martes, 12 de agosto de 2014

Dos dictaduras


El doctor Martí-Carvajal es uno de esos galenos que no pasan consultas sino que se dedican a la investigación, es muy reconocido a nivel internacional por la calidad y precisión científica de los estudios que presenta a la comunidad médica, y tengo el honor de considerarlo como un apreciado amigo.  Recientemente, me escribió para hacerme las preguntas que copio más abajo y que intentaré contestar hoy.  Antes, en el introito, me explicó que tuvo la oportunidad de presenciar algo que no dudo en calificar como una aberración: al mismo tiempo que “un policía y un paramilitar disparaban a los edificios situados al lado del Sambil”, a él lo “retuvieron porque portaba la bandera nacional (…) la bandera sí les molestó, no los disparos”.  Ya eso dice mucho de cómo el régimen irrespeta la norma constitucional.  Por un lado, emplea armas de guerra para reprimir manifestaciones, cosa que está específicamente restringida en el texto constitucional.  Y el colmo es que hubiesen sido empleadas para constreñir a personas que estaban dentro de sus viviendas, sin participar en manifestación alguna. Por el otro, la “retención” de una persona solo por portar una bandera demuestra, cuando menos, insensatez funcionarial.  Y, por otro lado más, eso de que se permita que civiles armados actúen de consuno con unidades militares deja muy mal plantados a sus comandantes.  Además, permite ver que lo que tuiteó el detentor de la gobernación de Carabobo es cierto: el régimen está dispuesto a enfrentar a pueblo contra pueblo.  Por cierto, en lo que es una digresión, el tipo poco domina el idioma: a pesar de que pertenece a la terminología militar, no sabe que “contraataque” se escribe como una sola palabra; y desconoce lo que implica “fulminante”.  ¿O sí, y lo escribió ex profeso?

 

En todo caso, retomo el tema y transcribo las interrogantes del amigo: “¿Cuándo la dictadura de Pérez Jiménez había tanta indolencia, indiferencia y frivolidad en el pueblo venezolano?  ¿Qué diferencias o similitudes existen entre esas dictaduras?  ¿Se puede hablar que uno era más malvada que otra?”

 

Mi respuesta: No creo que sean comparables la dictadura de Pérez Jiménez y la actual que sufrimos. Empezando porque estamos hablando de dos Venezuela diferentes. Lo que era posible en los mediados del siglo XX, ya no lo es. Sobre todo en lo que respecta a la teoría de los derechos humanos (que ya sabemos cómo es la cosa en la práctica, ayer y hoy).  El ambiente suramericano dejaba ver gobiernos de fuerza en muchos países: Perón, Odría, Stroessner, Rojas Pinilla, etc.  Por ello, el régimen del “Nuevo Ideal Nacional” se sentía que podía actuar por la libre.  Hoy, el único régimen militaroide que hay en el subcontinente es el que nosotros padecemos.  Lamentablemente, aunque no hay chafarotes en los otros países, sus mandatarios, en un caso de “ceguera grupal selectiva” se solidarizan automáticamente con el innombrable; porque están en la nómina, porque entienden a las organizaciones internacionales como “clubes de presidentes” —no como instituciones de defensa de los derechos y libertades— y porque temen que su precaria popularidad acabe y los deje desnudos ante su gente.

 

Otra diferencia es que PJ escogía a sus ministros por lo que sabían y valían; el afán en ese tiempo era adelantar al país hacia el desarrollo (aparte de robar, claro).  Ahora, mientras más mediocre el ministro, ¡mejor!, no hará sombra al hegemón.  Por eso es que no más de 40-50 personas se rotan desde hace quince años por los ministerios y organismos públicos.  Y por donde pasan, dejan una estela de incompetencia y latrocinios.  Hoy, lo que se busca no es que Venezuela progrese, sino que se hunda más en la anomia, donde pudieran actuar sin cortapisas.

 

La gente de antes no es que fuese apática o conformista, sino que no tenía cultura política y estaba acostumbrada a los gobiernos fuertes que eran mayoría en Sur América.  Pero el gobierno tampoco se metía con los que no se metían con él.  Todo lo contrario de lo que sucede ahora, cuando —dejando de lado el apotegma de que “gobierno no busca peleas”— se disputa de manera incivilizada con todos y por todo. Si no, recuerden al Nicol-ass, adornado con banda presidencial y gran collar, insultando de la manera más baja a quienes no están de acuerdo con el pensamiento único.  Lenguaje de baja estofa todo el tiempo.  En eso también se diferencia de  Marcos Evangelista, quien leía los discursos escritos por Vallenilla en una prosa elegante y concorde con la dignidad del cargo.  El actual cree que puede irrespetar como le dé la gana, porque para eso reparte mendrugos que, él cree, sirven para mantener tranquilas a las masas. Lo malo para él es que se le está acabando el pan.

 

Yo creo, indudablemente, que esta dictadura es más malvada que la anterior. Porque aquella se interesaba solo en hacer obras que les permitiesen sisar réditos indebidos.  Y si para mantenerse en el poder había que mandar a algunos a la cárcel, apuntaba solo a los líderes que los antagonizaban. La dictadura actual, además de robarse todo lo que pueden —y endeudar al país para seguir medrando— quiere colonizar nuestras mentes con un “pensamiento único”, como si estuviésemos en Cuba o la URSS.  Aparte de que mete en chirona a todos los que puede agarrar.  Hasta autistas y minusválidos han sufrido prisión, con golpizas naZionales previas…

 

La culpa no la tiene el ciego, sin embargo.  En verdad, lo que nos pasa es por culpa del paterrolismo y lo muerto-de-hambre de muchos de nuestros paisanos.  De todos los niveles; desde los necesitados que aguantan colas de horas al sol para que les den un pollo o un frasco de aceite, hasta los muy acomodados (incluidos muchos de los de la cúpula uniformada), más interesados en la ganancia personal que en los principios.  Provoca decir como Mariano Picón Salas: “…no cambio esta olvidada calma por el compromiso y la traición que están en la cuenta corriente de muchos triunfadores".

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario