Las comunidades que han
escoger nuevos alcaldes este domingo venidero, San Cristóbal y San Diego, tienen
un compromiso muy importante para con ellas mismas y la nación entera: en esos
lugares, la alternativa democrática debe ganar de forma tal que les deje muy claro
a los empecinados que dictan desde Miraflores que no importan las fullerías,
las añagazas ni las vivezas pendejas que llevan a cabo para intentar
perpetuarse en el poder. Tienen que
entender, de una manera u otra, que la mayoría de la nación ya no los
quiere. Por ser ineficientes en grado
extremo, por corruptos a la enésima potencia, por pasados de sectarios, por violentos
sin razón, por tramposos que les importa muy poco violentar las leyes y, por
sobre todo, por haber causado la ruina de un pueblo que no se merece tal
destino. Todo lo anterior es la
resultante de una dirigencia política que se regaló impúdicamente a la
dictadura cubana, la cual les dice lo que deben hacer y que les impone los
métodos injustos, frenéticos y brutales con los que están actuando en contra de
los que “tienen la osadía” de pensar distinto y manifestar en las calles ese
pensamiento.
Esos mismos mandatos,
cocinados e impartidos desde Cuba, fueron los que originaron las injustas, alevosas,
prisiones que sufren centenas de venezolanos, desde los muy jóvenes que han
sido enviados a cárceles de alta peligrosidad (como todas las de Venezuela)
para tratar de que otros muchachos se inhiban de manifestar, hasta los de más
alta connotación política como Scarano y Ceballos, a los que se les castiga por
ser eficientes y transparentes en el manejo de las municipalidades a su cargo
—lo que deja muy mal parados a muchos alcaldes rojos de sus cercanías—, y
porque el régimen entiende que había que “matar temprano” a algunas personas
que se perfilaban como muy serios contendientes a las gobernaciones de Táchira
y Carabobo. Saben que los actuales
mandatarios no repiten ni con tres Tibisays y siete Oblitas en el CNE; y que
los rojos que pongan como candidatos tendrían que subirse a un corozo para
ganarle a los actualmente presos. De
allí las sentencias en mala hora guisadas y condimentadas en la Sala
Inconstitucional. Tan descarada es la
maniobra, que en el texto de la “sentencia” —en lo que no dudo en calificar
como una extra petita— se exhorta a
los tribunales penales, a la contraloría, a Raimundo y todo el mundo a que le
encuentren algo indebido a los sentenciados.
Lo único que le faltó a la ponente, la reina del botox, fue poner:
“…porque los necesitamos inhabilitados y, de ser posible, presos, para las
próximas elecciones de gobernadores…”
En pureza de verdad,
ese doblegamiento de todos los poderes e instituciones a lo que digan desde
Miraflores —que no es sino el altoparlante de la dictadura cubana— nos debe
doler a todos. Pero en San Diego y San
Cristóbal hay un motivo adicional para luchar contra esta aberración
robolucionaria: en un cenáculo y en menos de seis horas, esos municipios fueron
despojados de los mandatarios que ellos se habían dado. Y que habían ganado con amplísimo margen a
los candidatos que presentó el PUS. Lo
que les hicieron a los sancristobalenses y sandieguinos fue un descomedimiento
tipo Jalisco: “cuando pierde, arrebata”.
Tanto que hablan de la “soberanía que reside en el pueblo” y, cada vez
que pueden, la violan inmisericordemente.
Las sentencias contra los hoy
presos en Ramo Verde fueron sendas bofetadas a los electorados de esos
municipios. Máxime, cuando ese poder
judicial (minúsculas ex profeso) que encierra a alcaldes eficientes y con
cuentas claras, le da la libertad a uno ladronazo, corrupto e inepto, como
Alca-Parra.
Por eso, en estas
elecciones del domingo que viene, las poblaciones deberían concederle a las
candidatas de la MUD tantos o más votos que los conseguidos por Scarano y
Ceballos. Y hacer que el porcentaje de
diferencia con el que se gane sea mayor que el de finales del año pasado. Sobre todo en San Diego, no tanto por el
tullido que se le enfrenta a Rosa Brandonisio, sino porque esta es una mujer
que, en su doble condición de concejal y de esposa de Enzo, tiene en su haber
un gran número de logros por ese municipio.
Hago mía una frase encomiástica hacia Rosa que pronunciara este fin de
semana la doctora Jessy Divo, la rectora
de la Universidad de Carabobo: “nunca fue primera dama de afiche”. Lo cual es una gran verdad: siempre ha estado
apoyando iniciativas y sugiriendo formas de acción que buscan hacer de San
Diego un mejor lugar para vivir, progresar y criar familias.
Que en esos
municipios, nadie se quede en su casa; hay que llenar los centros de
votación. Que estas votaciones sean una
venganza muy cívica contra los desmanes cometidos contra la soberanía popular
por parte del régimen. Pero que sirvan
también para acelerar la libertad de los otros presos políticos: Leopoldo,
Simonovis, Lucchese —a quien solo se le cobra su lealtad para con San Diego y
su alcalde— y los cientos de muchachos que continúan en terribles ergástulas,
pero que no han de doblegarles sus voluntades…
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