organismos públicos. Y por donde pasan, dejan una estela de
incompetencia y latrocinios. Hoy, lo que
se busca no es que Venezuela progrese, sino que se hunda más en la anomia,
donde pudieran actuar sin cortapisas.
La gente de antes no es que fuese apática o conformista, sino que no tenía
cultura política y estaba acostumbrada a los gobiernos fuertes que eran mayoría
en Sur América. Pero el gobierno tampoco
se metía con los que no se metían con él. Todo lo contrario de lo que sucede ahora,
cuando —dejando de lado el apotegma de que “gobierno no busca peleas”— se disputa
de manera incivilizada con todos y por todo. Si no, recuerden al Nicol-ass, adornado
con banda presidencial y gran collar, insultando de la manera más baja a
quienes no están de acuerdo con el pensamiento único. Lenguaje de baja estofa todo el tiempo. En eso también se diferencia de Marcos Evangelista, quien leía los discursos
escritos por Vallenilla en una prosa elegante y concorde con la dignidad del
cargo. El actual cree que puede
irrespetar como le dé la gana, porque para eso reparte mendrugos que, él cree,
sirven para mantener tranquilas a las masas. Lo malo para él es que se le está
acabando el pan.
Yo creo, indudablemente, que esta dictadura es más malvada que la anterior.
Porque aquella se interesaba solo en hacer obras que les permitiesen sisar
réditos indebidos. Y si para mantenerse
en el poder había que mandar a algunos a la cárcel, apuntaba solo a los líderes
que los antagonizaban. La dictadura actual, además de robarse todo lo que pueden
—y endeudar al país para seguir medrando— quiere colonizar nuestras mentes con
un “pensamiento único”, como si estuviésemos en Cuba o la URSS. Aparte de que mete en chirona a todos los que
puede agarrar. Hasta autistas y
minusválidos han sufrido prisión, con golpizas naZionales previas…
La culpa no la tiene el ciego, sin embargo.
En verdad, lo que nos pasa es por culpa del paterrolismo y lo
muerto-de-hambre de muchos de nuestros paisanos. De todos los niveles; desde los necesitados
que aguantan colas de horas al sol para que les den un pollo o un frasco de
aceite, hasta los muy acomodados (incluidos muchos de los de la cúpula uniformada),
más interesados en la ganancia personal que en los principios. Provoca decir como Mariano Picón Salas: “…no
cambio esta olvidada calma por el compromiso y la traición que están en la
cuenta corriente de muchos triunfadores".
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