No importa lo que
diga la primera acepción que el diccionario de la RAE nos ofrece para la
palabra “diálogo”: la “plática entre dos o más personas que alternativamente
manifiestan sus ideas o afectos” ya es un diálogo. O sea que un mero análisis de las condiciones
del clima y el embobamiento entre dos pipiolos enamorados constituyen
diálogos. Pero, para mi gusto —y para lo
que pareciera ser necesario en Venezuela—, yo prefiero la tercera acepción:
“discusión o trato en busca de avenencias”.
Los orígenes griegos del término son claves para entender de qué se
trata: “dia” puede ser traducido como
“a través de”, y todo el mundo sabe qué significa “logos”, por lo cual sería ofensivo de mi parte ofrecer una paráfrasis. Lo que es urgente en nuestra patria es un
“intercambio de opiniones e ideas en un asunto particular, especialmente en cuestiones
políticas o religiosas, con el fin de llegar a soluciones o acuerdos”. Este significado —que le dejo a los
académicos como contribución para el enriquecimiento del mataburros— es el que
debiera privar a la hora de encontrarle soluciones al estado de cosas que está
matando a la nación.
Desafortunadamente,
no es lo que vemos en el horizonte. Lo
que desde ya se vislumbra es un diálogo de sordos; cuando más, una reedición de
la gran mamadera de gallo a la que, en abril del 2002, nos sometió el difunto
muerto que ya falleció. Lo que se entrevé
es un afán por ganar tiempo y lograr que la calle se enfríe para poder seguir
mangoneando. Lo que se percibe es un
nuevo engaño a la mitad de la población que no comparte las ideas que en lo
político propulsa el régimen. Si hay que
transigir un poco en lo económico para acallar a los empresarios, se hace; pero
solo por unos días. Después, volverán a
las políticas arruinadoras que propugna el troglodita Giordani, y a los robos
descarados del Tesoro. O sea, que volveremos a presenciar una versión —apocada,
eso sí— del histrión sabanetense haciendo juramentos aferrado al crucifijo
después de su susto y rendición en los idus de abril. Las desaforadas intervenciones de Jorgito
Rodríguez, Aristóbulo y el capitán Hallaca, luego de las muy razonadas
intervenciones de Roig y Mendoza en lo que se intentó como inicio de las
“Conversaciones de Paz” así lo indican. Se
saben detentadores del poder y no tendrán empacho alguno en emplearlo con toda
su brutalidad y letalidad para someter a Venezuela a sus ambiciones, sin ceder
en lo esencial de su proyecto, más fascista que
comunista. Estamos hasta la
coronilla de las cobas, los embelecos y tramposerías que han constituido el ritornello de los rojos en estos
agobiantes y largos quince años. Lo que
intentan es una puesta en escena para tratar de lavarse la cara
ante la comunidad mundial, que ya está abriendo los ojos a la realidad
venezolana gracias a las agencias de noticias y los medios de información internacionales.
Luego está la
descarada intención de controlar los fulanos diálogos. El gobierno es quien escoge quiénes se van a
sentar, qué materias son las que se van a discutir y cuáles tópicos son
no-no. Para ponerlo con las palabras enviadas
por Twitter por Eduardo Semtei: “El gobierno nombra una Comisión de Paz de 10
miembros: 6 chavistas. 3 prochavistas. Mal podría el gobierno decidir, sin
consultar, una fulana Comisión de Paz (y) quienes la conforman. Y mucho menos
decidir la agenda”. Seguro que en la tal
comisión no van a estar presentes personas que les digan las verdades en su
cara; no estará María Corina, por ejemplo.
Porque le tienen miedo y por eso tratan de neutralizarla en la Asamblea,
siendo que fue la que sacó más votos de toda ella. No habrá representación de los manifestantes
de Valencia, San Cristóbal y Mérida, que tienen más que justos reclamos por la
conducta vesánica de la Guardia Nazional.
El nortesantandereano se lo pasa invitando a Capriles a esa mesa, pero
es solo por baladronear; para sus adentros ruega que no se aparezca, sin
importar cuán pacifistas son las propuestas de este.
Sencillamente, no habrá un diálogo
que ataque los puntos más necesarios de la posible agenda: Llenar las plazas,
que actualmente están siendo ocupadas por impresentables, en el Tribunal Supremo, la
Contraloría, el CNE. Poner personas
independientes de verdad en la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo y otras
instituciones clave. Desalojar a los
ineptos y corruptos que rotan por los ministerios y por Pdvsa. Devolver la autonomía al Banco Central. Derogar esta dizque ley que es el
Plan de la Patria. Desarmar y
neutralizar a los colectivos. Respetar
la autonomía de universidades, gobernaciones y alcaldías. Dejar que la Asamblea Nacional funcione como
las de otras partes: con diputados que puedan decir verdades sin miedo a que
llegue una virago a golpearlos. Cesar de
seguir financiando —corrupta e indebidamente— con petróleo y triangulaciones a Cuba. Retrotraer a las FAN a la institucionalidad
impidiendo que sigan siendo el brazo armado del PUS. Pasar a juicio a los generales
narcotraficantes.
Estos, y muchos más,
debieran ser los tópicos de cualquier conferencia de paz que se instale en
Venezuela. Pero, en su estulticia, el
régimen piensa que tiene, además del derecho divino de ordenar nuestras vidas,
el monopolio de la inteligencia. Y de la
infalibilidad; todos los errores son de la oposición, nunca del gobierno.
En fin, que es paja,
en vez de ramas de olivo, lo que nos ofrecen.
Otrosí
Mañana va a
“cometerse” un desfile para conmemorar el aniversario de la muerte oficial del
interfecto sucumbido. Es algo nunca
visto. Porque ni a Bolívar le desfilan los 17 de diciembre. E indebido.
Porque esa no es la fecha de su muerte en La Habana. Todo el mundo sabe —pero solo se atreve a susurrar—
que el tipo peló entre el 29 y el 30 de diciembre de 2012…
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