En una de sus más
recientes entregas, ese venezolano de altísima estatura moral que es Gustavo
Coronel explica que “ya es imposible digerir las situaciones absurdas que se
presentan a diario en la escena nacional” y que “lo que no existía hace apenas
seis meses ya ha aparecido. Es la voz de venezolanos influyentes llamando a la
rebelión, a la resistencia abierta (…) en respuesta a una situación que se ha
hecho insostenible e intolerable”. En verdad, uno tiene que coincidir
con Gustavo porque las insensateces, el sectarismo, las tropelías, la
corrupción, la actitud de cipayo ante Cuba y la ineptitud —que son las peculiaridades
intrínsecas, permanentes, y cuidado si innatas del régimen— están haciendo que
Venezuela se convierta en un “expaís”, para usar la palabra inventada
recientemente por un paisano. La ceguera
y sordera selectivas —que han aumentado desde que el de Ocaña desmanda— nos
llevan directamente al caos.
Cuenta
Marcos Aguinis — presente en una reunión con intelectuales que había convocado
Raúl Alfonsín— que escuchó cuando Jorge Luis Borges le dijo a este: "Quiero
confesarle que concebía la democracia como un caos; ahora entiendo que es el
cosmos". Y puede que sea verdad;
pero lo que sobrevivimos los venezolanos no es una democracia. Es una neodictadura; una de esas que no llega
al poder por un golpe de Estado, sino que lo da luego de hacerse de él por
medio de elecciones; y lo hace para acabar con la democracia desde adentro
mediante la perversión o doblegamiento de las instituciones que debieran ser precisamente
el resguardo del sistema.
Cuando desde arriba, y por el
mero afán de mantenerse en el poder a cualquier costo se propicia el desacatamiento
de las normas, se patrocina a grupos armados irregulares, se desacata
descaradamente a la Constitución vigente, se maneja el erario sin transparencia
alguna pero con excesivo poder discrecional, se agita la bandera de la lucha de
clases, y se menosprecia el apoyo que los empresarios privados pudieran dar
para acabar con el desabastecimiento y para promover el empleo, el resultado no
puede ser sino una espiral en picada hacia el caos al cual tanto temía
Borges. Y que debe aterrorizarnos a
nosotros, que lo estamos viendo tan cerca.
Ya se ha hecho costumbre
observar cómo se diferencia a dos actos casi iguales en razón de quiénes los
protagonizan. A quienes el domingo
pasado se manifestaron pacíficamente y sin armas —o sea, como lo exige la
Constitución— se les reprimió de manera despiadada y hasta rayana en sádica. Pero a los motorizados que espantaron a los
caraqueños el día viernes, cuando con armas desnudas demostraron que ellos, y
no la fuerza pública, son los que mandan en Caracas, no se les tocó ni con una
pluma. Días antes, en Ocumare del Tuy,
los “orejones” se pusieron el pueblo de ruana porque uno de los suyos —que hizo
armas contra una comisión detectivesca— resultó muerto. Ahí si salen el Minpoporelint y otros
paniaguados a tomar el rábano por las hojas y a explicar que "no se debe criminalizar
la protesta". Porque para ellos, lo
interesante no es si la manifestación se realiza de acuerdo a la Ley, ni si son
justas las razones que la originan; lo que les concierne es si la llevan a cabo opositores. Contra ellos sí mandan la Guardia —que ha
devenido en despreciable por lo indigno de sus ejecutorias— a repartir
perdigones, golpes y gases. Uno no sabe
qué les dolió más a los heridos en El Trigal de Valencia, si los cintarazos y
los tajos que llevan en el cuerpo o el perverso y descarado aplauso de las, en
mala hora, autoridades.
Y lo sucedido en Margarita en
contra de quienes se manifestaron frente al Hotel Venetur no tiene nombre. Protestaban por la rencorosa represión que
los senescales cubanos ordenaron en contra de centenares
de disidentes para que no pudieran acercarse al lugar de reunión de la CELAC. Esos mismos desvergonzados, el mismo día se atrevieron a firmar ahí un
papel que dice: “fortalezcamos (…) los derechos humanos”. En Porlamar, además de fuerte represión, actuó para imputar de una vez a los detenidos
uno de esos fiscales que vocifera: “¡Uh, ah!”.
Eso sirve para demostrar aquel viejo apotegma de que Venezuela es madre
generosa con los de afuera y dura madrastra con los que en verdad somos sus
hijos.
Se me acaba el espacio y solo pude
explayar los casos de orden público sesgado que mencioné anteriormente, pero
igual pudiera comentar acerca de la desfachatada corrupción que, cual bola de
nieve (pero negra) ha ido creciendo con los años; los jueces que hacen la vista
gorda contra ese y otros delitos que cometen los rojos, pero que son
inexorables cuando de alguien de la oposición se trata; las autoridades del
sector económico que se prestan sin rubor a terminar de quebrar las arcas
nacionales —sin dolerle en nada las largas colas que hacen los pobres porque
“dizque va a llegar leche”, o harina, o aceite— para poder seguir
subvencionando a los chupasangres del mini-imperio cubano. Si eso no es la puerta del caos, díganmelo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario